Economista de prestigio y exfuncionario de gobierno, Juan Sebastián Chamorro fue uno de los 222 presos políticos desterrados de Nicaragua y despojados de su nacionalidad nicaragüense por el régimen de Daniel Ortega en febrero de 2023.
Chamorro, que es parte de una familia que ha marcado la historia política de Nicaragua, anunció su precandidatura a la presidencia del país centroamericano en 2021, aspiración que se vio frustrada por la orden de arresto de la dictadura contra todos los aspirantes presidenciales de la oposición.
Desde su exilio, junto con otros opositores a Ortega, Chamorro forma parte de una plataforma unitaria llamada Monteverde, desde la que se presenta ante la Unión Europea como una alternativa democrática viable para una transición política en Nicaragua.
–¿Qué fue lo peor durante su reclusión en la cárcel?
–El aislamiento total. De los 20 meses que pasé en la cárcel, 6 de ellos los pasé totalmente incomunicado y eso genera una enorme tensión psicológica, no solamente para el preso, sino también para los familiares.
No pude ver ni hablar con mi esposa ni con mi hija durante 18 meses, hasta que me permitieron una llamada por teléfono de 10 minutos. Entonces, cuando escucho hablar de presos políticos recuerdo esos momentos solitarios en la prisión, alejado de la familia, aislado del mundo exterior, privado del derecho de la visita regular de los familiares, un derecho que ni siquiera a los criminales confesos se les niega. Fue una tortura psicológica.
–¿Qué otras situaciones podrían estar sufriendo los presos políticos que aún quedan en Nicaragua?
–Yo creo que están en peores condiciones, porque como nosotros éramos de alguna manera cara visible, ellos se cuidaban de no abusar excesivamente de nosotros, aunque sí lo hacían. Pero yo me pongo a pensar que si nosotros, que éramos precandidatos, sufrimos ese tipo de cosas, qué otras peores estarán pasando jóvenes que han sido capturados y que tienen meses e incluso años de estar en la cárcel.
Nosotros sabemos que se ejerce la tortura física también y por eso estoy muy preocupado, evidentemente también por monseñor Rolando Álvarez.
–¿Qué hay detrás de la reciente expulsión de 12 sacerdotes al Vaticano?
–Se repite el patrón de expulsión del país, en este caso al Vaticano. En nuestro caso, los 222 fuimos expulsados a Washington, de tal manera que eso indica que la dictadura está repitiendo el patrón. Todavía hay alrededor de 80 presos políticos en las cárceles de Nicaragua, así que esperemos que al menos les puedan dar este tipo de salida.
Pero en el fondo estamos hablando de una dictadura que no permite ni siquiera pensar diferente. En Nicaragua hasta las imágenes de los santos tienen templo por cárcel, no las pueden sacar a las procesiones.
Cuando un régimen ya llega a este punto, de que las imágenes veneradas por el pueblo en sus tradiciones y en sus procesiones son encarceladas dentro de los templos, demuestra niveles máximos de intolerancia a pensar diferente que solo lo ves en regímenes como el de Corea del Norte.
–¿Qué o quién puede detener los abusos de Daniel Ortega?
–La historia ha demostrado que las dictaduras terminan y la dictadura de Daniel Ortega va a terminar. Es así que el fallo ineludible que nos da la historia es que los países en reiteradas ocasiones han terminado con las dictaduras, por eso la dictadura de Ortega va a acabar.
Y con respecto al quién, por supuesto será el pueblo nicaragüense. Todas las acciones que Ortega hace para mantenerse en el poder, las tiene que sostener por la fuerza de las armas de la Policía y el Ejército y sabe que el pueblo nicaragüense, en su inmensa mayoría, está en contra de esta dictadura.
Así que habrá una confluencia de un momento histórico y ese hartazgo que hay de este tipo de represión, que ha provocado tanto sufrimiento que va a terminar explotando esa dictadura. Ortega no es sostenible.
–¿Por qué cree que será diferente a lo que ha sucedido en Cuba o Venezuela?
–Por un lado, la receta es la misma: encarcelar, mandar al exilio, represión e intolerancia total. En ese sentido hay similitudes, pero Nicaragua no tiene los recursos petroleros que tiene Venezuela, por ejemplo, y Nicaragua no es una isla como lo es Cuba, ni tampoco tiene un sistema dinástico familiar.
En Cuba hay una dictadura institucionalizada en la forma del Partido Comunista de Cuba. En Nicaragua estamos hablando de una familia y eso a la postre viene a hacer una enorme diferencia. Cuando hay un dictador como Ortega, que ha destruido todas las instituciones incluyendo la institucionalidad de su propio partido, eso solo te puede llevar a la insostenibilidad.
Entonces, como lo decía anteriormente, este proceso histórico va a llevar al termino de esta dictadura y va a corresponder precisamente a los opositores y al pueblo a resistir y luchar para que se dé este cambio para lograr la liberación de Nicaragua.
–¿Es posible la unidad de la oposición nicaragüense?
–Precisamente la plataforma de Monteverde ha nacido como una alternativa en la cual los opositores, que somos demócratas anti Daniel Ortega, nos unimos por encima de cualquier diferencia ideológica que pueda existir en este momento.
Así que esa pluralidad que existe entre los opositores dentro de la plataforma de Monteverde es lo que está efectivamente generando, dicho sea de paso, mucha preocupación por parte del régimen, porque de nuestro lado estamos preparando una serie de acciones conjuntas para debilitar a esta dictadura.
Precisamente eso es parte del trabajo que estamos haciendo acá en Europa, denunciando ante las distintas entidades, Parlamento Europeo y gobiernos de la Unión Europea, las atrocidades del régimen y mostrando además una opción responsable, una alternativa a esta dictadura que ya lleva tanto tiempo.
–¿Cuál es la principal propuesta de Monteverde?
–Nosotros somos demócratas y creemos en la vía electoral como la forma civilizada de resolver las diferencias que existen en nuestro país. Lamentablemente las condiciones no están dadas ni siquiera para pensar en un proceso electoral en este momento, así que hay que hacer todos los esfuerzos posibles para que efectivamente se presione a la dictadura y que se den estos cambios para eventualmente llegar a un proceso electoral que lleve al cambio.
Pero en este momento más bien vemos que lamentablemente se cierran los espacios y esto es precisamente lo que queremos denunciar aquí en Europa a través de encuentros y las reuniones para que se ejecute la presión política en forma de sanciones, para enviar un mensaje político de que se usarán todos los instrumentos que existen para generar los cambios que se necesitan.
–¿Qué esperan por parte de España y la Unión Europa?
–Con las personas que hemos conversado estamos explorando todas las posibilidades de apoyo para la libertad de Nicaragua. Todas las posibilidades están sobre la mesa y obviamente sabemos que la dictadura es sensible a las sanciones y pide levantarlas cada vez que lo puede hacer en los foros internacionales.
En la medida de que las sanciones no afecten al pueblo nicaragüense, pero sí lo hagan a la dictadura se pueden considerar acciones de sanciones individuales e institucionales que presionen a la cúpula del régimen.
Estas son herramientas que hay que seguir implementando como en el caso de Venezuela, donde precisamente las sanciones han funcionado como elemento de presión para que, esperemos, pueda llegar a realizarse elecciones transparentes. Aunque eso todavía está por verse, lo importante acá es poner todas las opciones de presión necesarias para debilitar a este régimen que está cerrado a cualquier tipo de apertura democrática.
Una violación de derechos humanos cometida contra un nicaragüense es también, por definición, una violación a los derechos humanos de los españoles.
–¿Qué opina del ofrecimiento de nacionalidad española?
Como nicaragüense estoy muy agradecido por el ofrecimiento de nacionalidad española, que ha sido muy importante tras el arrebato de nuestra nacionalidad por parte de Ortega.
Finalmente quiero recordar que cuando se cometen crímenes de lesa humanidad se comete una violación de derechos humanos en cualquier parte del mundo; por tanto, una violación de derechos humanos cometida contra un nicaragüense es también, por definición, una violación a los derechos humanos de los españoles.
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