En Venezuela miles de personas han pasado por detenciones y procesos judiciales absolutamente injustos y traumatizantes. Califican como crímenes de lesa humanidad, se investigan en tribunales internacionales y no han parado.
Aún quedan en prisión centenares de presos políticos. Algunos podrían salir próximamente y seguiremos las exigencias por el resto de ellos. La sociedad ha vivido un impacto tan grande, que ha recibido un daño que va más allá de las víctimas y sus familias. Estos crímenes de Estado se cometen para que el resto de la población se inhiba, desista de su actividad pública y se rinda ante los represores. A veces lo han logrado. Ser preso político es duro y no deja de ser difícil su situación al ser excarcelado. Debemos trabajar en la reinserción de quienes han sido más vulnerados así que aquí hay algunas recomendaciones para lidiar con esto:
1. Un preso político no debe verse, sentirse ni comportarse como tú esperas que lo haga. Deja de juzgar su apariencia. Si está más gordo, flaco, fuerte, débil, pálido, alegre o triste al salir, es muy su problema y es parte de su propio proceso. Frases como “yo te veo bien”, “no te fue tan mal” o “te descuidaste”, causan daño, incluso cuando creen que se dicen con buena intención.
2. Los presos políticos vivieron una injusticia brutal de principio a fin. No tuvieron derechos ni garantías, pasaron momentos que ninguna otra persona debería vivir. Por lo tanto, eliminemos frases como: “qué hiciste para estar ahí”, “pero tú estabas en algo”, “algo habrás hecho”. Eso solo revictimiza a las personas que ya fueron víctimas de cosas inaceptables.
3. No iguales las responsabilidades entre los presos y sus carceleros. Tampoco entre gobierno y oposición. La oposición venezolana puede no gustarte, pero son la primera línea de víctimas de violaciones de derechos humanos y como grupo político no tiene cárceles, tribunales, policías, fiscales, cuerpos de inteligencia, torturadores ni otros represores. Igualar responsabilidades entre ambos actores no te hace neutral ni mediador, te hace cómplice de los perpetradores.
4. No preguntes si fueron violados en la cárcel. Esa pregunta maldita la hace gente sádica y se repite como si fuese un chiste. Lo peor es que normaliza la violencia sexual, otro de los graves crímenes que han registrado tanto la ONU como la Corte Penal Internacional.
5. Las liberaciones ocurren en el marco de negociaciones y presiones que están muy por encima de los presos políticos. Evita preguntarles por qué los liberaron a ellos y no a otros. El orden de liberaciones no es su culpa, no es su responsabilidad y no puede hacer nada por eso. Solo vas a desatar un síndrome del superviviente que es real y hace daño.
6. Los estados de ánimo pueden cambiar en cualquier momento. Las heridas psicológicas de algunas víctimas pueden acompañarlas por años y requieren acompañamiento y atención. Quienes rescatan su libertad no están obligados a estar felices todo el tiempo, mucho menos cuando sus captores siguen libres y tienen poder para seguir haciendo daño.
7. Si no eres el psicólogo tratante de esa persona, no tienes por qué abrir ciclos de conversaciones que no vas a poder cerrar. Deja que el preso o liberado hable de lo que quiera sin presiones. Contará lo que quiera o necesite contar. Algunos hablarán mucho. Otros serán reservados. Algunos dudarán. Si eres familiar o amigo de un preso político y sientes que te faltan herramientas para lidiar con estas cosas, puedes recibir apoyo psicológico también.
8. Al dolor se le trata con cuidado, con respeto, sin hacer más daño y sin tratar de imponer estados de ánimo ni interpretaciones sobre las cosas.
9. Ayudar es hacerlo en serio, pueden ser incluso cosas pequeñas y puntuales, pero no sirven de nada los ofrecimientos al aire del estilo “dime lo que necesites”, “estamos a la orden para lo que quieras”. Eso es bien intencionado pero le carga otra responsabilidad a la víctima que no tenía. Ayudar es facilitarle incluso eso. Di concretamente qué puedes hacer y arrima el hombro. Un liberado puede necesitar quien lo traslade, quien lo acompañe a algún lugar, quien ayude a hacer compras de casa, a poner orden, atender a los hijos unas horas, tomar decisiones financieras. Incluso hasta hacerle una comida ayuda. Todo apoyo es importante, pero tiene que ser concreto.
10. Hay que difundir información de calidad y verificada sobre los presos políticos actuales y próximos a ser liberados. Difundir rumores y dar datos erróneos sobre casos y causas puede hacer más daño. Incluso puede poner en riesgo sus propios procesos de liberación. Ha habido casos de personas que iban a ser liberadas y luego quedaron presos más tiempo o con medidas cautelares porque alguien dio una información errónea o quiso dar un tubazo.
11. La historia no se termina con la liberación. Los procesos de reinserción son largos y necesitan a mucha gente. Hay grupos de apoyo para los que han sido sometidos a torturas. Ha habido pérdidas materiales, familiares y personales terribles para quienes han pasado por esas experiencias. Toma años o la vida toda superar lo ocurrido.
12. Quien ha sido preso político ha sido víctima de violaciones de derechos humanos. Por lo tanto tiene derecho a la justicia, a que se establezca la verdad, a que haya reparación y que haya garantías de no repetición. Nadie debería decirle a un preso político que “aprenda a tragar sapos”, que debe quedarse callado, que no espere nada ni mucho menos que se conforme con lo obtenido.
En algún momento debe corregirse el daño cometido en su contra así sea de forma simbólica y a ese derecho no se puede renunciar. Así que si no quieres pasar de amigo a ex-amigo, evita frustrar el deseo de libertad de quienes han estado más presos que el resto de la sociedad venezolana.
Los abrazos nunca están de más. Volveremos a ser libres todos.
Texto publicado por el autor en su cuenta de X @LuisCarlos
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