La privilegiada ubicación geográfica de Panamá determinó su historia y, de paso, la de Colombia.
Ambos países eran uno solo a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, cuando el territorio panameño empezó a ser muy codiciado.
Su atractivo era el acceso a los océanos Atlántico y Pacífico, pues le permitiría albergar al que, para ese entonces, era un proyecto de canal que prometía ser una gran obra de ingeniería que cambiaría el mercado mundial.
En esa época se dio una especie de puja internacional por Panamá, en la que Colombia, a pesar de tener varias ventajas, terminó perdiendo. El que fue su territorio, se convirtió en una tupida frontera por la que hoy transita una migración masiva hacia el norte del continente americano.
Pero, cómo ocurrió esa separación entre Panamá y Colombia.
En BBC Mundo revisamos la historia para entender cómo una guerra sangrienta, una idea revolucionaria y un tratado enredado, llevaron a que Panamá dejara de ser parte de Colombia hace 120 años.
Panamá en Colombia
En el siglo XIX y tras la independencia de España se creó la Gran Colombia. Un país que incluía parte de lo que hoy son Ecuador, Venezuela, Panamá y Colombia.
Luego, en 1830, Venezuela y Ecuador se separaron de esa Gran Colombia y el país pasó a llamarse Nueva Granada y, después, Colombia.
Entre 1850 y 1880, Colombia fue un país federal, que garantizaba la libertad de culto y basaba su organización política y administrativa en la inmensa diversidad cultural y económica de su territorio, que incluía a Panamá.
“Panamá fue muy importante para Colombia y recibió considerable atención del gobierno central. Los panameños también jugaron un papel importante en la historia colombiana. Fueron incluso presidentes”, explicó a BBC Mundo la historiadora panameña Marixa Lasso.
Sin embargo, a finales del siglo XIX llegó al poder un partido conservador que impuso un modelo de Estado centralizado, generó un vínculo estrecho con la Iglesia Católica y defendió el legado de los colonizadores españoles.
A ese periodo se le conoce como Regeneración y dio paso, en 1886, a una Constitución que fue altamente cuestionada.
La principal objeción es que debilitó el poder de los nueve Estados Soberanos que componían el país, pues pasaron a ser entidades político-administrativas dependientes del gobierno central en Bogotá, la capital.
Una de esas entidades era el istmo de Panamá, ese accidente geográfico ubicado entre los océanos Atlántico y Pacífico, que tampoco se alineaba con la hegemonía conservadora.
“Panamá jugó un lugar protagonista en la historia del federalismo colombiano. Los panameños tenían una gran vocación federalista, autonomista y resentían los gobiernos centralistas colombianos”, explica Lasso, quien es autora del libro Historias Perdidas del Canal de Panamá.
Y fue esa tensión política, que se extendía por toda Colombia, la que sirvió de antesala a una guerra civil que facilitaría más tarde la injerencia internacional.
La guerra
En Colombia, los dos partidos políticos tradicionales, liberal y conservador, se han enfrentado históricamente de formas muy violentas.
Pero quizás el enfrentamiento más emblemático fue la guerra que ocurrió entre 1899 y 1902 y que se conoce como la Guerra de los Mil Días.
Fueron tres años de sangrientas batallas que se dieron como resultado de la reacción de conservadores moderados y liberales que estaban en contra de la Regeneración y de la Constitución del 86, por considerarla autoritaria.
Una percepción que compartían los panameños. “Panamá tenía una población mayoritariamente liberal. Y a finales del siglo XIX había un enorme cansancio con el centralismo conservador de la Constitución de 1886”, explica Lasso.
Al final, los conservadores ganaron la guerra y se inició lo que se conoce como la hegemonía conservadora.
“El fin de la guerra con la victoria oficial de los conservadores y con el asesinato judicial del general liberal Victoriano Lorenzo, quien era un indígena panameño, solo aumentó el descontento en las mayorías liberales”, afirma Lasso.
A eso se sumó que el saldo de la guerra fue nefasto. Murió un 3% de la población, la infraestructura y la industria quedaron destruidas, se dispararon la inflación y la deuda externa; y miles de personas abandonaron las ciudades.
En ese punto de la historia estaba claro que la unidad de un país centralizado por una élite bogotana era bastante frágil.
Así que cualquier intento de separación de cualquiera de las regiones podía tener probabilidades de éxito.
La idea de unir los océanos
Es en ese contexto de tensión política y postguerra que se materializa la visionaria idea de cruzar del océano Atlántico al Pacífico por el territorio centroamericano.
Pero no es que antes no se hubiera pensado. Desde la Colonia existieron proyectos que buscaron unir los océanos.
A finales del siglo XIX ya existían ferrocarriles, pero en ese momento la revolución industrial estaba en auge y las grandes potencias capitalistas como Reino Unido, Francia y Estados Unidos, empezaron a presionar para conectar los océanos.
Ese proyecto de canal representaba la joya de la corona porque permitiría, a quien lo administrara, tener el dominio de una ruta que transformaría el comercio mundial.
La primera gran apuesta ocurrió en 1880, cuando Bogotá otorgó la concesión para la construcción del canal al ingeniero Fernando de Lesseps, un francés que venía de construir el Canal del Suez en Egipto.
Pero las enfermedades de los trabajadores, muchos de ellos esclavos africanos, la humedad del territorio y las constantes lluvias llevaron al proyecto francés a la quiebra.
Y es ahí cuando se unen el interés de Estados Unidos en esa ruta marítima con la dificultad del Estado colombiano de tener control sobre su territorio.
Más aún cuando una de sus regiones, la panameña, estaba separada del centro administrativo por un inmenso e intransitable complejo selvático llamado el Tapón del Darién.
El papel de Estados Unidos
En esa época, Estados Unidos era una potencia emergente que venía de quedarse con el control de Puerto Rico y Cuba, y que supo leer la crisis interna colombiana como su gran oportunidad.
El país norteamericano propuso pagar US$40 millones para quedarse con la concesión de la construcción del canal.
Ese acuerdo se materializó con el tratado Herrán-Hay entre Colombia y EE.UU., en el que se establecían las pautas de la concesión y que fue pactado entre el Secretario de Estado estadounidense, John Hay, y el ministro colombiano Tomás Herrán.
Fue una negociación compleja en la que también contemplaron construir el canal en Nicaragua, pero debían tener en cuenta a los franceses que habían hecho una inversión inicial en Panamá.
Así, finalmente se decidió que el canal se construiría en Panamá con el capital de EE.UU. que a su vez le pagaría a Colombia y a la compañía francesa.
Pero el 5 de agosto de 1903 el gobierno colombiano, luego de que el Congreso objetara varios puntos del tratado bajo el argumento de que violaba la soberanía del país, informó que lo rechazaba.
Esa última decisión de Colombia terminó de dar vía libre a la separación de Panamá.
«Cuando Colombia rechaza el tratado Herrán-Hay, y había muy buenas razones para rechazarlo, se combinan varios factores a favor de la independencia de Panamá de Colombia», afirma Lasso.
Por un lado, explica la historiadora, los panameños salían de la crisis causada por la Guerra de los Mil Días y el canal se veía como una salvación ante sus problemas internos.
Por otro, había un gran descontento en Panamá con el gobierno conservador y con la derrota liberal en la guerra.
Finalmente, Estados Unidos encontró en ese descontento panameño “una excelente oportunidad para obtener el tratado que querían sin la injerencia de Colombia”.
Y es ahí cuando Panamá hizo caso omiso al rechazo del tratado y, en alianza con EE.UU. que dijo que intervendría si había represalia militar de Colombia, declaró su Independencia el 3 de noviembre de 1903.
“Ese día, ocho acorazados norteamericanos se encontraban estacionados en los océanos Atlántico y Pacífico bajo las órdenes del vicealmirante Coghlan y el almirante Glass”, describe el historiador colombiano Alfonso Múnera en su texto Fronteras Imaginarias.
Y cita el informe de general colombiano Rafael Reyes para reconstruir la escena. Escribe Múnera que Reyes “no pudo pisar Panamá y preocupado escribió al presidente aconsejándole mucha prudencia, para evitar así que 40 barcos de guerra norteamericanos se tomaran, además de Panamá, las ciudades de Medellín y Cali”.
11 años después, en 1914, Colombia pactó con EE.UU. el reconocimiento de Panamá y resolvieron los litigios territoriales y fronterizos. Esto a cambio de una indemnización por US$25 millones.
Hoy, más de un siglo después, esta es una historia en la que el rol que jugó Estados Unidos sigue siendo fuente de debates.
Al parecer, entre más relevancia se le da al papel de ese país, menos heroica parece la independencia de Panamá.
“Los panameños han enfatizado su agencia en esta separación. Aunque se reconoce el papel que jugó Estados Unidos, se recuerda que la independencia de 1903 fue el último intento de una larga lista de intentos separatistas que se dieron a lo largo del siglo XIX y que Panamá tuvo a lo largo de ese siglo una vocación autonomista y federalista basada en las particularidades de su historia y posición geográfica”, concluye Lasso
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