Al presidente Gustavo Petro solo le quedan dos años y poco más de mandato. En lo político el mandatario debe situarse frente a la posibilidad de un período largo de ingobernabilidad motivado al hecho de que en la elección regional se puso de relieve el divorcio que el país muestra del conjunto de reformas que son el “leitmotiv” de su gobierno. Si esta situación no es tomada en cuenta y su posición no se adapta al mandato de las urnas, cada uno de los entes regionales que no le son afectos le pondrán al Pacto Histórico la cuesta más empinada.
Le toca, pues, destrancar el pernicioso estancamiento en el que ha caído el país desde el inicio de su presidencia si desea conservar algo del capital político que lo llevó a la primera magistratura. Lo primero es admitir la expresión del electorado. Pero para este momento es claro que desde la Casa de Nariño lo ocurrido no se considera una derrota: para el presidente es más que suficiente que en estos territorios los números lo hayan favorecido: Amazonas y Leticia, Nariño, Cauca, Chocó y Quibdó, Vaupés y Mitú, Casanare, Magdalena y Puerto Carreño. Con ellos se reunió a implementar una estrategia ignorando al resto del país y pasando por alto la pérdida de 8 millones de votos entre la elección presidencial y la regional.
Lo otro es recuperar la confianza sus seguidores y de sus aliados toda vez ya comienza a hablarse acerca quien será su sustituto y cada vez se hacen más patentes las grietas que existen entre aquellos que le han apoyado desde el inicio de la presidencia.
Una gran carta a jugarse sería la de efectuar cambios dentro de los que puedan insertarse otros partidos políticos y grupos de interés como el empresariado que pisó muy fuerte en los comicios regionales. Sería torpe que no lo haga y un gesto en este sentido podría mejorar la confianza de los inversionistas nacionales y extranjeros. La revisión de sus tres propuestas de transformaciones radicales que en este momento cursan en el Congreso ayudaría también a revivir un ambiente de conciliación y sentido de progreso. Me refiero a las áreas de pensiones, trabajo y salud cada una de las cuales levantaron una enorme polvareda política cuando aún no se había manifestado el desapego por el mandatario.
¿Puede Petro iniciar un viraje para reavivar la atonía del sector económico y asegurarle una permanencia al “petrismo” en su país? Antes que nada, es preciso tener en cuenta el temperamento inestable y bélico del individuo, además de otros problemas de salud de los que se habla “sottovoce”. Pero el líder cordobés aún tiene a adláteres capaces de llamarlo al botón y a despertar su sensatez.
Una estrategia de acción de efecto positivo y transformador a favor de su gestión sería la de seleccionar un nuevo proyecto que logre cohesionar a propios y extraños mientras sus reformas sociales y su Paz Total van tomando cuerpo. Un área muy relevante sería el comercio exterior, un sector susceptible de producir efectos tempranos y dinamizar a las fuerzas productivas lo que se traduciría en crecimiento, trabajo y redistribución social si se orienta adecuadamente.
En un país industrioso, como lo es Colombia, sería necesario empeñarse en armar políticas que orienten la economía hacia la exportación: reducir las barreras comerciales tarifarias y no tarifarias, mejorando los procesos aduaneros de exportación e importación que en Colombia son complejos, así como descartando la burocracia que tanto obstaculiza los intercambios. Mas que combatir la mejor alianza de la que ha gozado Colombia hasta el presente -su especial y estrecha relación de cooperación con Estados Unidos- el Presidente podía usar, en beneficio de los pequeños productores las facilidades que les ofrece el Tratado de expandir el potencial de los granjeros y pequeños empresarios para acceder terceros mercados, entre ellos el americano. Para ello Gustavo Petro debería olvidarse de la idea peregrina de renegociar el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos lo que no es otra cosa que una apuesta muy arriesgada además de lenta.
¿Le estamos pidiendo peras al olmo? No es posible saber si emprender un abordaje pragmático en este terreno es algo para lo cual Gustavo Petro está equipado.
Por la vía del estímulo al comercio y su apertura hacia el exterior no es difícil mejorar el crecimiento de PIB nacional y así lo han entendido países de orientación izquierdista como son el Brasil de Lula y el México de López Obrador. Colombia no es menos, aun cuando su talla sea menor. Mejores niveles en las transacciones comerciales externas provocan diversificaciones productivas y adopción de tecnologías beneficiosas para todos los sectores. Lo anterior no es más que una reflexión sobre una actividad salidora de efecto benéfico inmediato. Hay otras cuantas.
Si la idea del gobierno no es rescatar el país para beneficiar a los colombianos de a pie sino continuar con la politiquería barata que ha producido el desplome gubernamental, el petrismo está llamado a ser apenas una página corta y pobre en la historia de la dinámica de un país prometedor.
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