Por ALBERTO GARCÍA FERRER
Acompañado por una mañana de nubes oscuras y perezosas, caminé por la avenida de la República Argentina hasta encontrar el número 168. Mi atención se detuvo en una de las ventanas del cuarto piso de un edificio de siete plantas. Miré hacia la calle, los edificios y las tiendas vecinas. Imaginaba lo que vería desde esa ventana el escritor y periodista colombiano. Vano intento, hace cincuenta y cinco años era otra Barcelona. Había leído que una periodista argentina alquiló, años después, ese apartamento: 4to-2. Dijo que escuchaba ruidos y voces. Aseguraba que estaba preparaba para tener una entrevista-conversación con el escritor ausente. Barcelona fue siempre una ciudad llena de voces. Voces y acentos que me siguieron mientras bajaba por la avenida de la República Argentina hasta la Plaza de Lesseps y continuaba por Gran de Gràcia. Las ciudades que permanecen en los ojos se llevan también en las suelas de los zapatos. Nostálgico vagabundeo que debía conducirme hasta la calle del Treball. En el número 129 me detuve para admirar el espléndido edificio “… en todo lo que tú ves no hay ningún ladrillo. Es todo madera. El cristal y lo de fuera es revestimiento. La estructura no está hecha ni con vigas, ni con hierro, ni con cemento. Todo madera: 28 trailers de madera de bosques certificados…”, me advertiría Neus Castellano, directora de la Biblioteca. En marzo de 2015 el Ayuntamiento de Barcelona resolvió por unanimidad que la próxima Biblioteca Pública que se construyera en la ciudad llevaría el nombre de Gabriel García Márquez.
La Número Cuarenta
“Es una historia bonita. En los últimos años de Pascual Maragall como alcalde de Barcelona, se detecta que las bibliotecas de Barcelona son pequeñas, pertenecen en su mayoría a la obra social de La Caixa y son obsoletas. Fuimos a mirar algunas ciudades europeas para ver cómo lo hacían ellos. Estudiados los modelos se comprueba que tienen redes de bibliotecas en cada barrio. En 1998 se redacta y aprueba un Plan de Bibliotecas. En el Plan se establece que Barcelona contará con una red de bibliotecas públicas. Cada distrito, de los diez que tiene la ciudad, contará con una biblioteca central. Será la más grande en metros cuadrados y con más personal —dentro de la ciudad de Barcelona, ésta es la tercera más grande— y luego, una serie de bibliotecas de barrio. Cada ciudadano de Barcelona debe tener a 15 minutos de su casa, a pie o en bicicleta, una biblioteca. Fue la idea con la que se trabajó. Se plantea llegar a cuarenta bibliotecas: hemos llegado a la número cuarenta con la Biblioteca Gabriel García Márquez”.
“Diseñar el plan funcional, encontrar suelo público para hacerla, decidir los metros cuadrados, la dotación de mobiliario, ordenadores, ¿qué fondos?… Incluso hubo una modificación de última hora por la pandemia. Antes de la pandemia la planta que está delante no iba a ser biblioteca iba a ser una guardería de niños: un jardín de infancia. Vino la pandemia y se cambiaron las medidas de ventilación, seguridad. El ayuntamiento decidió sacarla y hacerla en otro edificio. El plan funcional de una biblioteca se piensa para que sea muy viva… la zona de cortinas por ejemplo… viendo y analizando como evolucionan las bibliotecas dijimos ¿por qué no ponemos estas mesas de trabajo rodeadas de cortinas? Espacios relacionales, los columpios, los sofás, los cojines… a la biblioteca no se viene solo a participar exclusivamente en actividades de lecturas, conferencias, clubs de lecturas, se viene también a pasar la tarde: una vida múltiple. Tenemos como todas las bibliotecas un aula digital y creamos un estudio de radio. No teníamos antecedentes en España de bibliotecas con un estudio de radio adentro… ¡la radio no para!… el Chinchorro es un programa de literatura latinoamericana en la radio. Y la parte educativa: vinieron a vernos los colegios y las escuelas ¿nos ponemos? Ya pasaron diez institutos y escuelas: contrastar la información, hacer el guion, la locución y grabar podcasts…”.
“La construcción, a pesar de estar parada cuatro meses por la pandemia, fue rápida. Construir la estructura, cuatro meses, otros cinco meses más instalaciones, cristales… Acabada del todo: unos once meses”.
El viaje de la lectura
Leer es siempre un viaje. Imaginemos entonces qué es viajar por una Biblioteca: ¿un viaje infinito? De la mano de Neus comenzó el viaje por la biblioteca. La mirada del visitante procedía como guionista: registrar localizaciones de las escenas de la película que reposaba en su imaginación.
Un bello laberinto de escaleras, que invitan a caminarlas. Cada una de ellas un acceso, una sorpresa. Un mundo de lectores y lectoras, niños y mayores. Ordenadores, hamacas, almohadones, pufs, sillones. Atareados escribientes en rincones luminosos ocupados por pequeñas mesas. Personas sentadas en torno a mesas redondas: escenario colectivo protegido por tenues cortinas blancas.
Planos superpuestos y abiertos a miradas compartidas. Un espacio dedicado no sólo a preservar libros y lectores, sino a establecer áreas creativas, mimando la acción de leer que tiene mucho de conversación y de disfrute.
El editor Claudio López de Lamadrid dijo en una oportunidad: “Gabo fue uno de los escritores más meticulosos con los que he tratado, todo debía ser supervisado por él”. Evocar unas palabras conduce a otras palabras… “sus manuscritos llegaban impolutos pero la complejidad que entrañaban es que eran textos vivos…”. Y dos evocaciones juntas encienden la imaginación.
Mi mirada de visitante se perdió más allá de las cuidadosas vitrinas que exhibían ejemplares de Cien años de soledad en diversos idiomas ¿cincuenta?. Y réplicas de las mariposas amarillas. Recordé el funeral de Gabo en Cartagena de Indias. Un atardecer con el cielo cubierto del amarillo de miles de “mariposas”. Miro a través de sucesivos vidrios espacios prolongados en otros espacios. En alguna escalera, subiendo o tal vez bajando —los viajes tienen una cualidad, la dirección carece de sentido. Lo importante es la vida que nos otorga el movimiento—, creo ver a Gabo tan vivo como sus textos. ¿Supervisando con meticulosidad esta nave viajera que lleva su nombre?
Exitosa alianza entre lámparas, leds y la luminosidad natural que penetra por ventanas o muros de vidrio. Las luces conviven y articulan una fiesta de colores con el verde de plantas, arbustos y árboles para construir el relato propio del silencio, la luz y el movimiento.
¡Leamos a Gabo!
Caminamos hasta un sonriente busto de Gabo. Como aquel que, durante el funeral de García Márquez, permaneció cubierto por un paño amarillo —mientras las mariposas se amontonaban para cubrir, de amarillo, el jardín de la Universidad de Cartagena— hasta que lo descubrieron las nietas, nietos y los hijos de Gabo.
“Tuve noticias de que Gonzalo, el hijo de Gabo, estuvo aquí el mes de julio del año pasado. Lo supe por los contactos que tenemos con la agencia Balcells. ¡No avisó a nadie! Ni siquiera a los Balcells. Luego les dijo a ellos ‘estuve allí, es preciosa, pero no hay un puñetero libro de mi padre’. Neus exclama: ‘Claro, ¡estaban todos prestados! Abrimos la Biblioteca con toda la obra de Gabo. La acogida del barrio fue enorme y la gente tenía ganas de leer a García Márquez y de saber quién era Gabo, ¡nos ponen una biblioteca tan maravillosa con este nombre, pues vamos a empezar por algo! Y se lo llevaron todo. Cuando llegó Gonzalo estaba el busto y los libros en exposición. Fue a las estanterías: no había nada. Todo en préstamo. Los Balcells me dijeron: ‘No ha querido avisar porque es muy discreto’. Me pregunté: ¿Cómo lo solucionamos?”.
“El día 4 de octubre del año pasado la Embajada de Colombia hizo un acto por los cuarenta años de la concesión del Nobel y lo quiso hacer aquí en la Biblioteca. Entonces lo solucionamos. Ese día la editorial Random House nos regaló tres copias de toda la obra de García Márquez. Ahora tenemos una copia oculta, dos en las estanterías y otra en el almacén, por si acaso”.
Gonzalo García Barcha recogió un lunes 16 de marzo de 2015, en el Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona la Medalla de Oro de la ciudad, concedida a título póstumo a su padre, Gabriel García Márquez. En ese mismo acto se anunció que el Ayuntamiento de la ciudad había decidido que la próxima biblioteca pública que se construyera en la ciudad de Barcelona se denominaría Gabriel García Márquez. Sería la Biblioteca del Distrito de Sant Martí de Provençals, diez barrios, entre ellos La Verneda i la Pau donde se avecindó la Biblioteca.
“La biblioteca se inauguró el 28 de mayo de 2022. Hace un año y quince días”. Añade Neus, con un punto de tímida solemnidad.
El Cine en la Biblioteca
El viaje continuó en el auditorio y sala de proyecciones. “Aquí proyectamos el documental El sabio catalán. Ramón Vinyes dió título al capítulo séptimo de la biografía de García Márquez escrita por Gerald Martín: Barranquilla, un librero y un grupo bohemio, en el que señala que Vinyes estaba ‘destinado a convertirse en el viejo y sabio librero catalán de Cien años de soledad’, que en la novela sentencia ‘el mundo habrá acabado de joderse el día que los hombres viajen en primera clase y la literatura en el vagón de carga”.
Esperaba ese momento: el cine. El tema abrió la puerta a otro viaje. Sentados en la semipenumbra de la sala de proyecciones, Neus me dijo que venía de dirigir la Biblioteca Xavier Benguerel, única en Barcelona especializada en cine: 2.000 libros, 3.000 películas, 600 bandas sonoras.
“Mi padre era un niño de aquella España de la dictadura, de una familia humilde que no tenía mucho. Con el primer sueldo que ganó, con 13 años, iba guardando pesetita a pesetita para comprar los libros de la editorial Aguilar. Sólo tenía esa afición: leer e ir al cine. La única vez que mi abuelo le pegó un cachete a mi padre fue porque se quedó en una sesión continua de cine, lo buscaban y lo buscaban y cuando el señor de la linterna lo encontró, mi padre le dijo ‘¡Si yo he pagado!’ y mi abuelo se lo llevó a casa. Mi padre vivía en el cine… La educación sentimental de mi padre, en términos Flaubert, fue el cine”.
Desde niña jugaba con él a adivinar películas… Estábamos los dos viendo televisión y cambiaba de canal con el mando a distancia: veíamos, por ejemplo, a Charlton Heston abrir una ventana y mi padre decía muy rápido “Cuando ruge la marabunta”, o en otra ocasión: “El coloso en llamas”. Tenía al lado de mi casa un cine de reestrenos de sesión continua que hacían dos o tres películas. Yo pasaba tardes y tardes, los fines de semana con mi padre en el cine…”. ¿Podrían clasificarse las generaciones en función de la relación que el cine estableció con ellas? Gabo fue de los que aprendieron a ver cine antes de aprender a leer. En una época, para expresar que algo era particularmente bueno, se decía: “¡Es de cine!”. Con las salas de sesión continua el cine entregó al espectador parte del control de tiempo y espacio: podía romper la linealidad del relato, quebrar el tiempo, realizar un montaje propio o empezar por el final para regresar al principio.
“Uno de los días más felices de mi vida fue aquel en que tuve a Jean Claude Carrière en la Biblioteca del cine”, confesó Neus al salir del auditorio. Comenzaba otro viaje, “En el último suspiro” Luis Buñuel le decía a su guionista y amigo Carrière que no temía a la muerte, pero que le gustaría poder regresar de la muerte de vez en cuando a leer la prensa, enterarse de lo que pasa en el mundo y regresar a su tumba. Los senderos se bifurcaban, uno conducía a la idea “del escritor meticuloso que debía supervisar todo”: Gabo subiendo o bajando escaleras, ¿regresaba para supervisar aquella biblioteca que lleva su nombre? Buñuel y el cine conducían a otros senderos también bifurcados: una maravillosa película, En este pueblo no hay ladrones —dirigida por mi amigo Alberto Isaac—, donde un Buñuel cura predica desde un púlpito y Gabo vende entradas en un cine. En algún lugar de esta biblioteca estarán el cuento (largo) de Gabo y el guion sobre el que rodó la película: otro sendero para explorar. Las bifurcaciones pueden llegar a ser infinitas. Escucho una conversación entre el cine y la poesía en la que el surrealista Buñuel le dice al poeta Octavio Paz: “El arte del cine alcanzará su cima el día que podamos ver nuestros sueños proyectados en una pared”.
Comunicación esperada
“Espero una comunicación importante”, dijo Neus, cuando ingresamos a su pequeño y luminoso despacho. Emergía la gestora que evaluaba y valoraba el proyecto social y cultural de una biblioteca que ya sonaba en otras latitudes.
“Lo que me sorprendió es cómo recibió el vecindario la obra de García Márquez. ¡Cómo la comunidad participa de su programación! Un barrio de clase obrera, que está muy orgulloso de esta biblioteca. Con una proporción importante de inmigrantes de origen latinoamericano. Pero nunca pensé que los libros de García Márquez iban a desaparecer de las estanterías. Todos los aficionados a la literatura latinoamericana pasan por aquí en algún momento.
“Aquí no hay Sagrada Familia, no hay parque Güell, sólo esta comisaría horrible (y señala el grande, y efectivamente horrible, edificio vecino). Este barrio eran huertas y masías hasta 1953. En ese momento muchos barrios de Barcelona eran de gente de origen inmigrante”.
“Hay gente que nunca ha salido del Eixample ¡allá ellos! Salir del Eixample (¡que son doce calles!) era como salir de Barcelona. Un señor de Barcelona, del Eixample, los dos distritos centrales que están por encima de la rambla te dice ¡Qué bonita biblioteca pero la han abierto allá en la periferia! ¡De Plaza Universidad a aquí tienes cuatro paradas de metro!”. El tono sosegado de Neus adquiere un punto de fastidio. La comunicación ya llegó:
“Para seleccionar la Biblioteca Pública del año 2023, los miembros del jurado de la Federación Internacional de Asociaciones e Instituciones Bibliotecarias IFLA han reducido el campo a cuatro nominados:
Janez Vajkard Valvasor Krskov, Eslovenia
City of Parramatta Library, Australia
Shangai Library East, China
Gabriel García Márquez, España
La evaluación y consideración del jurado para incluir a la Biblioteca Gabriel García Márquez, como una de las cuatro finalistas, entre las 16 bibliotecas de 11 países, presentadas a la convocatoria es, textualmente, la siguiente:
“Barcelona rinde homenaje al escritor colombiano del Nobel, Gabriel García Márquez, que vivió en la ciudad entre 1967 y 1975, con una nueva biblioteca especializada en literatura latinoamericana. La Biblioteca Gabriel García Márquez es un hermoso edificio, con entramado de madera, de 4.000 metros cuadrados. La biblioteca está situada en el barrio obrero de Sant Martí de Barcelona. Ha sido galardonado con un certificado LEED de oro, la calificación más alta en sostenibilidad. La biblioteca se presenta como un volumen escultórico mágico inspirado en bloques de libros apilados dispuestos en una plaza, ligeramente elevada sobre la calle. Sus grandes vanos y vacíos crean un diálogo con su entorno. La arcada de acceso prolonga el eje peatonal y cultural del barrio y conecta con el interior. La biblioteca se concibe como un recorrido ascendente en torno a un patio central triangular que aporta luz natural al corazón del edificio. Un conjunto de niveles anima a los visitantes a navegar por las diferentes oportunidades hasta llegar al amplio espacio ubicado en el último piso. La biblioteca cuenta con un auditorio, un espacio de cocina y un estudio de radio, Radio Macondo, una emisora gestionada por la Red de Bibliotecas de Barcelona”.
Saliendo de su despacho, Neus me dice: “El 21 de agosto se decidirá en Rotterdam”.
La Verneda ya decidió
La lectura abre puertas, ser bibliotecaria es tener un gran llavero. Neus tiene el llavero que abre todas las puertas de la biblioteca. Es hora del almuerzo y la biblioteca está cerrada. Salimos, casi subrepticiamente, a la calle por la puerta de servicio. En la esquina del edificio Neus me señala un cruce peatonal.
“Una mañana, en ese cruce, mientras esperaba el semáforo, dos señoras del barrio cargadas con bolsas de la compra conversaban mirando el edificio de la Biblioteca.
—¿Has visitado ya la Biblioteca?
—Todavía no. Vendré con la familia.
—No te la pierdas, ya he venido varias veces… es maravillosa… ¡Es el Guggenheim de La Verneda!”.
*Alberto García Ferrer (1949) es escritor, guionista, productor de televisión, profesor, conferencista y reconocido articulista que publica en diarios y revistas de América Latina y España. Entre otros, es autor de En el borde de la montaña, Ojos que no ven y editor de Retrospectiva del cine español 1909-1980. También ha sido productor delegado de series como Los cuentos de Borges y Un mundo sin fronteras.
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