La convocatoria a elecciones primarias el día 22 de octubre para escoger el candidato de la plataforma opositora a las elecciones presidenciales del próximo año, ha reanimado las posibilidades de cambio democrático que tanto anhelan los venezolanos. Quienes se consideran con opción recorren el país para dar a conocer sus propuestas, activando progresivamente a una población otrora escéptica, resignada a la lucha inmediata por su sobrevivencia y resentida por la frustración de expectativas de cambio que un liderazgo opositor no supo o no pudo concretar. Asimismo, va quedando atrás la competencia de egos, con sus desencuentros y zancadillas entre dirigentes de oposición que, hasta poco, parecían barreras insalvables al logro de la unidad de las fuerzas democráticas, tan necesaria para desalojar a Maduro del poder. La escogencia de venezolanos meritorios, comprometidos con la reconquista de las libertades, para integrar una Comisión Nacional de Primaria que condujera el proceso, sin duda ha contribuido a generar mayor confianza en el camino elegido. Se divisa, entonces, un proceso de cambio por la vía electoral que puede culminar exitosamente, aun ante la falta de escrúpulos del chavo-madurismo y su predisposición a sabotearlo por medio de la violencia y de otras arbitrariedades.
A pesar de tal amenaza, en absoluto desestimable, se han aprovechado los espacios abiertos por las movilizaciones ciudadanas para forjar, de nuevo, una fe creciente en las posibilidades de lograr el cambio. La desesperanza de millones ante la terrible penuria a la que se han visto sometidos, cuya válvula de escape se reducía a la protesta reiterada por el deterioro en sus condiciones de vida, con sus inevitables secuelas represivas, parece ahora conectarse cada vez más claramente con el resurgimiento de una expectativa de transformación política. Luego de desinflarse el auge producido en torno a Juan Guaidó, se asoma ahora una fuerza capaz de sortear el proceloso juego político, plagado de trampas, que ha creado el fascismo para asegurar su poder. Esa fuerza y la expectativa reconstruida de que sí se puede, constituyen los activos más preciados con que cuentan en estos momentos los venezolanos, por lo que deben cuidarse las decisiones y acciones que, inevitablemente, habrán de ponerlos a prueba.
Por las encuestas y reseñas de medios y redes sociales despunta, en este renacer de las movilizaciones por el cambio, María Corina Machado. Sin duda que, en su coraje, su negativa a otorgarle concesiones a la dictadura y la persistencia con la que la ha enfrentado durante estos años, ajena a los caminos del diálogo que otros exploraban, están los méritos que, a los ojos de muchos, justifican su elevación a la primacía de sus preferencias. En ello ha contribuido, claro está, la destemplanza, arbitrariedad e intransigencia del fascismo que, en la práctica, ha cerrado las posibilidades de concertar acuerdos en torno a salidas fundamentadas en el respeto al ordenamiento constitucional y por los derechos humanos. Ante tales posturas de soberbia criminal, la tenacidad de María Corina, sin duda cosecha adhesiones. Cabe señalar, además, que sus propuestas para el cambio y la recuperación del país lucen bastante coherentes y realistas, y están respaldadas por un equipo de profesionales de alta solvencia.
Se le ha criticado, sin embargo, su inflexibilidad, y que es refractaria a consensos más amplios y a abrir espacios para la negociación con el régimen. Su actual ascendencia se explicaría por aquella observación de que incluso un reloj detenido acierta correctamente la hora dos veces al día. De ahí que la verdadera prueba para la candidata se asoma ahora, y parece engrandecerse en la medida en que se acrecientan sus probabilidades de triunfo. ¿Estará en capacidad de convocar a las demás fuerzas, incluidas las del chavismo disidente, en torno a una propuesta consensuada para la transición? ¿Sabrá ejercer la flexibilidad, la visión pragmática para entenderse de manera realista en tan complejo escenario con sus adversarios y poder “cobrar” un eventual triunfo, en bien de las aspiraciones de las mayorías, o recaerá en la tentación de redimir su condición de opositora “pura”, intransigente en sus posturas, que se niega a entramparse en negociar concesiones que faciliten la salida del régimen gansteril?
En lo inmediato, el desafío más grande es asegurar que las primarias culminen exitosamente, tanto como proceso, como mecanismo de reconstrucción de una alternativa democrática creíble, legitimada en torno a una candidatura electa por mayorías. Es un desafío que nos concierne a todos. Si bien es menester prepararse para posibles zarpazos en su contra por parte del chavo-madurismo, valiéndose del tsj u de otras artimañas, la mejor defensa es ratificar la confianza depositada en la Comisión Nacional de Primarias. Ahora que el CNE ofrece dar su apoyo, no debemos caer en la trampa –si es que es su propósito—de enredarnos discutiendo sobre su conveniencia o no, horadando la legitimidad de un proceso que se realizará en apenas tres semanas. Confiemos en la CNP. Luego está el ruido producido –aplacado un poco últimamente—con relación a qué hacer frente a la “inhabilitación” de María Corina o de quien resulta elegido(a). Sin desconocer la necesidad de labrar una respuesta consensuada ante la eventualidad de que se mantenga esta prohibición, en absoluto puede permitirse que ello secuestre los ánimos de las fuerzas opositoras emergentes. Si la movilización en torno a las primarias ha potenciado las perspectivas de cambio, la lucha por hacer desaparecer estas inhabilitaciones debe afianzar esa voluntad, avanzando hacia la conquista de condiciones que hagan cumplir las garantías de participación electoral establecidas en la constitución. Igualmente, debe ser bandera para concertar apoyos y simpatías en aquellos países democráticos que han manifestado preocupación por la situación venezolana. En este empeño, el liderazgo de María Corina Machado, o de quien resulte electo, será crucial. Si, llegado el momento, habrá que resignarse a someternos –con el pañuelo en la nariz–, a esta arbitrariedad para poder seguir avanzando hacia el triunfo electoral, qué remedio. Pero, en absoluto entreguemos nuestra anuencia sin hacer todo lo posible por eliminar tal medida.
Pero, como sabemos, “los rusos también juegan”. Ya hemos mencionado posibles (¿probables?) amenazas a que se nos permita continuar avanzando hacia el triunfo electoral. La cohesión de las fuerzas democráticas en torno a un liderazgo consensuado tiene que traducirse en una capacidad de respuesta a la altura de estos desafíos. Un ingrediente de ello es indagar qué ocurre internamente en las filas oficialistas. Sin pecar de ilusos, el régimen no parece tenerlas todas consigo. Más allá de la internacional gansteril en la que busca refugio, la “revolución” chavo-madurista continúa aislada internacionalmente y sin ideas sobre cómo superar la profunda crisis en que sumió al país, o con una manifiesta indisposición a tomar las medidas del caso. Maduro acaba de regresar de China con las manos vacías. Lejos de dinero a fondo perdido para gastos populistas, sólo habrá para proyectos viables, con las debidas garantías. Y las sanciones, tan criticadas por algunos por su alegada ineficacia para inducir los cambios políticos esperados, sin duda atizan la debacle del oficialismo. Afloran reacomodos que dejan como interrogante si se están abriendo espacios para concertar acuerdos que pudiesen desembocar en elecciones confiables. ¿A qué obedece, por ejemplo, la arremetida contra la minería ilegal de Yapacana, tolerada tanto tiempo? ¿Qué hay detrás de la “limpieza” de la cárcel de Tocorón, o la larga lista de detenciones por el saqueo expuesto en PdVSA? ¿Sectores del chavismo intentan “sanearse” buscando que se les reconozca espacios de respiro, o se trata, simplemente, de ajustes entre mafias presionadas por la adversidad? Mientras, los exponentes más extremos del fascismo, con Diosdado Cabello a la cabeza, buscan torpedear con falsedades, amenazas y medidas represivas las posibilidades de apertura democrática. Y la misión de la ONU (fact finding mission) sobre derechos humanos en Venezuela acaba de ratificar, en su cuarto informe, que continúan ocurriendo graves violaciones a los mismos, a pesar de los alegatos oficiales. Pende, asimismo, las posibilidades de que la CPI enjuicie a Maduro por delitos de lesa humanidad. Por si faltara, los desarrollos petroleros de la Exxon en aguas reclamadas por Venezuela hacen estallar las consecuencias de años de negligencia o de abierta alcahuetería, cuando Chávez, con relación a los intereses de Guyana.
En fin, asegurándose la culminación de las primarias, se abre un período de decisiva actividad política para que puedan materializarse las condiciones para que prospere el cambio democrático. La responsabilidad del liderazgo opositor para arribar a puerto seguro se pondrá a prueba. Parece ser la hora de María Corina Machado. No la dejemos sola, como finalmente ocurrió con Juan Guaidó.
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