Mi amigo Michel, el responsable de que puedan leerme en muchas partes del mundo, me pide algo: “Nancy, sería bueno que hablaras sobre la guerra entre Israel y Hamás. ¿Cómo explicamos a los niños lo que están viendo en televisión? ¿Cómo manejar sus miedos?”.
Tamaño problema, en un mundo donde todo está en la TV, las redes y los terribles noticieros. Si los veo, me aseguro de grabarlos y ponerlos después, con el control del televisor en la mano. ¿Para qué? Para poder dormir si los veo de noche. Así, desde que sale un niño lleno de sangre, un abuelo desesperado abrazando a su nieto muerto, etcétera, le doy con toda mi fuerza hasta la próxima cosa interesante que digan.
Aquí no uso lo que decía en Quién tiene la razón, donde exhortaba a las personas a botar el control al zafarón (donde se echa la basura). Solo Oscar Haza, en Mega TV, controla esto y respeta lo que debe ser un periodismo serio (Pedro Sevcec, también). Discutir con altura y objetividad sobre tantas tragedias que nos acosan es el fin; no esa prensa amarilla que nos desvela y daña la salud mental.
Entonces, recomendamos lo siguiente:
- Hable con sus hijos, más si son niños. Comuníquese, según su edad. Escúchelos y estimúlelos a expresar lo que sienten y temen. Pregúnteles qué piensan de la guerra y deles apoyo emocional. Si tienen miedo, déjelos expresar lo que sienten y, según la edad, explíqueles que en este mundo, lleno de violencia, hemos aprendido a resolverlo todo de esa manera equivocada.
- Es ese el momento de hablarle de los conflictos y cómo deben resolverse: con diálogo, cediendo y respetando a los demás. Es posible que ahora ellos entiendan el daño que les hacen los “juegos” con que han crecido, donde todo se resuelve matando e irrespetando, abusando y con armas de guerra.
- Evite que vean las horribles imágenes que se repiten en los medios. Mientras más pequeños sean, más fantástica es su mente. Ver esas atrocidades pueden marcarlos para toda la vida, si no se manejan bien en el momento adecuado.
¿Qué tenemos que hacer para parar la guerra?
- Tener relaciones justas y fomentar la justicia social. El odio, la venganza y la rabia están detrás de cada acto violento. Hacen que el dolor y la impotencia sigan pasando de una familia a la próxima, sin ningún resultado. El “reciclaje” de la terapia familiar, donde los componentes de las familias ven cómo, una y otra vez, “tropiezan con la misma piedra”.
- Que las instituciones se den cuenta de que, al deteriorarse, han llevado todo a la deriva. Ya nadie cree en quienes supuestamente nos cuidaban. Y los seres humanos no pueden seguir negando que hay que cambiar. El mundo no puede seguir así, ya es hora de que eduquemos para la paz. Y punto.
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