Nicolás Maduro se aferra a Xi Jinping, el líder chino más poderoso desde Mao Tse-tung, dada la escasa posibilidad que tiene para conseguir un tercer mandato en una próxima elección presidencial justa, libre, competitiva y verificable.
En su reciente visita a China, durante una semana, la relación bilateral cambió a una “asociación estratégica a toda prueba y todo tiempo” –la otra nación que tiene esta condición es Pakistán–. Un vínculo que permanece constante independientemente de los cambios geopolíticos, económicos o diplomáticos, indicando que la conexión entre ambas naciones no se ve afectada por factores externos o desafíos temporales.
Desde la perspectiva de China, esta relación «a toda prueba y todo tiempo» ofrece: un aliado confiable con el que se puede contar para un apoyo diplomático y, a menudo, estratégico en el escenario global; ventajas para el gigante asiático, ya sea en términos de geopolítica, equilibrio regional de poder o en organizaciones internacionales; proyectos económicos e inversiones mutuas, a menudo como parte de la Iniciativa de la Franja y la Ruta de la Seda, entrelazando aún más las economías de los dos países; contrarrestar la influencia de naciones rivales en una región específica; e intercambios culturales, educativos e interpersonales.
Aunque lo anterior podría interpretarse como una promesa de apoyo inquebrantable por parte de Pekín, también podría implicar una dependencia constante de la otra nación. Para Venezuela, esto puede traducirse en un futuro cada vez más subordinado tanto política como económicamente al Partido Comunista de China.
De hecho, las inversiones que impliquen los acuerdos firmados en el sector energético y eléctrico se realizarán en Renminbi (RMB), la moneda china. Esta decisión busca reforzar la presencia del Renminbi como una potencial unidad de reserva en comparación con el dólar estadounidense. Además, los fondos serán supervisados por Pekín a través de sus corporaciones y la provisión de la deuda estará garantizada, como es costumbre, contra los ingresos obtenidos de las ventas diarias de crudo de Pdvsa a la Corporación Nacional de Petróleo de China (CNPC en inglés). Esta nueva modalidad contrasta con los previos proyectos financiados por el Bandes (2007-2015), el banco de desarrollo estatal venezolano.
Al incorporar Maduro a Venezuela en la órbita del gigante asiático, China no solo obtiene acceso a vastos recursos sino también un aliado incondicional en su enfrentamiento geopolítico contra Estados Unidos y resto del mundo occidental. A medida que el Partido Comunista Chino busca redefinir el orden mundial, países como Venezuela se convierten en una ficha dentro de la estrategia china de rodear a Estados Unidos para controlar una mayor porción territorial en el tablero americano –de la misma forma que en el juego popular chino Go–.
Un beneficio que es además recíproco. En su cruzada contra Washington, el supuesto criminal de lesa humanidad, según la CPI, celebra el “nacimiento de un nuevo orden mundial” de la mano de China, que pone los cimientos para socavar la civilización occidental: individualismo, liberalismo, libertad, constitucionalismo, derechos humanos, igualdad, imperio de la ley, democracia, libre mercado, separación Iglesia y Estado.
El movimiento de Maduro, de convertir la relación a “toda prueba y todo tiempo” con China, es para tener una tabla de salvación ante cualquier eventualidad que ponga en riesgo su permanencia en el poder. Porque la apuesta a Vladimir Putin se resquebrajó inicialmente en 2020, después de la salida de la petrolera rusa Rosneft de Venezuela, que se había convertido en el aliado clave para la estatal petrolera Pdvsa. El Departamento de Tesoro de Estados Unidos había impuesto sanciones y bloqueado activos y cuentas de Rosneft Trading, S. A. y su presidente, por hacer negocios con el régimen de Maduro.
En el primer año de las sanciones impuestas por la administración Trump, Rosneft optó por respaldar al régimen de Maduro, proporcionando las divisas generadas por el manejo de más de 60% de las exportaciones totales de petróleo de Venezuela. Según documentos y datos de Reuters, este petróleo fue dirigido a las refinerías en la India y China, dado que ambos países habían cesado la importación directa del crudo venezolano.
Por otro lado, en 2022, los fondos de diversos ministerios venezolanos, que estaban depositados en bancos rusos, fueron retenidos por el gobierno de Putin cuando Occidente optó por bloquear 300.000 millones de dólares de las reservas en oro y divisas del Banco Central de Rusia en respuesta a las sanciones por la invasión a Ucrania.
Desde la llegada de Biden a la Casa Blanca en 2020, la relación con el régimen de Maduro ha sido revisada, recalibrando las sanciones. La apuesta de la nueva administración estadounidense a la crisis político, social y económica de Venezuela es una elección presidencial semilibre, justa, competitiva y verificable.
Desde hace más de un año, ambas partes negocian directamente, consiguiendo el régimen de Maduro varios incentivos, como la liberación de los sobrinos y la licencia a Chevron para producir y comercializar el petróleo venezolano, entre otros.
La administración de Biden considera la posibilidad de suavizar las sanciones económicas sobre Pdvsa y liberar los fondos retenidos al régimen venezolano, con el objetivo de que Maduro facilite una solución electoral a la crisis.
No obstante, el sucesor de Chávez sabe que, en la coyuntura actual, ganar la elección representa un gran desafío. Necesita disponer de varios miles de millones de dólares que no tiene actualmente y que Xi tampoco le proveyó en su reciente visita.
Por lo tanto, Maduro se abraza al nuevo emperador de China con la esperanza de mantenerse en Miraflores, de que sea su aliado «a toda prueba y todo tiempo» en el momento que opte por la realización de un proceso electoral similar al de 2018, cuando países como Estados Unidos, Reino Unido, Canadá y la Unión Europea no lo reconocieron como presidente legítimamente electo. También espera que Chevron continúe entregándole divisas legales, hasta que las corporaciones chinas vuelvan a invertir los renminbis en el país. Entonces será una ficha del Partido Comunista de China, hasta que el bravo pueblo venezolano se libere de la opresión.
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