Dedico este artículo, con la deferencia que me permite El Nacional, a la memoria de las víctimas y sus dolientes familias que el pasado sábado, octubre 7, sufrieron el horror de actos criminales contra la humanidad. Repudiamos tales inhumanas acciones cometidas por miembros del grupo terrorista Hamás.
Del cultivo vicioso del odio, con bombardeos permanentes a las mentes de niños y jóvenes árabes, se ha practicado por parte de algunos individuos, que se dicen “religiosos», la promoción del extremismo terrorista islámico. Son en verdad autores intelectuales de tales desmanes, por ser sembradores del violento fanatismo deshumanizante, y causa originaria de responsabilidad en la prolongación de cuanto hoy aún ocurre, por desgracia, en nuestro mundo, bajo la amenaza de un terrorismo medieval.
De la relativamente cercana advertencia del profesor Samuel Huntington (El choque de las civilizaciones y la configuración del orden mundial. Paidós, 2001), que nos remite las preocupaciones de comienzos de este siglo XXI y al terrorismo de Al Qaeda del 11 de septiembre de 2001. Entonces fueron asesinadas 2.977 personas, en una demencial acción suicida contra personas en las Torres Gemelas de Nueva York. Ahora las llevadas a cabo en forma de atroces asesinatos perpetrados por bestias que cara a cara, el pasado sábado, asesinaban a familias enteras indefensas, bebés y ancianos. La violación de mujeres y jovencitas, toma de rehenes, así como la exhibición en redes digitales de sus barbaridades. nos hablan de una muy vital y muy urgente necesidad de contraatacar con profunda inteligencia y determinación hasta las raíces de este cáncer, antes de permitirle hacer metástasis, y entronizar por más tiempo y espacio en nuestros tejidos como sociedad planetaria.
Sobre los acuerdos de Westfalia de mediados del siglo XVII, profundas reflexiones recoge Henry Kissinger (1923-100 años) en su obra Orden Mundial (Debate, Segunda edición 2016). Allí se nos aproxima al reto de construir un mejor sistema mundial, que venza al extremismo procedente de cualquier origen religioso, étnico u otro. Superar el terrorismo que nos aleja de la condición básica de una sociedad humana. Sociedad que hasta en las deplorables confrontaciones bélicas, sepa guardar formas de dignidad y de tratamiento del adversario, bajo premisas fundamentales de derechos humanos de no combatientes, por supuesto, como de combatientes y prisioneros.
A cada Estado, como institución civilizadora fundamental del orden mundial, y a sus regidores debemos los ciudadanos del mundo exigir la neutralización total de las amenazas terroristas. Superar la hipócrita aceptación de que es posible convivir con un Estado que predique y organice estructuras para el ejercicio del terrorismo, como método de dirimir sus concepciones e intereses nacionales, y que considera superiores. Aún, bajo los propios derechos de las naciones a la diversidad cultural, tendrán que evolucionar hacia un orden mundial de equilibrio para la paz y el progreso de la Tierra.
Hemos sostenido, categóricamente, que todo cuanto se avanza, o se retrocede, en las sociedades tiene su origen en el mundo primario de las ideas. Pensamientos que nacieron y que nacen, o que se siembran en las mentes de hombres y mujeres que habitan nuestro tiempo, heredados de antiguos tiempos. Ideas que se desarrollan, o que son instaladas por el adoctrinamiento persistente, durante generaciones, en largos periodos de tales siembras.
Golda Meir (1898-1978), cuarta primera ministra de Israel, exhortó a los palestinos a asumir el amor a los hijos y a la patria como una misma búsqueda de paz con el pueblo israelí.
Las ideas correctas, implementadas con eficacia darán siempre resultados beneficiosos a la humanidad toda. No podemos, por ejemplo, continuar aceptando vejación de seres por discriminación en la concepción misógina de culturas que mutilan y torturan a la mujer. Los “mirandinos” concebimos y defendemos la idea correcta del profundo respeto al ser más sublime y excelso de la creación: la mujer, la madre. Hoy la nación venezolana, liderada por una mujer, María Corina Machado, avanza hacia la exigencia del respeto al derecho de cada venezolano, dentro y fuera del territorio, para elegir su futuro.
Con la creación de las Naciones Unidas, en octubre 24 de 1945, al término de la Segunda Guerra Mundial, 51 países iniciaron el camino, aún largo por recorrer, de promoción y mantenimiento de la paz y la seguridad internacional, para la amistad y el progreso social, con mejora del nivel de la calidad vida y de los derechos humanos. Un par de años más tarde, el 29 de noviembre de 1947, asumiendo el compromiso de andar el citado camino de promoción de la paz, para entonces ya 57 países pertenecientes a las Naciones Unidas designaron una Comisión Especial para la cuestión Palestina, antes colonia británica, que establecería una definición práctica de convivencia de la nación judía y la árabe, en territorios de la anterior colonia británica. Con diez abstenciones, el 29 de noviembre de 1947 votaron en contra de la resolución 181: Afganistán, Arabia Saudita, Cuba, Egipto, Grecia, India, Irán, Irak, Líbano, Pakistán, Siria, Turquía y Yemen. 58% votó a favor de la resolución 181: Australia, Bélgica, Bielorrusia, Bolivia, Brasil, Canadá, Checoslovaquia, Costa Rica, Dinamarca, República Dominicana, Ecuador, Estados Unidos, Filipinas, Francia, Guatemala, Haití, Holanda, Islandia, Liberia, Luxemburgo, Nueva Zelanda, Nicaragua, Noruega, Panamá, Paraguay, Perú, Polonia, Suecia, Suráfrica, la Unión Soviética, Ucrania, Uruguay y Venezuela. De los 20 Estados latinoamericanos que constituían 35% del total para entonces, una mayoría de 13 países votó a favor de la decisión de crear para ambas naciones una Estado dentro del territorio que debía ser para la paz y el progreso.
En la historia del extremismo se han registrado asesinatos de líderes que entendiendo la necesidad del fin superior del bienestar de sus pueblos suscribieron acuerdos de paz árabe-israelí, tales como: Anwar al Sadat de Egipto en 1979 (por parte de militares extremistas musulmanes); catorce años más tarde Yitzhak Rabin (1922-1995), primer ministro que había firmado la paz con la Organización para la Liberación de Palestina, representada por su presidente Yaser Arafat, creador del partido Fatah ( 1929-2004).
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