Los patrones migratorios de América Latina y el Caribe han estado atravesando cambios significativos acompañados por un gran aumento de los flujos de inmigrantes. Estos cambios comenzaron en la década de 2010, principalmente, producto de las crisis humanitarias que se desataron en Venezuela y Haití, pero también debido a una integración regional más amplia, en particular, dentro del Mercosur y de la Comunidad Andina. Desde mediados de esa década, el desplazamiento masivo de venezolanos ha dado lugar a un aumento sin precedentes de la población inmigrante en muchos países de América Latina y el Caribe. Entre 2010 y 2020, la participación de los extranjeros en la población total aumentó en prácticamente todos los países latinoamericanos y caribeños, excepto Paraguay (en total, prácticamente se duplicó).
Estos datos son producto de un informe elaborado por un grupo de especialistas del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Los 12 países de América Latina y el Caribe analizados en este informe (más Brasil) albergan a cerca de 12 millones de residentes extranjeros (aproximadamente 2,2% de su población total). En cambio, en 2020, los inmigrantes asentados en los países de la OCDE daban cuenta de alrededor de 14% de su población.
En los últimos 10 años, los países en los que la población inmigrante aumentó más fueron aquellos que recibieron las mayores cantidades de venezolanos (Colombia, Perú y Chile). Esto impulsó a los países a implementar permisos y visas especiales para regularizar la situación de los inmigrantes afectados por estas crisis humanitarias. Recientemente, se han implementado esquemas de regularización en Chile, Colombia, Ecuador, Perú y la República Dominicana.
América Latina y el Caribe
En la mayoría de los países de América Latina y el Caribe, los inmigrantes, en particular, los que tienen entre 15 y 34 años de edad, tienen más probabilidades de tener empleo y de participar de la fuerza de trabajo que sus pares nativos. Más aún, los inmigrantes tienen menos probabilidades que los nativos de estar desempleados en la mitad de los países de América Latina y el Caribe, mientras que en casi todos los países de la OCDE sucede lo contrario. Además, en la mayoría de los países, los extranjeros sufren menos situaciones de desempleo de largo plazo que los nativos y, a diferencia de lo que sucede en la OCDE, en promedio, ocupan más puestos altamente calificados que los nativos. A esto se suma que en sólo 4 de los 9 países para los cuales hay datos disponibles (Chile, Costa Rica, Ecuador y la República Dominicana), los inmigrantes están sobrerrepresentados en los puestos de trabajo poco calificados, mientras que esto sucede en prácticamente todos los países de la OCDE.
Si bien la pobreza (relativa) es más prevalente entre los extranjeros que entre los nativos en la mayoría de los países de la OCDE, en 6 países de América Latina y el Caribe (de un grupo de 10), sucede lo contrario. La menor incidencia de la pobreza entre los inmigrantes se observa de manera particular en Chile, Panamá y Perú. Sin embargo, en la República Dominicana y Trinidad y Tobago, los índices de pobreza son más altos entre los extranjeros que entre los nativos. Algo similar ocurre respecto de las diferencias entre las condiciones habitacionales de los inmigrantes y los nativos, que son mucho menores en ALC que en la OCDE. Sin embargo, en cerca de la mitad de los países de América Latina y el Caribe, los inmigrantes tienen más probabilidades que sus pares nativos de vivir hacinados y en viviendas precarias sin acceso a los servicios básicos (especialmente, en Colombia y la República Dominicana).
En casi todos los países de América Latina y el Caribe analizados (excepto Trinidad y Tobago), por ley, los niños y los adolescentes tienen derecho a la educación pública obligatoria y a las instituciones públicas de cuidado de la primera infancia, independientemente de su situación migratoria. Sin embargo, las escuelas enfrentan muchos retos a la hora de acoger e integrar a los niños inmigrantes, en particular, cuando se reciben flujos migratorios masivos. En la mitad de los países de América Latina y el Caribe analizados, los niños extranjeros tienen menos probabilidades de estar escolarizados que sus pares nativos, especialmente, en Colombia y la República Dominicana. Esto sucede en todos los grupos etarios. Al mismo tiempo, al igual que en la mayoría de los países de la OCDE, es más probable que los extranjeros no cuenten con las competencias básicas de lectura a los 15 años comparados con los nativos, en particular, en Brasil, Costa Rica y México (con una diferencia de más de 10 puntos porcentuales entre los dos grupos). También tienden a abandonar antes la escuela y, al finalizar sus estudios, tienen más probabilidades que los nativos de ser nini (no estar ni estudiando, ni capacitándose, ni empleados); a este respecto, las diferencias más marcadas (de hasta 12 puntos porcentuales) se observan en Colombia, Costa Rica y la República Dominicana.
Si bien, actualmente, los niños extranjeros muestran peores resultados educativos que los niños de los países de acogida, los inmigrantes que llegaron a los países de ALC siendo adultos, en general, han alcanzado niveles educativos más altos que los de sus pares nativos. En 8 de los 12 países de América Latina y el Caribe, la participación de los inmigrantes en edad de trabajar (de 15 a 64 años) con educación terciaria es mayor que la participación delos nativos (28% y 23%, respectivamente). Esto se comprueba, en particular, en Chile, Perú y Uruguay. Asimismo, la participación de las personas con niveles educativos bajos es mucho menor en la población inmigrante que en la nativa (33% y 44%, respectivamente). Esto constituye una diferencia fundamental con respecto a los países de la OCDE, donde, en promedio, los inmigrantes están sobrerrepresentados en los dos extremos de la escala de niveles educativos.
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