En la banda sonora de juventud de nuestros contemporáneos, donde igual estaban los Beatles que los Guaraguaos, hubo una figura de excepción: Charles Aznavour. Una de sus canciones: “Nathalie” fue particularmente exitosa. En ella hablaba de Moscú, de la Plaza Roja, de los Valles de Ucrania y del Café Pushkin. La alusión a estos lugares es sugerente y entraña una curiosidad geopolítica muy importante al día de hoy.
Veamos: Aznavour nació en París y era de origen armenio. Su familia llegó a Francia huyendo de la persecución y el genocidio otomano, coetáneos a la Primera Guerra Mundial. Pero, en realidad, la gran mayoría de los armenios huyó a Rusia, adonde sus hermanos cristianos ortodoxos.
Quizás también, por esta razón, la mayoría de la intelectualidad armenia adhirió al partido bolchevique y a la Revolución de Octubre. No les faltaba razón (o mejor dicho, razones). Al triunfo de la Revolución bolchevique y la posterior formación de la Unión Soviética, fue creada la República Socialista de Armenia y con ello, una patria a la que podían regresar muchos emigrantes a refundar sus hogares.
Probablemente, la melancólica descripción del tapiz de nieve en la Plaza Roja y el chocolate caliente en el café Pushkin tengan, por parte de Aznavour, algún discreto agradecimiento a la acogida de sus hermanos armenios, por parte de la Rusia soviética.
Con la caída de la URSS, no desapareció la solidaridad ruso-armenia. Junto con su vecino Azerbaiyán, formó parte de la unión militar (contraparte de la OTAN y, de alguna manera, heredera del Pacto de Varsovia) llamado Tratado de Seguridad Colectiva.
Pues bien, ocurre que, sin denunciar el tratado vigente, Armenia ha tomado la sorpresiva y audaz decisión de hacer maniobras conjuntas con el ejército norteamericano en su propio territorio. Como para exclamar: “Cógeme ese trompo en la uña”
Las razones de tal decisión parecen evidentes: Azerbaiyán ha procedido a bloquear el corredor humanitario de Lachin que lleva al enclave de Nagorno Karabaj, habitado por armenios, ante la mirada complaciente de Putin que, obviamente, prefiere de aliado a Erdogan, que al pequeño país del Cáucaso.
¿Y qué tiene que ver todo esto con Venezuela? Pues pareciera que mucho, porque, como hemos afirmado muchísimas veces en estas notas, la solución a nuestra pesadilla vendrá en un combo, donde la geopolítica tendrá un papel clave y porque, además, todos sabemos que, en el mundo globalizado, “el aleteo de una mariposa en Tokio puede ocasionar una tormenta en Nueva York”.
Esta semana, nada más, la geopolítica justamente ha echado a rodar sus dados con la aprobación por parte de la AN de un acuerdo para la realización de un referendo sobre la defensa del Esequibo. Las preguntas del mismo no se conocen, lo que hace extraño que se hubiese aprobado por unanimidad, como dicen los reportes de prensa, pero independientemente del grado de legalidad o lógica del asunto, lo que es cierto es que ha sido el propio gobierno el que ha llamado al diablo (que sabemos que no es lo mismo que verlo aparecer) jurungando un tema que se convirtió en un dolor de cabeza para Venezuela, porque Fidel convenció a Chávez de que para lograr los votos del Caricom había que olvidarse de la reclamación contra Guyana.
La supuesta razón es la confirmación de acuerdos (hechos públicos hace tiempo) entre la Exxon y el gobierno guyanés sobre la explotación de yacimientos de hidrocarburos en zonas marítimas en litigio en nuestra disputa territorial. Para ponerle sabor a la denuncia, el gobierno venezolano anuncia que Estados Unidos pretende construir una base militar en el vecino país.
Si esto fuera cierto ¿qué hará Colombia, que es “socio estratégico” de la OTAN?
¿Por quién tomarán partido Cuba y el Caricom? ¿Qué consecuencias tendrá en la Corte Internacional este ambiente de conflicto? ¿Qué hará Putin que invadió a Ucrania con el pretexto de evitar mas fronteras con la OTAN y que ahora tendrá a los Estados Bálticos (a tiro de piedra de San Petersburgo) como nuevos miembros de la organización? ¿y si los guyaneses se ponen creativos y deciden invitar al Comando Sur a unas maniobritas en Georgetown?
La defensa del Esequibo está en nuestro ADN, todos crecimos viendo colgados en nuestras aulas el mapa de Venezuela con la zona en reclamación y en la contraportada de los cuadernos de caligrafía y de matemáticas. Todos los venezolanos estamos contestes de que “el sol de Venezuela sale por el Esequibo”.
Entonces, ¿es responsable que nada más que para encaratar las primarias, le estemos haciendo tan flaco servicio a una causa que es de todos y que puede terminar saliendo todo lo mal que parece que va a terminar?
Por eso es que hay que continuar trabajando para que las primarias se realicen. Que sea el gobierno el que salga de ese enredo en que quiere meternos.
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