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Releyendo a Mafalda

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Mafalda escultura

Disneyplus ha estrenado la serie documental Releyendo a Mafalda, para rendir tributo y analizar a la tira cómica de Quino.

La producción propone una revisión transversal, que pasa del plano íntimo al de los expertos, amigos y colegas del ilustrador.

Acierta el contenido en contextualizar el desarrollo del trabajo del creativo, dentro del complejo universo argentino de los sesenta, entre las primaveras del mundo, el despertar de ciertas conciencias civiles y el advenimiento de las dictaduras del cono sur, cuando Mafalda será primero un bastión de resistencia simbólica y luego una testigo de la censura, hasta que su autor decide cerrar su ciclo, porque el clima de represión hace que Mafalda sea inviable.

Quino sale del país, en 1973, producto del agotamiento de sus ideas, pero también por el irrespirable clima político del país, con la llegada de la violencia y la infame Triple A.

Aquella herida profunda se traga los últimos vestigios de Mafalda, su esperanza, y mejor dejarla como emblema para el futuro.

De tal modo, luego de su publicación en libros, le da la vuelta al planeta.

Releyendo a Mafalda reúne voces de caricaturistas legendarios, como Liniers y Maitena, quienes particularmente gozan al reivindicar los trazos y los gags del maestro del humorismo, cuya obra surge por encargo publicitario, para posteriormente erigirse en una de las mitologías del continente Latinoamericano, casi una respuesta al boom literario, desde el campo de un género tenido como menor, para la época de la gravedad intelectual de posguerra.

La serie toma otros derroteros más discutibles, al instante de ceder a un interpretación demagógica de estrellas de la televisión y el espectáculo del continente, como de programa de revista del mediodía.

Pasa porque se escogen los mejores fragmentos de Manu Ginóbili y compañía, pero en rigor aporta menos que un giro tribunero, un gesto populista que se consume y olvida.

Del reparto de actores, Cecilia Roth sobresale porque expresa emociones compartidas, sin exagerar con el histrionismo.

La dirección revela un planteamiento frontal con desplazamientos sutiles de cámara y un enfoque en cenital, que permiten comprender la esencia del arte de Quino, aparentemente simple.

Me hubiese gustado que la realizadora tuviera una presencia destacada en los créditos, Lorena Muñoz, que se tiran rápido y la colocan por debajo de un grupo de “productores ejecutivos”.

Clásica movida del chiquitaje del oficio, al percibirlo como un “laburo” inferior o subsidiario de instancias superiores.

En cualquier caso, hay un manejo correcto en los apartados de fotografía, sonido, música, iluminación y arte.

Los conocedores logran explicar el origen de personajes y símbolos, como el de la sopa que alude a una tiranía, a un poder que se desprecia.

La protagonista no necesita de traducción, sin embargo, se arriesga una interpretación adecuada y respetuosa, que no cede a los chantajes contemporáneos de la cancelación y la deconstrucción odiosa.

Me encanta descubrir el detalle de la influencia de la esposa, en la configuración del perfil femenino de las niñas y mujeres de Quino.

Por fortuna, la pandilla de Mafalda queda bien librada y defendida con amor, tal como fue concebida.

Pero nunca falta la intromisión de un sesgo ideológico, que baja línea y afirma posiciones refutables, como que es un dibujito nada más “socialista”.

Aunque existe una ligera amenaza de imponer una visión “progre”, la serie lo elude con gracia, debido a que el propio Quino jamás reclamó una lectura unidimensional y binaria de su creación.

Ningún artista serio lo hace. Claro que es una reencarnación de muchas capas de sentido de su tiempo. Pero entendida en su conjunto, como muestra la serie, Mafalda rehúye de las clasificaciones maniqueas, sectarias y panfletarias.

Por ello ha llegado tan lejos, pues incorpora valores universales y éticos que podemos compartir.

Dice Savater que la ética resume lo que nos conviene en libertad.

Mafalda nos enseñó que la amistad, el afecto, la democracia, la equidad, el humor y la justicia, son principios que deben privar en una familia que, a pesar de defectos y contradicciones, merece nuestra atención y preservación.

Mafalda es polisémica y generosa, de modo que cada uno sabrá cómo apreciarla en su corazón.

Le agradezco por brindarnos un arquetipo de talla global, y haberme hecho más feliz en mi infancia.

Me late que es el primer paso firme que asume Disney en su idea de dedicarle una película.

Ojalá no la arruinen con sus agendas y compromisos de actualidad.

Dejen quieto lo que está quieto.

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