Todos estamos sorprendidos por lo que pasa y no pasa en el mundo. Es como si nos llegó la hora a todos los habitantes de este hermoso planeta de preocuparnos, de sufrir y de ver la cara del mismísimo demonio. Ya no queda lugar que podamos imaginar para un retiro placentero. Todo es un caos, una interminable situación donde pareciera que lo que encontramos son cosas malas, muy malas. Ya ni siquiera tenemos paz espiritual y tranquilidad. Desde el año 2019 vivimos los peores días, uno peor que el otro.
Despertamos con esperanza, pero a medida que avanzan las horas solo recibimos malas noticias. Incendios, inundaciones, terremotos, tormentas, secuestros, asesinatos. Hemos descubierto lo peor de los seres humanos, miramos al cielo como implorando un cese de toda esta maldad y recibimos alianzas y más alianzas entre países y mandatarios para seguir apretando la soga que nos ahorca.
Ya no hay en quién confiar, los gobiernos se encargaron de que así fuese. Solo nos queda esperar con fe que uno de estos días seamos sorprendidos por el amanecer de un nuevo y diferente día, sin saldos que lamentar, con ofertas de mejor salud, mejores empleos, mejores salarios y mayor solidaridad entre los hombres.
Nos negamos a creer eso que “la sociedad nos corrompe”. Necesitamos que los hombres nazcan buenos y se mantengan buenos, como bien asegura aquel tema de Yordano: «Algo bueno tiene que pasar, algo bueno tiene que llegar».
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