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El cumpleaños de Henry Kissinger. A propósito de los cincuenta años del golpe de Estado en Chile

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Por ENRIQUE MOYA 

«Aunque a Kissinger le terminó gustando Kant,

no queda claro que a Kant le hubiera gustado Kissinger»

Kissinger, a Biography, Walter Isaacson

“- Tony Lacey es un tonto.

– Pero se graduó en Harvard.

– Harvard también comete errores:

Kissinger enseñaba allí”.

Annie Hall, Woody Allen

“No existen atajos diplomáticos que conduzcan al dominio;

el único camino que lleva a él es la guerra”.

Diplomacy, Henry Kissinger

A Henry Alfred Kissinger se le recuerda, a los 28 años, como un joven idealista recién salido de Harvard: en tanto prepara su doctorado en Ciencias Políticas, funda una revista de filosofía política a la que llama Confluence: an International Forum. A fin de evitar malentendidos acerca de las intenciones de su magazine y de su ambición intelectual, invita a participar a destacados pensadores y políticos del siglo xx (1). He aquí algunos de ellos: Hannah Arendt, Lillian Smith, Arthur Schlesinger Jr., Raymond Aron, Reinhold Niebuhr,  Denis Healey, Robert Strausz-Hupe, Herbert von Borch… (2).

En su país de adopción, Estados Unidos, también se le recuerda –y así será recordado– por ser ora playboy ora dandy de la jet set washingtoniana y asiduo de los círculos artísticos e intelectuales neoyorquinos, a quienes les pareció por fin haber encontrado a un republicano inteligente de sonrisa y gestualidad demócrata; por ser producto summa cum laude de las aulas de Harvard University y, por tanto, estrella rutilante en las conversaciones de entremés que él convertía en ágoras originales, interesantes. Conservadores y liberales, diplomáticos de todas las ideologías y militares escépticos ante cualquier conversación que incluyera la palabra “negociación”, le escuchaban con atención; lo que decía solía tener sentido y conectar con cualquier auditorio; sus conclusiones sobre política exterior, por despiadadas que fueran, eran expuestas con el ritmo y belleza de una epopeya de Homero. De todos los secretarios de Estado norteamericanos no hay otro que pronto se haya instalado en el imaginario popular como él: su admirable y diestra manera de ganar un Premio Nobel de la Paz y ser al mismo tiempo heredero aplicado y hacedor intelectual de la política que generó un vasto número aún no determinado de víctimas mortales en varios continentes no dejó a nadie indiferente. Esta maestría poco vista le hizo ganar más admiradores y los elogios de quienes incluso estaban en su contra; guerreros y pacifistas lo aplaudían por igual: difícil imaginar que bombardeando aldeas campesinas en Vietnam o Camboya merezca un reconocimiento tal en una ciudad tan civilizada y atenta a los derechos humanos como Oslo. Habría que remontarse a finales del primer milenio (872-933 a. C.), en tiempos del rey Harald el de Hermosos Cabellos —primero en regentar con mano de hierro los destinos del reino de Noruega y someter a espada, fuego, sangre y muerte a nobles, campesinos y vikingos—, para encontrar galardones equivalentes por arrasar y masacrar poblaciones enteras. Cosas de escandinavos, quizá.

De esta época también se le recuerda por una de sus propuestas más perturbadoras. Se trata del National Security Study Memorandum NSSM 200 de 1974 (3). Presentado en el elegante verbo burocrático habitual en él, Kissinger convierte el crecimiento poblacional del resto del mundo en un problema para la seguridad nacional de Estados Unidos, debiendo, por tanto, ser controlado mediante el aborto, los programas de esterilización y los anticonceptivos (4).

Desde entonces en el resto del mundo se le recuerda —y así será siempre recordado— por transitar por las zonas más tenebrosas de las relaciones internacionales en la segunda mitad del siglo xx. Espíritu oscuro en el juego de los intereses geopolíticos de las potencias termonucleares y de las intrigas y golpes de Estado en África, Asia y Latinoamérica, es referente clásico y destacado representante de la Realpolitik contemporánea. Se le recuerda y recordará como el hombre que sí estuvo aquí para aggiornare con ideas propias de las viejas doctrinas de Estado nacidas en la Europa de los grandes teóricos y hacedores de política: Maquiavelo, Richelieu, Metternich, Chateaubriand, Clausewitz, Bismarck, Talleyrand sirven de referencia y pie de notas para las tesis kissingerianas expuestas en sus libros… Su Realpolitik surge, por tanto, como engendro considerado indispensable ante los escenarios abiertos tras la caída de los imperios europeos en la Primera Guerra Mundial –y la del Reich de los mil años (Drittes Reich) con la Segunda– y sus caducos modelos en las relaciones de poder y la gestión del dominio y expansión territorial mediante la guerra. De acuerdo con quienes desmenuzan esta tesis, desde ese momento, y en adelante, los EE UU sería quien redirigiera el curso político del mundo y el management global de la fuerza militar.

Pero es en el viejo continente, en pleno conflicto de Hitler contra el mundo y en el periodo posterior de reconstrucción, cuando comienza a fraguarse lentamente la leyenda del Kissinger, tal como hoy lo  conocemos. Y da comienzo en 1943 cuando, el mismo día y a la misma hora, se convierte en soldado y ciudadano norteamericano a la vez. En sus inicios, como sargento del US Army de marcado acento bávaro que regresa a su país de origen, Alemania, como traductor y agente de inteligencia con destacada hoja de servicios.

Hagamos un breve paréntesis sobre el Kissinger ciudadano alemán. Cuenta Walter Isaacson, en Kissinger a Biography, que cuando se reinstaló la represión contra los judíos en su Baviera natal, el joven Henry (para entonces su nombre era Heinz), no obstante una ley que prohibía a los judíos asistir a reuniones, fiestas o… a partidos de fútbol, igual se escapaba haciéndose pasar por alemán para ver a su equipo favorito. Rara afición en un joven a quien los amigos de esa época recuerdan como el chico que siempre llevaba un libro bajo el brazo. Razones para ello no faltaban: al venir de una familia de clase media judeoalemana dedicada a la enseñanza como maestros de escuela, sus hijos habían adquirido el principio vital de la educación. En una sociedad alemana que siempre se enorgullecía del conocimiento y la cultura, esta era la mejor forma de ser tratados como iguales, de no ser segregados como históricamente lo habían sido durante siglos. De hecho, según Isaacson, el Kissinger de esa época se consideraba más alemán que judío. Pero eso no duraría mucho tiempo: en 1938, con las leyes raciales de Núremberg (1935) ejecutadas con todo rigor y tres meses antes de la Kristallnacht, la familia Kissinger decide emigrar de Alemania a Estados Unidos. Henry tenía 15 años. El resto de parientes cercanos, que se quedaron en Alemania, no sobrevivieron el Holocausto (5).

Luego de regresar del frente y con la experiencia adquirida en la burocracia militar y en el aparato de inteligencia, continúa su exitosa carrera hacia el poder como alumno aventajado en la Escuela de Ciencias Políticas de la Universidad de Harvard (aquí, revelan ciertos archivos, espió a sus colegas para el FBI de Edgar Hoover) (6). Posición que consolida luego como asesor de Seguridad Nacional y más tarde secretario de Estado, en épocas las que hay que tomar decisiones cruciales sobre el Sudeste Asiático, China, la Unión Soviética y sobre cómo lidiar con el problemático estatus del paralelo 38; a fin de cuentas, a ninguna superpotencia le agradan los armisticios, y menos el que aún rige en la frontera más caliente y peligrosa del planeta: la península de Corea.

Chile, Argentina, Centro América (Escuela de las Américas, Plan Cóndor, etc.) pertenecen, en alguna medida, a un anecdotario heredado y mejorado por Kissinger que, para la política norteamericana, con excepción de la Crisis de los Misiles en Cuba, eran problemas muy menores. Un “patio trasero” se cuida como un corral para guardar cachivaches, pero no se destruye en guerra abierta con napalm. Los asuntos de la América pobre se disputaban sin estruendos ni fuegos artificiales; jardineros y peones locales laboraban en la sombra del traspatio. Por el corral latinoamericano Kissinger pasaba muy de cuando en cuando, como el arquitecto que va a inspeccionar la obra para ver si se ajusta al plano original y luego, de ser ese el caso, dar el visto bueno para continuar el trabajo; o, en caso contrario, exigir notables mejoras y eficiencia en el tiempo de entrega acordado. Y, tal como Potemkin con Catalina la Grande (según ese mito instalado hoy como verdad), los dictadores le narraban maravillas sobre sus logros para el desguace intelectual y físico de la disidencia. El universo carece de sentido: injusticia poética que en 2023 Salvador Guillermo Allende cumpla 50 años de muerto y el corresponsable de derribar su gobierno y llevarlo al suicidio, Henry Alfred Kissinger, 100 años de vida. Por esta rara sincronía de la historia, los destinos de ambos hombres jamás dejarán de cruzarse.

Kissinger, cinco obras esenciales

El Kissinger teórico, académico, analista, ensayista, politólogo, pensador estratégico, hay que ubicarlo en sus libros, no en los medios de comunicación ni en los informes sobre los diversos campos de batalla donde ejerció de gladiador técnico a la sombra. En sus obras se vinculan episteme y doxa, rigor académico y libro de divulgación, análisis crítico de lo que Hegel denomino Zeitgeist y las toscas maneras con las cuales se presenta la realidad en todas las épocas cuando del ejercicio del poder se trata. El mundo antiguo se refleja en el moderno, en páginas vibrantes de erudición y ejemplos notables sobre el pasado y presente de la política, las aberraciones de la guerra y los trucos de la negociación diplomática, además de la revisión y falsación de aspectos históricos no bien dilucidados sobre los siglos xx-xxi norteamericano. Su obra ambiciona explicar el constructo del mundo contemporáneo y el origen de las especies surgidas de él, y de cómo estas criaturas se han ido desarrollando, a favor o en contra, bajo el influjo de la Realpolitik kissingeriana y los intereses nacionales del país que por décadas ha representado. Sus libros muestran al Kissinger coleccionista de hechos y teorías, de contingencias y polilogías. Las sofisticadas hipótesis formuladas por él, luego instrumentadas en la realidad con los resultados por todos conocidos, parten de esa gran colección. Sus obras dialogan unas con otras. Por momentos, debaten, amplían, rectifican o matizan sus profecías de antaño; en otros, confirman sus visiones de décadas atrás como si se tratara de estudios comparativos entre realidad sugerida, realidad inventada y los procesos que, finalmente, tuvieron lugar. Con su literatura Kissinger intenta, dicen sus críticos, forjar en papel un legado que en la realidad estadística de las guerras y complots en las que participó desmiente: preparándose para su final, no quiere pasar a la historia con el desagradable mote de “Criminal de guerra”.

Demos, pues, un vistazo a cinco de sus obras fundamentales.

Nuclear Weapons and Foreign Policy (1957) / Armas nucleares y política exterior

Cinco años después de fundar Confluence (1952) se publica un libro fundamental que tendría consecuencias en el pensamiento y los criterios de seguridad en la geopolítica de las superpotencias. Su título, una declaración de principios y al mismo tiempo especie de manual de cómo enfrentar/evitar incendios: Nuclear Weapons and Foreign Policy. A estas alturas, un Kissinger de 34 años gana, por así decirlo, su primer millón de dólares: Nuclear Weapons and Foreing Policy se convierte en su primer Best seller. Libro pertinente en un momento en que el dictum nuclear regía las relaciones internacionales y eran militares, no los civiles, quienes hacían prevalecer sus criterios al respecto y las formas de uso del armamento nuclear en los teatros de guerra. También oportuno para los estadounidenses de a pie que, aterrados ante la perspectiva de que los misiles soviéticos acabaran con el American Way of Life, acudían prestos a cualquier fuente de información que los orientara ante una hecatombe que creían inminente. Podría afirmarse que con esta obra despega la figura de Kissinger ante el público como gran sabio nacional en el tema y experto jugador en el ajedrez geopolítico:

– “Desde que el final de la Segunda Guerra Mundial nos trajo, no la paz que buscábamos con tanta seriedad, sino un armisticio inquieto, hemos respondido con lo que puede describirse mejor como una huida hacia la tecnología: ideando armas cada vez más temibles. p. 3

– “Se dice que el poder de la nueva tecnología armamentística ha dado lugar a un tratado tácito de no agresión: un reconocimiento de que la guerra ya no es un instrumento de política concebible y que, por esta razón, las disputas internacionales solo pueden resolverse por medio de la diplomacia” p. 4.

– “Nuestra invulnerabilidad pasada ha fomentado la ilusión de que existen respuestas ‘puramente’ militares a los problemas de nuestra seguridad y que la política termina donde comienza la estrategia. Pero el lujo de tal enfoque terminó con nuestro monopolio atómico. De ahora en adelante, nuestro problema será algo familiar para las naciones menos favorecidas: cómo relacionar lo deseable con lo posible y, sobre todo, cómo vivir con una posible catástrofe” p.20.

– “Puede parecer una paradoja pedir a la diplomacia que rescate a la humanidad de los horrores de un holocausto termonuclear ideando un marco de limitación de la guerra” […] “La diplomacia nunca se ha enfrentado a un desafío más temible. Porque casi todo conspira contra la negociación sutil, el ingenioso compromiso de la diplomacia clásica. La diplomacia, el arte de resolver disputas mediante negociación, presupone que todas las grandes potencias acepten un marco que reconozca la necesidad tanto del cambio como de la armonía continua” p. 203.

– “Como el poder más fuerte y quizás más vital del mundo libre [Estados Unidos], enfrentamos el desafío de demostrar que la democracia es capaz de encontrar la certeza moral para actuar sin el apoyo del fanatismo y para actuar sin garantías de éxito” p. 436.

The White House Years (1979) / Los años en la Casa Blanca

Presidentes, secretarios de Estado y asesores de Seguridad Nacional han ejercido el anecdotario de su paso por la Casa Blanca para hacerse millonarios; el último de ellos, John Bolton (Asesor de Seguridad Nacional de Donald Trump) con su The Room Where It Happened: A White House Memoir (7). Por lo general, estas memorias no pasan de la anécdota con frac, son lecturas para satisfacer la curiosidad nacional; sin ningún valor histórico de importancia; sin revelaciones que ayuden a entender mejor los procesos políticos y decisorios fraguados desde el Top Secret en el Salón Oval. Pues hasta el más tonto de los secretos está amparado bajo una ley inflexible que jerarquiza documentos, conversaciones o bostezos en tres categorías: confidential, secret y top secret. The White House Years, premiado con el National Book Award in History de 1980, con sus 1521 páginas es, sin duda, más que un anecdotario, un libro de historia y análisis (al igual que el Volumen II, Years of Upheaval, Años de agitación). En estas memorias, el autor va más allá y narra los asuntos de Estado como lo que al parecer son: un juego entre la ética y el conflicto de intereses, lo teórico y lo empírico, la verdad y sus matices, la religión protestante y la política, el crimen de Estado o el soborno político, el nido de los halcones y el hogar de las palomas, cuya diferencia, al final, carecía/carece de importancia porque todos conviven bajo el mismo ethos. Este libro es vasto en precisiones, reconsideraciones, reinterpretaciones y temas aún pendientes de encaje en la realidad histórica. Debido a su extensión, y la efemérides que cada septiembre nos convoca en Chile, nos limitaremos a citar algunos párrafos del así llamado por Kissinger The Coup That Never Was (El golpe que nunca ocurrió) en referencia al golpe de Estado acaecido en Chile y el posterior suicidio de Allende, que este año cumple medio siglo:

– “Nixon estaba fuera de sí. Durante más de una década, había criticado a las administraciones demócratas por permitir el establecimiento del poder comunista en Cuba. Y ahora lo que percibía —no equivocadamente— como otra Cuba había surgido durante su propia Administración sin que se le hubiera dado la oportunidad de tomar una decisión. Esto explica la virulencia de su reacción y su insistencia en hacer algo, cualquier cosa, que revirtiera la negligencia anterior. […] todas las agencias se lanzaron a una reevaluación frenética. […] ahora, por fin, había unanimidad en que se debía hacer algo, impulsado por un presidente igualmente decidido…”.

– “Sin convicción real, decidimos instruir al embajador Korry para que preparara una ‘evaluación a sangre fría’ de la probabilidad y factibilidad de un golpe militar y de los pros y los contras involucrados en ‘organizar una efectiva futura oposición chilena a Allende”.

– “… Nixon le dijo a Helms que quería un gran esfuerzo para ver qué se podía hacer para evitar la ascensión al poder de Allende: si hubiera una posibilidad entre diez de deshacernos de Allende, deberíamos intentarlo. […] Deberían recortarse los programas de ayuda a Chile; su economía debería ser exprimida hasta que ‘grite’. Helms debería pasar por alto a Korry [embajador estadounidense en Chile] e informar directamente a la Casa Blanca, que tomaría las decisiones finales”.

– “La única posibilidad que quedaba para impedir el ascenso de Allende era un golpe militar como preludio de nuevas elecciones. Reflejando el consenso, Alex Johnson y yo enviamos conjuntamente un cable secreto a Korry, en la Vía I, pidiéndole que reforzara con los militares las graves consecuencias de una presidencia de Allende y autorizándolo a reiterar las garantías de asistencia militar estadounidense continua si se actuaban [es decir, si daban el golpe de estado]”.

– “Cuando finalmente Allende fue derrocado, fue por su propia incompetencia e intransigencia. Los jefes militares sin consultarnos se movieron contra él por iniciativa propia porque estaban convencidos de que él tenía la intención de tomar el poder total y estaba a punto de organizar su propio golpe de Estado con ese fin”. pp. 761 – 796. Cap. XVII. – The Autumn of Crises: Chile.

Diplomacy (1994) / Diplomacia (1996)

Si White House Years fue una historia, desde la óptica estadounidense, de la política de confrontación de la Guerra Fría y de los sucesos que la rodearon a lo largo del siglo xx, Diplomacy (Diplomacia) expone una historia general, conceptual e ideológica de la diplomacia, básicamente, europea y su posterior reflejo en la estadounidense. Los éxitos y reveses de la política exterior de las antiguas potencias europeas y la gestión norteamericana de sus intereses en el mundo se despliegan por sus 912 páginas. Pensado como libro para la academia es, sin embargo, un libro para interesados y potenciales lectores de cultura promedio. Este libro se emparenta con White House Years, por su carácter histórico y pedagógico. Este estudio busca educar al público norteamericano sobre la historia en general y ciertos aspectos muy puntuales, porque para un europeo, asiático o latinoamericano, más conscientes de su propio pasado, puede resultar un libro de obviedades un tanto reiterativas. Pero lo que sí puede interesar de Diplomacy (catalogado por algunos como su mejor libro) es el punto de vista de la diplomacia norteamericana y su visión de los procesos políticos ajenos a su órbita de influencia:

– “El hincapié que hacían los gobernantes norteamericanos en los fundamentos morales de la conducta de su país y en su significación como símbolo de libertad, los llevó a repudiar los lemas de la diplomacia europea: que el equilibrio del poder destilaba una armonía última a partir de la competencia entre intereses egoístas, y que las consideraciones de seguridad suplantaban los principios del derecho civil; en otras palabras, que los fines del Estado justificaban los medios” p. 22.

– “Nunca chocaron el afán de expansión de los Estados Unidos y su creencia de que constituían un país más puro y de mejores principios que ninguno de Europa. Como no consideraban política exterior su expansión, los Estados Unidos pudieron valerse de su fuerza para imponerse sobre los indios, sobre México y Texas, con la conciencia tranquila. En pocas palabras, la política exterior de los Estados Unidos consistiría en no tener una política exterior” p. 24.

– “…Así, los dirigentes británicos, con una extraña muestra de unanimidad que cundió por todo el arco político, desoyeron las advertencias de Churchill. Basándose en la premisa de que el desarme y no el rearme era la clave para la paz, trataron a Hitler como si se tratara de un problema psicológico, no como un peligro estratégico” p. 300.

– “Por regla general, los países que luchan por la estabilidad y el equilibrio deben hacer todo lo que esté en su poder para decidir sus condiciones básicas de paz cuando aún están en guerra. Mientras el enemigo esté en el campo de batalla, su fuerza aumenta, indirectamente, la del bando de la paz. Si se pasa por alto este principio y se dejan sin resolver las cuestiones clave hasta que llegue la conferencia de paz, la potencia más decidida quedará en posesión de las recompensas, y sólo se la podrá desalojar mediante una grave confrontación” p. 403.

– “… Roosevelt partió de la premisa de que los Estados Unidos eran una potencia como cualquier otra, y no una singular encarnación de la virtud. Si sus intereses chocaban con los de otros países, los Estados Unidos tenían la obligación de utilizar su fuerza”. […] y “en casos flagrantes de maldad o incompetencia, a ejercer, aun con renuencia, un poder policíaco internacional” pp. 27-28.

On China (2011) / China (2012)

Era de esperar que alguien que trabajó duro por restablecer los lazos de China con Estados Unidos y, con ellos, la entrada de la inversión y el comercio occidental de forma pacífica, escribiera un libro titulado On China (titulado China en la versión en español). No hay que olvidar que los británicos entraron a este país cañones mediante; el emblemático puerto de Hong Kong y los llamados Nuevos Territorios, restituidos en 1997, una vez que caducó el centenario tratado, es un ejemplo del tipo de protocolos firmados con la espada británica al cuello; modos a los que solían recurrir los europeos en sus operaciones coloniales y comerciales en toda Asia, África y América Latina. Lo dicho merece la siguiente digresión: el bloqueo naval de Venezuela (1902-1903) por parte de Alemania, Gran Bretaña e Italia (entre otros) para exigir el pago de deudas de ese país con empresas europeas es un destacado ejemplo. El historiador venezolano Rafael Arráiz Lucca señala que recientes investigaciones revelan que  “Alemania había proyectado una situación más permanente de sus tropas en Venezuela, llegando incluso a concebirse una suerte de dominio estable” (7) (es decir, muy similar al que los ingleses tomaron por la vía militar en el sur de China; esto es, Hong Kong); pero la inmediata intervención norteamericana dejó claro que no quería potencias europeas en su patio trasero.

On China se dedica a dar sentido a la historia y sus relaciones con el resto del mundo sobre un país que en la mente Occidental está saturado de clichés, lugares comunes, ignorancias a granel, malentendidos y potentes prejuicios. Con sus 627 páginas, Kissinger intenta poner al tanto sobre una antigua civilización que no termina de ser entendida en este lado del mundo. A través del tiempo ha habido contactos esporádicos pero de importancia entre China y Estados Unidos. Aunque se le atribuye al dúo Nixon-Kissinger los primeros acercamientos políticos de envergadura del siglo xx, en realidad fue en la Segunda Guerra Mundial (con Roosevelt-Truman) cuando China cedió su espacio terrestre y aéreo a fin de que los bombarderos norteamericanos arrojaran sus bombas sobre Japón y tuvieran un punto desde donde despegar/aterrizar. Y esto ocurrió, no obstante que el Congreso estadounidense proclamara la Ley de Exclusión china 60 años antes (1882) y que la Corte Suprema declarara ilegal, en 1902, la inmigración china en todo el territorio de los Estados Unidos. Este fue el comienzo de una cooperación de gran calado político (de hecho, y a razón de ello, esa Ley de Exclusión china fue levantada en plena Segunda Guerra Mundial, en 1943), luego frustrado por las ambiciones geoestratégicas e ideológicas de ambos. On China acaso sea el trabajo general más condensado del pensamiento antiguo y contemporáneo del país de los mandarines que se haya escrito:

– “Ha sido un camino complejo, pues ambas sociedades consideran que representan valores únicos. La excepcionalidad estadounidense es propagandista. Mantiene que este país tiene la obligación de difundir sus valores por todo el mundo. La excepcionalidad china es cultural. China no hace proselitismo; no reivindica que sus instituciones tengan validez fuera de China. Sin embargo, el país es el heredero de la tradición del Reino Medio, que clasificó de manera formal el resto de los Estados en distintos niveles tributarios basándose en su aproximación a las formas culturales y políticas chinas; en otras palabras, aplicó un tipo de universalidad cultural” p.16.

– “Mao intentó abordar el peligro que corría China recurriendo a una estratagema clásica en su país: enfrentar a los bárbaros entre sí y obtener respaldo de los enemigos situados más lejos para actuar contra los más cercanos. Nixon, fiel a los valores de su sociedad, invocó los principios wilsonianos para proponer que se invitara a China a entrar de nuevo en la comunidad de naciones: ‘No nos podemos permitir —escribió en un artículo en Foreign Affairs en octubre de 1967— dejar eternamente a China fuera de la comunidad de naciones, alimentando sus fantasías, manteniendo sus odios y amenazando a sus vecinos. Este pequeño planeta no puede tolerar que mil millones de sus habitantes, con posibilidades de ser los más capaces vivan en un aislamiento cargado de odio” p. 219.

– “Deng tuvo el valor de basar la modernización en la iniciativa y la resistencia de los chinos. Abolió las comunas y fomentó la autonomía provincial para iniciar lo que él denominó el ‘socialismo con características chinas’. La China de hoy en día —la segunda economía del mundo en cuanto a volumen, la que posee mayores reservas de divisas, con numerosas ciudades que presumen de rascacielos más altos que el Empire State— constituye un tributo a la visión, la tenacidad y el sentido común de Deng” p.336.

– “El filósofo Immanuel Kant en su ensayo La paz perpetua afirma que la paz perpetua llegará por fin al mundo de una de estas dos formas: por medio de la idea humana o de unos conflictos y catástrofes de tal magnitud que dejen a la humanidad sin otra alternativa. Ahora nos encontramos en esta coyuntura. Cuando el primer ministro Zhou Enlai y yo nos pusimos de acuerdo en el comunicado que anunciaba la visita secreta, él dijo: ‘Esto hará temblar al mundo’. Qué mejor culminación si, cuarenta años después, Estados Unidos y China pudieran aunar esfuerzos, no para hacer temblar al mundo, sino para levantarlo” p. 542.

World Order (2014) / Orden Mundial (2016)

La cantidad de tesis de doctorandos, libros o ensayos que tratan el “Nuevo orden mundial” en las distintas universidades europeas o norteamericanas es abrumador. Acaso por eso Kissinger optó titular su libro simplemente World Order (Orden Mundial) para dejar sentado que el adjetivo “nuevo”, dentro de la noción política, ideológica o cultural del mundo actual (término de referencia muy en boga en el siglo xx, y hasta cierto punto en la primera década de este, para designar el mundo posterior a la Guerra Fría) es, de por sí, un adjetivo ya caduco; hoy envejecido velozmente por la alta tecnología de las comunicaciones, la precisión del algoritmo y la metadata. Cinco décadas antes, cuando la ciencia ficción en 2001, Odisea espacial (Kubrick-Clarke, 1968) o ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (Philip K. Dick, 1968) estaban reconfigurando y transformando con bastante tino la idea de futuro que se nos había planteado en la primera mitad del siglo pasado, Zbigniew Brzezinski (asesor de Seguridad Nacional en tiempos de Jimmy Carter), en su libro de Between Two Ages (1970), definía el mundo por venir y lo designaba con un neologismo eficaz: “Tecnotrónico”. De acuerdo con lo señalado, en el aparte “Factor humano” de World Order, Kissinger hace interesantes reflexiones acerca de la rapidez de la tecnología de la comunicación actual y el poco tiempo que tiene la política o la diplomacia para estudiar los escenarios en conflicto y generar respuestas apropiadas en casos de crisis, en una era volcada incondicionalmente en lo tecnotrónico. En este libro, Kissinger plantea que la multiplicidad de órdenes mundiales (el definido por el Islam, la cultura china, la rusa, la norteamericana, la Paz de Westfalia, entre otros) no ha logrado su cometido global. No obstante que para el autor de World Order “Jamás ha existido un verdadero orden mundial”, la idea que más se acerca en la actualidad es la recurrida abstracción denominada “Comunidad internacional”. Así, el mundo se sigue rigiendo por el paradigma de la Paz de Westfalia del siglo xvii. Esto significa, paradójicamente, que las guerras libradas por un Occidente liderado por Estados Unidos tratan de preservar ese referente centenario, que pronto cumplirá los cuatro siglos. Este trabajo es una ampliación específica de ciertos temas ya tratados en sus libros anteriores, en el cual reafirma o matiza sus propias tesis. Por ejemplo, el primer capítulo de Diplomacy se llama “El nuevo orden mundial”, veinte años después, con este Orden mundial, elimina el adjetivo “nuevo”. Y sobre Nuclear Power and Foreign Policy hace revisiones exhaustivas sesenta años después de la alta tecnología aplicada a las armas de destrucción masiva:

– “Nuestra época persigue con insistencia, a veces casi con desesperación, una idea de orden mundial. El caos amenaza acompañándose de: una interdependencia sin precedentes en la propagación de armas de destrucción masiva, la desintegración de los Estados, el impacto de la devastación del medio ambiente, la persistencia de las prácticas genocidas y la difusión de nuevas tecnologías que pueden llevar el conflicto más allá del control o la comprensión humanos. Los nuevos métodos de acceso y comunicación de información unen a las regiones como nunca antes y proyectan globalmente los acontecimientos, pero de una manera que inhibe la reflexión y exige que los líderes registren reacciones instantáneas expresadas en eslóganes. ¿Acaso nos encontramos en un período en el que fuerzas que están más allá de las restricciones de cualquier orden determinarán nuestro futuro? p.14.

[…] la convicción de que los principios estadounidenses eran universales introdujo un elemento de cuestionamiento del orden internacional, porque implica que los gobiernos que no los ponen en práctica no son del todo legítimos. Este dogma —tan arraigado en el pensamiento estadounidense que solo ocasionalmente se lo postula como política oficial— sugiere que una parte significativa del mundo vive en una situación de algún modo insatisfactoria y provisional y algún día será redimida […]   p. 270.

Así definidos, la expansión de Estados Unidos y el éxito de sus empresas coincidían con los intereses de la humanidad. Habiendo duplicado el tamaño del nuevo país a través de la astuta ingeniería de la Compra de Luisiana en 1803, un ya retirado Jefferson le «confesó cándidamente» al presidente Monroe: «Siempre he visto Cuba como la adición más interesante que podía hacerse a nuestro sistema de estados».[4] Y escribió a James Madison: «Entonces solo tendríamos que incluir al Norte [Canadá] en nuestra confederación […] y tendríamos un imperio tal para la libertad como jamás se ha visto desde la creación: y estoy persuadido de que jamás existió una formación de un imperio extenso y de autogobierno tan bien calculado como el nuestro». p. 271.

La marcha del proceso tecnológico no debe ocultar la naturaleza aterradora de las armas que la humanidad ha inventado ni la relativa fragilidad de los equilibrios que restringen su uso. No se puede permitir que las armas nucleares se conviertan en armas convencionales. En esa coyuntura, el orden internacional requerirá un entendimiento entre las grandes potencias nucleares existentes para insistir en la no proliferación, pues de lo contrario las calamidades de la guerra nuclear impondrán su propio orden. p.393

A modo de conclusión

No obstante de haberse convertido la Realpolitik kissingeriana en una categoría de análisis (acaso en oposición a la teoría marxista de análisis histórico, hasta cierto punto puesta en cuestión luego de la caída del bloque soviético) y de que todos sus libros, sean académicos, biográficos o históricos, se hayan fundamentado en este discurso, el legado político-diplomático de Kissinger no parece tan claro.

Otras corrientes más agresivas han ocupado el espacio de “la negociación sutil” de la que él habla en estos libros. Si pudiésemos caracterizar con dos imágenes las tendencias que luchan por imponerse en la noción norteamericana de política exterior, podría afirmarse que las kissingerianas son de Dual-use o, es decir, de doble aplicación: diplomática y/o militar, donde la primera se considera preponderante, pero sin dejar de lado la segunda como un elemento más de la mesa de negociaciones. Y los Ultra-Hawks, estrategas y académicos de derecha y extrema derecha, militares expertos en teoría de juegos, ideólogos y teólogos protestantes incursionando en el alta política washingtoniana, que aspiran a que sean las aplicaciones militares el único medio para resolver las controversias; en este caso, la diplomacia sólo sería la encargada del control de daños y la de crear una narrativa justificatoria; en otras palabras, lidiar con las consecuencias administrativas, legales y de relaciones públicas, cualquiera que fuera el resultado. Mientras que para los primeros, el Departamento de Estado es el lugar donde se maneja el lenguaje y las formas efectivas de ganar espacio mediante la engañosa lingüística del poder, para los segundos, es una sala de espera, un espacio para marear la perdiz, antes de la acción ya decidida e inevitable de los misiles. La conservadora republicana Condoleezza Rice (Consejera de Seguridad Nacional, luego secretaria de Estado de George W. Bush), en sus memorias No Higher Honor, elabora, sin proponérselo, un breve perfil de algunos de estos temibles escualos (8).  Y, sobre uno de sus colegas de gabinete (un ultraconservador conocido como el arquitecto de la Guerra de Irak y de otras decisiones cuestionables), expresa: “… tenía una bien merecida reputación de cruel” (9). Los Ultra-Hawks consideran que la diplomacia de Dual-use de Kissinger y sus seguidores ha dejado a Estados Unidos en debilidad, a merced de lo teórico, de las hipótesis de la vieja academia, ante un mundo unipolar, pero con multiplicidad de pequeños polos hostiles (los combatientes sin nación) imposibles de controlar a través del contacto discreto, además de los tradicionales enemigos con potencial nuclear ante los cuales sólo es posible prevalecer mediante el abrumador poder de fuego norteamericano.

No obstante, con todo de lo que se acusa a Henry Kissinger en el resto del mundo (“Criminal de guerra” es el mote por excelencia), los halcones del mundo anglosajón lo tachan de paloma (al que los extremistas ucranianos se permiten insultar), a raíz de sus declaraciones sobre la guerra en Ucrania y el retorno de las formas negociadas para acabar con el conflicto; o de ingenuo y dócil, debido a las consideraciones que hace sobre China en su libro homónimo y la reciente visita que hizo a Pekín invitado por los dirigentes de ese país. Por los ultraconservadores, Kissinger es visto ya como una reliquia, como un pensador político del pasado que escribe sobre cosas que ya fueron. Para los nuevos políticos e ideólogos de la acción supranacional de Estados Unidos, el futuro del mundo no lo definirá “el ingenioso compromiso de la diplomacia clásica” kissingeriana, sino la espada siempre en alto de los guerreros.

Notas:

1.

– The Myth of Henry Kissinger, Thomas Meaney. New Yorker Magazine, New York, May 11, 2020

– Confluence: An International Forum Paperback: V1, No. 2, June, 1952 / V6, No. 1, Spring, 1957 / V6, No. 3, Fall, 1957 / V6, No. 2, Summer, 1957.

2.

Hannah Arendt, la gran filósofa judeoalemana; Raymond Aron, destacado politólogo francés, asesor de De Gaulle; Lillian Smith, escritora norteamericana best seller, luchadora por la igualdad racial y de género en ese país; Arthur Schlesinger, Jr., historiador norteamericano, premio Pulitzer; Reinhold Niebuhr uno de los teóricos estadounidenses más importantes por sus aportes a la Realpolitik estadounidense; Denis Healey, destacado político laborista británico que ocupó diversos puestos en los gabinetes de gobierno del Reino Unido; Robert Strausz-Hupe, diplomático y teórico de la geopolítica estadounidense de origen austriaco; Herbert von Borch, sociólogo y reputado periodista alemán, integrante del consejo editorial del Deutsche Allgemeine Zeitung y fundador de German Foreign Affairs Review. La lista no se detiene.

3.

National Security Study Memorandum NSSM 200 Implications of Worldwide Population Growth For U.S. Security and Overseas Interests (THE KISSINGER REPORT): https://pdf.usaid.gov/pdf_docs/PCAAB500.pdf

No es que este tipo de estudios no se haya realizado: diversas universidades del mundo y también las Naciones Unidas han elaborado cientos de informes y recomendaciones al respecto; pero ninguna institución basó el asunto como un problema de Seguridad Nacional a la que haya que dar respuesta mediante la intervención biológica o militar. Entre los países citados en el informe se encuentran México, Colombia, naturalmente, India, entre otros.

4.

En la parte “A. Investigación para mejorar la tecnología de control de la fertilidad” en la página 110 del citado estudio, expone en el aparte de sus “Recomendaciones”:

Sterilization of men and women has received wide-spread acceptance in several areas when a simple, quick, and safe procedure is readily available. Female sterilization has been improved by technical advances with laparoscopes, culdoscopes, and greatly simplifies abdominal surgical techniques. Further improvements by the use of tubal clips, trans-cervical approaches, and simpler techniques can be developed. For men several current techniques hold promise but require more refinement and evaluation. Approx. Increased Cost $6 million annually.

5.

Kissinger, a Biography (with new introduction), Walter Isaacson. Simon & Schuster Paperbacks, New York (2005). pp. 21-36

6.

The Myth of Henry Kissinger, Thomas Meaney. New Yorker Magazine, New York, May 11, 2020

7.

Venezuela: 1830 a nuestros días. Rafael Arráiz Lucca. Editorial Alfa, Caracas (2007). p. 88

8.

Los aludidos en el libro de Rice son, uno más uno menos, estos: Donald Rumsfeld, Richard Perle, Paul Wolfowitz, Douglas Feith, Elliott Abrams, John Bolton. Aunque los mencionados, y otros, ya no se encuentren en el Gobierno, su influencia no ha mermado: trabajan en grupos de presión e instituciones creadas ad hoc para forjar políticas de acuerdo con una agenda de perfil ultraconservador.

9.

Condoleezza Rice se refiere a Richard Perle. Textualmente dice: “Perle había sido la pesadilla de los tradicionalistas de la política exterior del partido [republicano], como Brent Scowcroft y Henry Kissinger. También tenía una bien merecida reputación de cruel.”

No Higher Honor, my years. A Memoir of My Years in Washington. Condoleezza Rice. Crown Publishers, New York (2011). p. 22

Los epígrafes corresponden a:

Kissinger, a Biography (with new introduction), Walter Isaacson. Simon & Schuster Paperbacks, New York (2005). p. 75

Annie Hall. Woody Allen. New York (1977).

Diplomacy. Simon & Schuster, New York (1994), Henry Kissinger  p. 169

Libros de Herny Kissinger consultados:

Nuclear Weapons and Foreign Policy. Council on Foreign Relations / Harper & Brothers – Oxford University Press (New York-London) 1957.

The White House Years. 1968-72 Series, Henry Kissinger’s Memoirs. Little Brown and Company, Boston  (1979).

Diplomacy. Simon & Schuster, New York (1994) / Diplomacia, Ediciones B, Barcelona (1996).

On China. Penguin Press, New York (2011) / China, Editorial Debate. Barcelona (2012)

World Order. Penguin Press,  New York (2014). / Orden Mundial, Editorial Debate. Barcelona (2016)

Otras fuentes de consulta:

– Allen, Woody. Annie Hall. New York (1977).

Arráiz Lucca, Rafael. Venezuela: 1830 a nuestros días. Editorial Alfa, Caracas (2007).

– Brzezinski, Zbigniew. Between Two Ages. America’s Role in the Technetronic Era. The Viking Press, New York (1970).

– Confluence: An International Forum Paperback: V1, No. 2, June, 1952 / V6, No. 1, Spring, 1957 / V6, No. 3, Fall, 1957 / V6, No. 2, Summer, 1957.

– Farrell, John A. How Do You Explain Henry Kissinger? The New York Times, New York,  April 28, 2020

– Gordon, Rebecca. Henry A. Kissinger at 100, Still a War Criminal. TomDispatch / Naked Capitalism,  August 25, 2023

– Isaacson, Walter. Kissinger, a Biography (with new introduction), Simon & Schuster Paperbacks, New York (2005).

– Meaney, Thomas. The Myth of Henry Kissinger, New Yorker Magazine, New York, May 11, 2020

– Politico Magazine. Henry Kissinger: Good or Evil? Politico Magazine, October 10, 2015.

– Rice, Condoleezza. No Higher Honor, my years. A Memoir of My Years in Washington. Crown Publishers, New York (2011).

– Schmitz, Gregor Peter y Wiechmann, Jan Christoph. Henry Kissinger warnt vor einem neuen Kalten Krieg: «China und die USA sind in der Lage, die Menschheit zu zerstören». Stern Magazine, Berlin 30.Juni 2022.

Acerca de las traducciones:

Las traducciones del inglés al español usadas: Mónica Utrilla en Diplomacia./ Carme Geronés y Carles Urritz en China./ Teresa Arijón en Orden Mundial. Las traducciones de Nuclear Weapons and Foreign Policy y The White House Years, pertenecen al autor de este texto.

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