El encaje de Cataluña en España ha generado tensión en diferentes momentos a lo largo de la historia. Este territorio, perteneciente a la corona de Aragón ha mantenido unas reivindicaciones que perduran hasta el momento actual, donde los partidos mayoritarios en Cataluña defienden la celebración de un referéndum que les lleve a la independencia.
La unión de los territorios de la Corona de Aragón con Castilla tuvo un momento importante en el compromiso de Caspe en 1412. Tras quedar sin descendencia el rey de Aragón, Martín I el Humano, un rey de la dinastía castellana de los Trastámara fue elegido rey de Aragón, con el acuerdo de todos los territorios. Sin embargo, aunque no hay prueba clara al respecto, parece ser que los delegados de Cataluña mostraron un cierto recelo a la elección de este rey, como se vio en la rebelión del Conde de Urgel, supuesto candidato de Cataluña.
Uno de los símbolos del nacionalismo catalán, el himno de Els Segadors, hace alusión al Corpus de sangre, el motín ocurrido en Barcelona el 7 de junio de 1640 y que dio lugar a la guerra de los segadores, la contienda que enfrento a los catalanes y a las tropas de Felipe IV de España. La razón de fondo de dicha guerra era el intento de implantar por parte del Conde Duque de Olivares, valido de Felipe IV, La Unión de Armas, para que todos los territorios de la monarquía española, incluyendo Cataluña, contribuyeran en hombres y en dinero a su defensa, en proporción a su población.
Otro de los símbolos del nacionalismo catalán es la diada. El 11 de septiembre se recuerda la rendición de Barcelona en la guerra de la Sucesión en 1714, que supuso la eliminación de las instituciones catalanas tras la entrada en vigor de los derechos de nueva planta.
La cuestión es ¿por qué esta resistencia de Cataluña a integrarse plenamente en España? Aragón se castellanizó hasta tal punto que el idioma aragonés desapareció y se convirtió en una región más de España. Cataluña nunca se castellanizó hasta ese punto, y el idioma catalán se mantuvo, en parte, como muestra de ese deseo de no integración en España.
Sin duda, el movimiento nacionalista catalán pretende defender los intereses de su economía frente a lo que pudiera significar un retroceso en caso de plegarse a los intereses de la capital. La economía catalana es de las más potentes de España, y a lo largo de la historia, como hemos visto, ha buscado mantener sus derechos, ante el temor que una unificación más profunda con España les perjudicaría.
En cierto modo, el movimiento nacionalista catalán simplemente busca la protección de su economía frente a lo que consideran un posible peligro al permanecer en España.
Sin embargo, los tiempos han cambiado. Cada vez más se vive en un mundo globalizado, y la cooperación económica se impone al enfrentamiento. Como ejemplo, la Unión Europea busca la unión económica de los distintos países europeos para poder acometer proyectos de envergadura, con economías de escala.
En este contexto, el nacionalismo catalán se muestra como traumatizado por hechos del pasado, que no han sido superados y que le impide mirar hacia el futuro con la mentalidad abierta adecuada. En este sentido, llama la atención el llamamiento que hizo un dirigente del nacionalismo catalán, Artur Mas, a las empresas catalanas, sugiriendo que debían dejar de comerciar con el resto de España e ir a buscar otros mercados. Como si esto fuera fácil, o sencillamente, posible.
Un error del nacionalismo catalán es buscar crear en Cataluña su propia administración, paralela a la del Estado, como solución a todos los problemas. En general, cualquier economía que fomente la iniciativa privada frente a la administración pública se verá favorecida. Esta fue, quizás, en el pasado una de las razones del éxito de la economía catalana.
Sin duda, los derechos de Cataluña deben ser defendidos. Cataluña ha sido un ejemplo en España, como, por ejemplo, en la época de la revolución industrial, cuando era conocida como la pequeña Inglaterra, por su desarrollo industrial. Para ello quizás una nueva constitución presidencialista podría ayudar a los ciudadanos catalanes a superar el estado de partidos actual que hace que el poder político esté en manos de las oligarquías de los partidos estatales y nacionalistas.
La historia debe ser tenida en cuenta, para entender el presente, pero, sobre todo, para no caer en los mismos errores. El nacionalismo catalán basa sus principios en ideas románticas, promovidos por movimientos como la Jove Catalunya o la Renaixensa, en el siglo XIX, que dibujan una realidad que no se corresponde con una sociedad abierta y moderna. Los catalanes despertarán, más pronto que tarde, de esta pesadilla nacionalista, y descubrirán una realidad muchos más atractiva y edificante.
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