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El hombre y la política (I)

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Hemos considerado oportuno ocuparnos del tema aquí propuesto. La razón motivante es la actual situación, la grave crisis que ha causado inconmensurables daños a nuestra gran Venezuela, que la han sumido en un estado de postración y de huida, causada, a nuestro entender, por la antipolítica vigente.

El término política nos viene de la antigua Grecia, del vocablo latino Polis, entendido este como ciudad. Según el pensamiento aristotélico, política es el arte de gobernar. Y el arte es manifestación de cultura.

 El desempeño de la actividad política es propio y exclusivo del hombre, de los seres humanos, gracias al privilegio de estar dotados de capacidad intelectual. Cabe preguntarnos, ¿cuál es la finalidad de la política? Respondemos: atender las necesidades de las personas, de las comunidades y del país, en procura del bienestar general. Para lograr este propósito es necesario, ante todo, ocuparse primordialmente de la educación y de la salud. Además, crear las condiciones necesarias para que haya desarrollo económico. Siendo así, debemos entender la política como la ciencia del progreso social, destinada a servir, a ser útil.

Detengámonos en educación y salud: son esenciales. Sin la debida atención de estos dos aspectos se hará imposible alcanzar el aspirado progreso y desarrollo del país. He aquí la gran tarea que corresponde a los dirigentes políticos, estén en funciones gubernamentales o en la oposición. Pues, indiscutiblemente, a niños y jóvenes no bien alimentados y con deficiente salud les será imposible asimilar una educación formal satisfactoria. No solo de alimentación y salud, pues el proceso de enseñanza-aprendizaje requiere de adecuado material pedagógico de fácil adquisición y costos cuya carencia, revelan,  revelan, si no el desdén, al menos la antipolítica en el campo de la cultura.

La palabra política es empleada excesivamente por las personas de todos los estratos sociales. Basta mencionarla para escuchar las más diversas expresiones sobre ella. Esto obedece a razones culturales, como el bajo perfil demostrado por quienes se hacen pasar como políticos, también por no tener un concepto claro sobre lo debe ser la política. El ejercicio de la actividad política no es, ni puede ser, simple pasatiempo ni entretenimiento. El hecho de estar guiada por doctrinas tendentes al logro de determinados fines compromete la disciplina y responsabilidad de quienes de ella se ocupan.

Debemos establecer parangones entre el ejercicio de la política como profesión y el desempeñar cargos públicos. El ejercicio de ella es delicado, requiere inteligencia, sensibilidad social, honestidad, respeto y de otras virtudes que le irradien aura de persona correcta, de verdadero líder. Ejercer el gobierno en cualquiera de sus jerarquías requiere, ante todo, ajustar su actuación a las disposiciones legales correspondientes, y tomar conciencia de que su labor está encaminada a cumplir importantes funciones en bien de la institución a la cual sirve. Y con su ejemplo dar enseñanzas de responsabilidad, de buen funcionario público.

(Continuaremos en próxima entrega).

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