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La extranjería en la poesía de Pedro Lastra

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Por ARTURO GUTIÉRREZ PLAZA

Un país extranjero

Según una cita del teólogo y filósofo medieval Hugo de San Víctor: “El hombre que encuentra que su patria es dulce no es más que un tierno principiante, aquel para quien cada suelo es como el suyo propio ya es fuerte, pero sólo es perfecto aquel para quien el mundo entero es como un país extranjero” (Todorov 259). Sospecho que dicha afirmación sería avalada, también, por Pedro Lastra, poeta, ensayista y profesor universitario, nacido en Quillota, en 1932, quien a partir de comienzos de la década de los 70 y hasta la primera década del presente siglo vivió en Estados Unidos, como profesor de literatura latinoamericana, y desde 2009 reside nuevamente, en Chile, su país natal. Son varios los poemas en su obra que se corresponden con esta temática (y que responden a esta problemática) desde una perspectiva cercana a la planteada por Hugo de San Víctor.

En uno de ellos titulado, significativamente, “Datos personales”, el sujeto poético establece desde el primer verso esta vinculación conflictiva, mediante un curioso oxímoron, al decir: “Mi patria es un país extranjero, en el Sur”. La extrañeza de la frase resalta de inmediato: ¿cómo hacer convivir ese adjetivo, “extranjero”, con la noción de “Mi patria”, si por definición aquel se refiere a un país “que no es el propio” (DRAE)? A ello se añade en el siguiente par de versos la naturaleza desdoblada, la relación trunca, incompleta, del ser que nos habla respecto de su país natal, cuando afirma: “En el que vive una parte de mí/y sobrevive una imagen”, para más adelante, desde el octavo hasta el décimo verso, retomar el tema de la extranjería, pero ahora referido al otro lugar, aquel donde se vive (o vive al menos la otra parte de ese sujeto escindido): “Yo vivo también en un país extranjero/en el cual me dedico/a inocentes e inútiles tareas”. El adverbio “también” remarca la complejidad y ambigüedad de esta noción, pues hace equivalentes las experiencias de lo extranjero, indiferentemente de la índole natal o no del lugar aludido. En la subsiguiente secuencia de versos del poema, esta idea adquiere mayor precisión: “Y en el que seguramente moriré/a la hora señalada,/ como suele ocurrirle a la gente/en lo que llaman su propio país/ o su país ajeno, pues no hay sino distancias/mayores o menores de frontera a frontera,/ con líneas divisorias que uno mismo dibuja” (11-17). Tal relativización de lo que llaman el “país propio” condice con el desdibujamiento, con el distanciamiento que se experimenta entre la noción de aquel lugar y las vivencias y remembranzas, fatalmente afantasmadas, asociadas a él. De este modo, las preguntas por la determinación de la identidad en esta poesía surgen desde un ser escindido en el que un yo y un tú se enfrentan, dialogan y cuestionan.

El sobreviviente y el olvido

En una zona minoritaria de la poesía de Lastra, pero sin duda importante, ese desencanto se ve acrecentado por las circunstancias y encrucijadas históricas vividas en el país natal. Me refiero en particular, a los hechos acaecidos en Chile a partir del 11 de septiembre de 1973. Pasados los años, ya en las postrimerías de la dictadura de Pinochet, encontramos un poema dedicado a su entrañable amigo, Enrique Lihn, datado en junio de 1988, en las vísperas del plebiscito efectuado en octubre de 1988 que condujo al inicio del proceso de transición hacia la democracia en Chile. El poema se titula “Plaza sitiada”. Allí, el sujeto poético se interroga, con cierto pesimismo, sobre la decisión a tomar –si volver o no a su país en tales circunstancias–, ganado por la convicción del derrotado, del que supone irremediables los sucesos por venir y juzga su papel en ellos como irrelevante, en la medida que su único rol, esté donde esté, será el del que pudo sobrevivir. El poema lo expresa a modo de soliloquio:

Rumores y espejismos me distraen

mínimas cosas

¿o es el temor la causa de esas figuraciones?

Tal vez debiera regresar

a compartir la suerte de los míos

en la plaza sitiada

(muy pocos días

han de necesitar ya los enemigos).

Dentro o fuera es igual:

en el viejo escenario casi desbaratado

yo tendré mi papel como sobreviviente (1-11).

La impronta de esa herida que condiciona el exilio se hará inevitable, el sobreviviente también se juzga y de algún modo se siente condenado, llamado por el sentido del deber, por el imperativo de rememorar a los muertos, víctimas de la violencia política de la cruenta dictadura.

La saga de poemas de Lastra asociados con las consecuencias de la dictadura en la vida chilena, hasta ahora, concluye con uno anunciado como inédito en su Poesía completa, titulado “Eróstrato entre nosotros”, fechado en septiembre de 2015, 42 años después del derrocamiento de Salvador Allende. En ese poema se alude a otra forma de exilio: la de la condena a vivir anclados en el recuerdo. Para ello Lastra se vale de la figura de Eróstrato, quien 356 años antes de Cristo “(…) incendió el templo de Artemisa/para que su nombre nunca fuera olvidado/en sus días ni en las edades por venir” (2-4). De la analogía entre lo ocurrido en la Éfeso de Eróstrato y lo acontecido en Chile, en 1973, el poema extrae considerables advertencias:

En mi país, el Palacio de Gobierno,

llamado La Moneda,

no era como el templo de Artemisa,

sino modesta réplica

de otros y lejanos edificios magníficos,

pero era el Palacio de Gobierno,

y también fue incendiado

por orden de un Eróstrato

ay!, cercano a nuestras vidas,

y a quien sus enconados enemigos y víctimas

recuerdan y execran

y tienen cada día en su memoria,

haciendo de su nombre

el Santo y Seña de su permanencia

en una aborrecida

casi inmortalidad (34-49)

La casa de más aire

No resulta un dato menor, el hecho de que el título tal vez más emblemático de la bibliografía poética de Lastra sea, precisamente, Noticias del extranjero. Dicho volumen, de carácter antológico, que ha estado sujeto a sucesivas revisiones, correcciones y ampliaciones, cuenta ya con 4 ediciones, dos en México, en 1979 y 1982; y dos en Chile, en 1992 y 1998. Una primera interpretación de este sintagma nominal nos induce a establecer relaciones entre tales “noticias” y los poemas del libro, al modo de mensajes, y a observar el ambiguo juego asociado a la palabra “extranjero”, que precedida por la contracción “del” podemos entenderla tanto referida al sujeto poseedor de esos asuntos divulgados (¿poemas?), como al lugar donde estos suceden (¿se escriben?) y/o desde el cual se envían. Sin embargo, al adentrarnos en este análisis, tomando en cuenta la integridad del conjunto de poemas que conforman este libro, y en términos generales, esta obra, podemos vislumbrar otras connotaciones de dichos términos, al verificar el escaso número de poemas que abordan los temas del exilio y/o la extranjería, en sus sentidos convencionales, en contraste con la muy importante proporción de textos, sin duda la inmensa mayoría, en el que ese ser siempre escindido trae noticias de lugares (dictadas por voces extrañas, traídas a la vigilia mediante ejercicios de écfrasis, rescatadas de visiones enigmáticas, etc.) desde los sueños, los recuerdos, el amor o los libros.

En un breve poema de Lastra, titulado “El desterrado busca”, escrito en 1967 y publicado en su libro de 1969, Y éramos inmortales, se dice: “El desterrado busca,/ y en sueños reconoce su espacio más hermoso,/la casa de más aire” (1-3). Tal visión resulta definitoria de una percepción existencial (tanto de un yo escindido como de un lugar de desarraigo) de la que se deriva una noción de extranjería que más que dar cuenta de una identidad o de espacios geográficos concretos nos informa sobre la problemática oposición entre la vigilia y el sueño (O´Hara 24), o más precisamente, sobre las “relaciones ambiguas” (García Montoro 188) entre estas.  Armando Romero, quien también ha abordado esta polaridad en relación con la extranjería, se pregunta: “¿Será, pues, el sueño el espacio del extranjero? (206). A nuestro modo de ver, el sueño como categoría englobante de todo lo que se opone a la vigilia (la noción de realidad, el yo unívoco y racional, los hechos de la historia y sus desencantos) sería, justamente, el extranjero (en tanto lugar y en tanto sujeto). Desde allí (y desde él) llegarían los “mensajes” en forma de imágenes y voces que hechos escritura conformarían buena parte del sustento de la aventura poética lastriana, la cual, por cierto, a pesar de su “devoción onírica” (Belli 11) se encuentra muy alejada de cualquier desenfreno o desbocamiento surrealista. Los sueños en la poesía de Lastra, al modo de los cuadros de Magritte, pintor hondamente admirado por él y aludido en varios de sus poemas, convocan siempre al asombro, a partir del simple reordenamiento de las convenciones de lo real, para hacer más patente su dimensión enigmática, mediante lo que Miguel Gomes ha denominado “el efecto de suspensión” que producen sus textos (23). Se trata, en este caso, de sueños –si se quiere– controlados por esa misma vigilia a la cual se enfrentan, en tanto única alternativa para hacer vivible la existencia, para compensar su excesiva “realidad”. Pues como se sugiere en uno de sus breves poemas, “El transcurrir del sueño” es “la vida inseparable,/ que hace más llevaderos/los días terrenales” (2-4).

Dicho esto, podríamos afirmar que toda la poesía de Pedro Lastra es el testimonio de un sujeto extraviado (y en tal sentido siempre exiliado, extranjero) empeñado en encontrar o fundar un lugar que le permita sentirse en casa, desde la escritura, desde el poema como receptáculo de noticias que provienen de esos ámbitos en que la vida se da sin coartadas. Son muchos, muchísimos los ejemplos que podríamos aportar para avalar esto. Nos valdremos, sin embargo, para finalizar estas líneas, de unos pocos versos del poema “Relectura de Enrique Lihn”, en el que se refrenda, una vez más, su continuo diálogo con los amigos que se hallan más allá de la vida, en ese espacio impreciso de extraña ensoñación que también es el extranjero:

Pero yo que no escribo,

yo que casi no tengo ya palabra,

Enrique Lihn, amigo de los mejores días

(esos que no llegaron)

qué puedo hacer por fin

para encontrar el reino que sólo el sueño crea

con la palabra que no estuvo en el sueño (1-7).

Obras citadas

Belli, Carlos Germán. “En torno a Pedro Lastra”. Poesía completa. Por Pedro Lastra. Valparaíso: Universidad de Valparaíso, 2016, 9-12.

García Montoro. Adrián. “El extranjero y el doble: la poesía de Pedro Lastra”. Hispamérica 18.53-54 (1989), 185-193.

Gomes, Miguel. “Sueños de paraíso y de luz: la poesía de Pedro Lastra”. “Con tanto tiempo encima”. Aportes de literatura latinoamericana en homenaje a Pedro Lastra. Ed. Elizabeth Monasterios. La Paz: Plural Editores/Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación-UMSA, 1997, 17-30.

Lastra, Pedro. Poesía completa. Valparaíso: Universidad de Valparaíso, 2016.

O´Hara, Edgar. La precaución y la vigilia. La poesía de Pedro Lastra. Valdivia: Barba de Palo, 1996.

Romero, Armando. “Pedro Lastra, poeta extranjero”. Arte de vivir. Acercamientos críticos a la poesía de Pedro Lastra. Silvia Ed. Nagy-Zekmi y Luis Correa-Díaz. Santiago de Chile: RIL/Archivo del escritor (Dibam), 2006: 205-208.

Todorov, Tzvetan. La conquista de América. Madrid: Siglo XXI, 1987.

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