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Mi vida cambió

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Por MARIANA ORTIZ

Mi primer encuentro con la maestra Palacios se remonta al año 1990. Yo contaba con menos de 20 años,  había cursado un año de estudios de canto en Maracay con Lola Linares, y en una pequeña crisis de juventud decidí dejar el conservatorio porque no estaba segura de querer entrar en el mundo Lirico, y me inscribí en la Universidad para estudiar alguna carrera distinta de la música. Un par de años después de tomar esta decisión, caminando por el Centro de Valencia, veo una publicidad que anunciaba un taller de interpretación de arias de ópera dictado por la maestra Isabel Palacios, la de los Clásicos Dominicales.  Asistí de oyente, y quedé maravillada de esa gran mujer a la  que hasta ese momento sólo había disfrutado a través de la  pantalla del televisor, enamorando completamente  a la audiencia con su gran personalidad, fuerza interpretativa, con un absoluto conocimiento del repertorio, estilo, idiomas, y un sinfín de anécdotas acerca de su vida profesional y de la vida y obra de los compositores. Se abría un nuevo ante mí.

Al terminar el taller, me acerqué y le dije que había estudiado canto y que me gustaría que me escuchase. Se sentó al piano, me acompañó un Aria Antigua (yo temblaba de miedo), y me dijo que le gustaba mucho mi voz, que no dejara de cantar por nada del mundo, y que retomara el estudio con Lola.

Mi vida cambió con ese encuentro. Debía retomar el canto porque estaba en mi destino. Pero jamás imaginé que años después la vida me premiase con el regalo de formar parte de la Camerata de Caracas por más de 10 años, y de lograr  una fructífera  carrera como solista de la mano de mi adorada maestra Palacios. ¡Las madres musicales existen!

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