Las alcantarillas de Bruselas cuentan desde hace unas semanas con pinturas del artista local Parole con las que, junto a un museo dedicado a esta infraestructura y sus trabajadores, buscan crear conciencia sobre la importancia de la gestión de residuos.
“Queríamos ofrecer algo diferente, algo más, y nos pareció interesante conmemorar los cincuenta años del mayo del 68 con esta intervención artística de Parole, que será la primera de muchas, todavía por anunciar”, aseguró el guardián y guía del Museo de las Alcantarillas de Bruselas, Tony Bergmans.
Este primer trabajo de Parole se encuentra en uno de los túneles de la capital belga, el cual fue adaptado para recibir visitas y consiste en una serie de pinturas que representan palabras y experiencias de los trabajadores de las alcantarillas, tanto del pasado como del presente.
“En otros países hay gente que incluso vive en las alcantarillas y recurre al grafiti para expresarse en ellas, por lo que tomar esa práctica y dirigirla a los trabajadores es una novedad interesante”, señaló Bergmans.
Los símbolos trazados por Parole en tiza blanca orgánica resultan casi luminiscentes, llenan todo un túnel del subsuelo de Bruselas y contrastan con un entorno lúgubre donde las únicas constantes son la oscuridad, la humedad y el ruido del colector y los desagües.
Esta obra, que lleva por nombre “Colectores de rastros”, es efímera: desaparecerá cuando el nivel del agua suba lo suficiente y borre las palabras de los trabajadores, entremezcladas del mismo modo que el intrincado sistema de túneles de la ciudad.
Conciencia. Aunque esta iniciativa es novedosa, Bruselas lleva años intentando crear concienciar sobre la importancia para su día a día de los más de 3.000 kilómetros de túneles que recorren sus 19 distritos.
“El Museo de las Alcantarillas lleva activo desde 1989, un año después de que uno de los trabajadores muriese durante una subida repentina del nivel del agua de la que no pudo escapar”, explicó el guía, quien recordó que el trabajo que se realiza allí “es muy peligroso”.
La exposición permanente del museo, dividida en dos partes conectadas bajo tierra por un túnel, se centra en dos aspectos fundamentales del alcantarillado: la propia infraestructura que permite gestionar los residuos y los obreros que lo hacen posible.
Este museo recibe al día alrededor de cien visitas, que pueden recorrer un pequeño tramo del alcantarillado con iluminación y condiciones adaptadas para el público y que discurre en paralelo al río Senne.
Para gestionar los 350 kilómetros de túneles del distrito central de la ciudad son necesarias cerca de 120 personas, todas empleados públicos, mientras que en los 18 distritos restantes, que suman 2.650 kilómetros, el servicio está externalizado.
Los trabajadores van ataviados con ropa resistente a la humedad, botas de cuero o goma con tachuelas que permiten mantenerse firmes en superficies resbaladizas, un casco luminiscente y una linterna de gran potencia que les permite orientarse a través de la oscuridad total de los túneles.
Cambios y análisis. Los tiempos y la tecnología también han traído cambios y, mientras que en el pasado era necesario llevar una jaula con un canario para detectar bolsas de gas metano (el ave se duerme cuando lo respira), hoy cuentan con detectores que les advierten de estas concentraciones.
“Hay prácticas del día a día que dificultan el trabajo, como la costumbre de tirar al alcantarillado aceite o medicamentos”, señaló Bergmans, quien advirtió de los peligros que pueden suponer estos pequeños gestos que, en el caso concreto de Bruselas, implican multas para los que los llevan a cabo.
Además de la propia gestión de residuos, los trabajadores también se encargan de recoger y analizar muestras de agua para medir su calidad o, en algunos casos, el consumo de drogas.
“Cada vez es más importante crear conciencia sobre la importancia que tiene para nuestro día a día el trabajo que se realiza aquí abajo”, concluyó Bergmans, y recordó que las condiciones laborales en las alcantarillas hacen que muchos empleados enfermen.
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