En nuestro contexto es evidente la amenaza política se establece a través del poder. Foucault dice que “todo poder es un modo de acción de unos sobre otros. Se ejerce el poder cuando unos individuos son capaces de gobernar y dirigir conductas. Conducir conductas implica gobernar, y gobernar constituye la forma más acabada del poder”. El poder como gobierno no resiste en el tiempo, la idea de un sometimiento absoluto en la conducta de la gente; en contradicción, el poder revolucionario se enfrenta a sus propios límites o decadencia, por ejemplo: la posibilidad de que germine contundencia la rebeldía del todo social, convocando el rescate del voto como sustancia significativa de toda democracia.
Para el sociólogo francés Alain Touraine, el debilitamiento general de la democracia en muchos países tiene como causa última la progresiva separación entre la efectividad de la gestión pública y las demandas lógicas de los ciudadanos. En el caso venezolano, la significación que debe tener el espacio del derecho de la ciudadanía es casi inexistente por intereses mezquinos del decadente proyecto ideológico continental llamado socialismo del siglo XXI.
Desde que Venezuela emprendió su lucha independentista en el siglo XVIII, lo hizo con un afán de cambio; desde ese primer momento histórico a la fecha, nuestro país nunca ha renunciado en su incansable búsqueda de cambios. Pero si somos honestos, los mayores problemas a cambiar son de modelos enfocados en un verdadero sistema democrático, económico, cultural y mental.
La naturaleza de la crisis política, económica y social convoca cualquier escenario electoral, no se puede descartar con garantía del voto y elecciones competitivas: comicios generales. En el país se observa el agotamiento de su clase política /dirigentes. El ciudadano en un 45% se identifica más con un escenario de cambios en el gobierno municipal, regional y central, a través de la vía democrática y constitucional. Las elecciones generales, una propuesta para refundar el país, son una alternativa para resolver la problemática política inmediatas, frente al discurso ideológico trasnochado, sin visión de futuro, deslizándose en lo aburrido y repetitivos que encuentran rechazo casi unánime por parte de 80%, es decir, la mayoría de los venezolanos. La situación de Venezuela está conectada a una crisis económica en ascenso por ahora indetenible, como consecuencia de un modelo económico reconfigurado sobre la base de un incomprensible neomarxismo, articulado en su dinámica a la ingobernabilidad y la corrupción, teniendo como consecuencia inevitable el fracaso en lo económico y social.
El pasado domingo los ciudadanos cumplieron con su palabra. Según todas las encuestas, María Corina Machado fue electa candidata de la oposición que enfrentará a Nicolás Maduro en las presidenciales de 2024, en unas primarias que resultaron un éxito a pesar de todas las dificultades. “Aquí quien habilita es el pueblo de Venezuela”, suele decir Machado, dentro de las formas de la política, que pasan por creerse el discurso y defenderlo hasta el final.
Maria Corina Machado, según los resultados, logró conectar con todos los estratos sociales, dando un duro golpe a la desesperanza que desde hace años se había instalado en una sociedad más pendiente de sobrevivir en el día a día por la crisis económica que de derrotar al chavismo. María Corina como líder tiene muchos retos, como enfrentar la crisis de gobernabilidad que tiene muchos entramados y potenciados por la ausencia de decisiones de las instituciones para solucionar democráticamente los conflictos localizados y que ponen en evidencia las tensiones existentes entre los requisitos de la democracia y los de la gobernabilidad.
En su laberinto, el primer mandatario nacional sigue gravitando nacional e internacionalmente en busca de oxígeno a través del diálogo o diálogos inducidos, lobbies, renunciando a ver el “bosque” de la crisis económica y política que transita el país… lo grave es que el futuro de Venezuela está abstracto, Maduro prefiere seguir siendo interpelado negativamente por el pueblo, no se inmuta, mantiene la antipostura democrática en vez de hacer una comprensión final, objetiva, de la naturaleza de la magnitud de la crisis convoca la urgencia de elecciones generales, como alternativa inmediata para refundar el país. Venezuela tiene que salir de este abismo… cada minuto, hora, día, mes, cuenta en las reconfiguraciones y posturas que pueda tomar un ciudadano abrumado por una situación política y económica que perturba su paz y equilibrio emocional.
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