NOTA: Comencé a escribir este artículo hace tres días, antes de conocer la última maniobra intentada por Maduro de desconocer las primarias. Esta nueva bofetada a la nación venezolana demuestra, una vez más, que negociar con Maduro es un autoengaño.
Las negociaciones entre el régimen de Nicolás Maduro, Estados Unidos y una porción de la oposición venezolana no deberían haberse iniciado nunca.
¿Por qué? Porque siempre ha sido evidente que las partes no son moralmente equivalentes, que el régimen de Maduro estaba esencialmente interesado en alargar su dictadura sobre la nación venezolana y que sus acciones anteriores, durante años, indicaban claramente que no cultivaban los mismos valores y principios de la Venezuela decente y democrática. No era que tenían una simple diferencia de perspectivas sobre la filosofía del gobierno, era que tenían una diferencia fundamental en su enfoque ético, eran y son una pandilla de malhechores.
Ello hacía imposible que se cumpliera un requisito básico, fundamental, de una negociación: ambas partes deben negociar de buena fe, estar dispuestos a jugar con las reglas del juego y utilizar argumentos moralmente aceptables, así como dispuestos a aceptar lo convenido.
Sin embargo, la oposición, presionada por intereses externos interesados en una solución pragmática y rápida, acudió a la negociación caracterizada por un ambiente de secretismo y dominado por conductas equívocas y carentes de ética. El régimen de Maduro ha visto siempre la negociación como una herramienta para su permanencia en el poder, para obtener lo cual todo estaría permitido: el engaño, la mentira, la amenaza, la falsa siembra de promesas y la acción arbitraria y represiva contra una nación que ha sido su rehén por muchos años. Los líderes de la oposición -Rosales, Capriles, Falcón, etc.- predicaban la hermandad y la necesidad de reconciliarnos, pues todos éramos hermanos y quien hablara de la necesidad de rebelarse recibía la denominación de extremista radical, sediento de sangre. La solución debía ser pacífica, constitucional y electoral, para lo cual el diálogo y la negociación con el régimen eran indispensables.
En la negociación que se ha estado llevando a cabo, de manera epiléptica, con sus adelantos y retrocesos, la parte dominante ha sido Estados Unidos. Su posición estuvo originalmente basada en un objetivo válido y ético: acortar en lo posible la vida del régimen chavista/madurista en Venezuela, por ser anti-democrático y altamente perjudicial para Venezuela, un país que había sido hasta ese momento un faro de la democracia en una región dominada por el autoritarismo de diferentes signos. La premisa de esta postura fue que, al no ser deseable el uso de la fuerza, para lo cual no existía un ambiente favorable en la región, ello se podría lograr a través de un sistema de sanciones personales a los miembros principales de la pandilla dictatorial y de sanciones comerciales y de otro orden en los campos de las finanzas y de las relaciones del país con otros países del mundo democrático. Las primeras sanciones aplicadas fueron las personales y no eran caprichosas ni arbitrarias sino que todas respondían a evidencias obtenidas por los Estados Unidos en contra de los cabecillas del régimen, unos por ladrones, otros por torturadores, algunos por asesinos, bastantes por narcotraficantes y lavadores de dinero, con obscenas cuentas bancarias en diferentes países del mundo. Estas sanciones fueron una respuesta ética al saqueo de Venezuela por parte de una pandilla de malhechores con uniforme militar o de atavío civil. Se llegó hasta poner a precio la cabeza de los malhechores principales, comenzando por $15 millones en la cabeza de Nicolás Maduro. Después de estas sanciones personales llegaron sanciones comerciales, especialmente dirigidas a limitar la capacidad de acción de la empresa petrolera que le suministra a Venezuela la mayor parte de sus divisas, Pdvsa. Ello ocurrió a partir de 2017, cuando ya esta empresa se encontraba en ruinas, debido a la corrupción e ineficiencia gerencial de sus directivos, a lo Rafael Ramírez Carreño y su entorno.
Aunque no es posible saber exactamente cuál ha sido el impacto de estas sanciones estadounidenses contra el régimen de Maduro, si es posible advertir que este régimen está hoy en una posición de extrema debilidad y de fragmentaciones internas importantes que lo mantienen al borde del colapso.
Esa debilidad ha sido claramente causada por dos factores principales: un factor interno, representado por el fervor popular en torno a María Corina Machado como candidata de la Venezuela digna, y, un factor externo, causado por las sanciones comerciales y de otro tipo aplicadas por los Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea, las cuales han ido llevando el régimen de Maduro a una situación de quiebra organizacional y financiero.
Este ataque dual contra Maduro lo ha obligado a emitir señales de conciliación, de acercamiento, que no son sinceras pero que han encontrado un eco en los Estados Unidos, porque coinciden con sus intereses, los cuales no son idénticos a los intereses de la nación venezolana. De que estamos hablando?
Los intereses de EE UU se alejan de los intereses de la Venezuela democrática.
Debido a los acontecimientos geopolíticos ya conocidos en Rusia-Ucrania e Israel-Gaza, la seguridad energética de Estados Unidos está en peligro. Si el conflicto Israel-Gaza se extiende a los países productores de petróleo, Estados Unidos requerirá crear alternativas de suministro petrolero. Una de las alternativas es Venezuela, una industria que ha sido pujante en el pasado y hoy en ruinas. Estados Unidos ha visto en Venezuela una alternativa para crear producción petrolera a mediano plazo, la cual pueda compensar una posible ausencia de suministro de petróleo de las zonas en conflicto en el Oriente Medio. De allí que haya decidido utilizar su sistema de sanciones, la cual maneja con entera flexibilidad como un juego de tuercas que aprieta y afloja, para ablandar las sanciones petroleras permitiendo que empresas privadas entren a Venezuela a producir más petróleo. Si ese objetivo se cumple ello le dará a Maduro más dinero y más permanencia en el poder, aumentando su capacidad para maniobrar y alargar el asunto electoral a su antojo.
La negociación, así planteada, es inmoral y representa una entrega de ética y principios de la parte opositora / EE UU.
De repente vemos que un criminal por cuya cabeza Estados Unidos está dispuesto a pagar 15 millones de dólares se hace parte de un convenio con el mismo Estados Unidos, mediante el cual el criminal libera unos presos que no debía haber tenido nunca en sus garras y promete falsamente tener unas elecciones en 2024, a cambio de extender su permanencia en el poder.
¿Qué es lo que realmente ha sucedido? Maduro no ha entregado nada, no ha cedido nada. Maduro ejerce de manera arbitraria la potestad de meter presos a quien le dé la gana. Y así como los mete presos, así mismo tiene la facultad de liberarlos. Mete presos y saca presos, haciendo lucir su libertad como un gesto magnánimo, digno de ser recompensado por la otra parte.
Por su parte, Estados Unidos dice: yo tengo a Maduro asfixiado con las sanciones petroleras, pero sí accede a elecciones presidenciales en 2024, se las aflojo, lo cual, además, me resulta conveniente para recibir petróleo de Venezuela. En pocas palabras, él me extorsiona y yo lo soborno, y así vamos corriendo la arruga, hasta lograr un cambio de régimen sin grandes desajustes, es decir, un “soft landing”.
Es un juego de tuercas que EE UU aprieta y afloja, con la aprobación automática del grupo negociador venezolano que no ve alternativa.
Esta pugna entre dos partes que han abandonado los principios no tiene mucha posibilidad de terminar de otra manera que no sea la permanencia de Maduro en el poder por medio de sus maniobras de estira y encoge o, al contrario, con su expulsión del poder mediante la aplicación de la fuerza por parte de la oposición/Estados Unidos, causado por una combinación de las sanciones externas y de una rebelión ciudadana.
El costo del vacío ético que ha acompañado la negociación será muy alto para la Venezuela del futuro porque, en su afán de lograr una falsa solución, barriendo la basura debajo de la alfombra, se descendió al nivel de Maduro y han puesto en peligro el alma de la nación.
La Venezuela del futuro necesitará verse en el espejo sin avergonzarse. pero para que ello ocurra tendrá que ser capaz de decir: yo expulsé el crimen y el narcotráfico del gobierno de mi país, no negocié mis principios.
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