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Contra el “acuerdo nacional”

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Se habla insistentemente sobre el “acuerdo nacional” que propone Petro, aunque estratégicamente él no especifica en torno a qué sería el tal acuerdo. En primer lugar, hay que señalar qué sería un “acuerdo nacional”, en mi concepto es la aprobación de una serie de medidas debido a una grave crisis nacional. Estos acuerdos se hacen cuando la beligerancia entre opositores políticos llega a la violencia, en la instauración de un nuevo régimen luego de la caída de un gobierno dictatorial, o en momentos de grave crisis a la seguridad y defensa nacional, como en el caso de una guerra. Ninguna de estas eventualidades se presenta en Colombia actualmente. Pero por motivo de argumentación supongamos que se necesita un acuerdo nacional, viene entonces la pregunta obvia ¿para qué ese acuerdo?

El sagaz político Alfonso Gómez Méndez nos advierte:

“Aun cuando ahora no sabemos exactamente de cuál “acuerdo nacional” se trata, ojalá no lo sea para neutralizar la necesaria controversia de las ideas políticas en el manejo de la sociedad y el Estado. Esperamos que tampoco sea para compensaciones burocráticas ni para repartir el presupuesto vía asistencialismo. Va a ser muy difícil, por cuanto, a diferencia de épocas anteriores, hoy ya no quedan verdaderos partidos políticos sino fábricas de avales y microempresas electorales. “ (https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/alfonso-gomez-mendez/acuerdo-nacional-columna-de-alfonso-gomez-mendez-800817 ).

Pues bien, mi argumento es que es para eso precisamente que Petro llama a un “acuerdo nacional”, ya que Petro llama insistentemente al “acuerdo nacional” mientras que persistentemente también declara y actúa de manera opuesta a su búsqueda. En el área económica se declara al mismo tiempo seguir la tesis del decrecimiento económico y el querer acabar la pobreza por la vía del crecimiento económico. Se postula querer un diálogo con el empresariado, mientras Petro los deja plantados en su máxima conferencia anual y en una reunión posterior con el consejo gremial. Se quiere el pleno empleo, pero se presenta una reforma laboral que busca el estado opuesto. Se dice querer acabar con la coca, pero se le da todas las garantías a los narcoterroristas para que continúen en la impunidad. Como se dice en dominó: el juego está trancado, no hay posibilidad de que Colombia avance hacia el crecimiento económico y en el fortalecimiento de su democracia, pues Petro, contrario a su retórica, está implantando el socialismo del siglo XXI, vía el decrecimiento económico, lo cual tendrá como finalidad volver al pueblo dependiente del Estado, por lo tanto sumiso al régimen. Así las cosas será un narcoestado, en donde los grupos narcoterroristas FARC y ELN dominan a través de un Estado títere regentado por el Pacto Histórico.

Para eso es que Petro llama a un “acuerdo nacional” para imponer el socialismo del siglo XXI, con el objetivo de convertir a Colombia en un narcoestado, siguiendo el modelo de la Venezuela chavista. Es que se está siguiendo al pie de la letra el guion del régimen chavista. Se impulsa el socialismo a través de la estatización del sistema económico y social, para eso la reforma de salud que acaba con las EPS, sea mediante legislación o haciéndolas quebrar; para eso la reforma laboral que impone la quiebra de micro y pequeñas empresas a través de un régimen laboral que las elimina por obligaciones por encima de su capacidad financiera, empobreciendo así a la gran mayoría de la población que es propietaria o depende de estas empresas, creando una gran masa de desempleados dependiente de los subsidios estatales y por lo tanto sumiso al régimen; para eso la reforma pensional, que al imponer el pilar de tres salarios para el régimen básico quiebra a los fondos de pensiones, haciéndose el gobierno ilegalmente con esos recursos del ahorro pensional; para eso el decreto que impone las expropiaciones de mundo rural y así sucesivamente hasta llegar a la joya de la corona del petrismo: con la política de decrecimiento, se suspende la exploración petrolera llevando a la industria de hidrocarburos a su empequeñecimiento de manera tal de quebrar la economía nacional pauperizando la población repito para hacerla dependiente del estado y por lo tanto de la dictadura del socialismo del siglo XXI.

Paralelo a esta política de pauperización está la del fortalecimiento de la dictadura vía la milicialización del país, para eso el plan de pagos a jóvenes criminales para que conformen la “Primera Línea” equivalente de los colectivos chavistas, para eso la ley de “conciliación nacional” que les da impunidad a todos los grandes carteles y grupos criminales organizados, haciendo así el “Pacto de La Picota”, mientras que simultáneamente se crea un cogobierno con el ELN y las FARC, dándole a estos narcoterroristas impunidad, elegibilidad y el dominio sobre la economía ilegal que será la verdadera economía nacional ante el derrumbe de la economía formal, la cocaína, la minería ilícita y demás crímenes de lesa humanidad les dará a estos grupos criminales el poder de facto sobre grandes territorios del país, conduciendo a la balcanización de Colombia, tal como hace Maduro en Venezuela, dándole el control de más de la mitad del país al ELN y las FARC.

Todo esto se hace estableciendo la dictadura del socialismo del siglo XXI, para ello Chávez logró la aprobación de una ilegítima constituyente que hizo una constitución a su medida, acá ni siquiera la constituyente será necesaria pues el establishment ya acordó con el ELN (y lo seguirá haciendo con los demás grupos narcoterroristas como el “Comando Central” y “La segunda  Marquetalia”) “ la revisión del modelo político y económico”, es decir, la sustitución de la democracia y el libre mercado por la dictadura del estado socialista, y esto se impondrá a través de un mecanismo de “participación política” que se le entregó a un  comité dominado totalmente por organismos de fachada de las organizaciones narcoterrorista, el cual a través de la organización de “ soviets” de carácter vinculante incorporará sus medidas en el hilo constitucional, eliminando así el régimen republicano bicentenario.

En conclusión, estoy en contra del “acuerdo nacional” porque este es improcedente, ya que no se dan las condiciones necesarias para tal mecanismo, inviable, ya que los objetivos del Socialismo del Siglo XXI y la democracia liberal son antagónicos, por lo tanto, irreconciliables y finalmente porque este “acuerdo nacional” n es sino el camuflaje de la instauración de la dictadura del SSXXI, a la cual lamentablemente el establishment se sumió al integrarse a esa propuesta de Petro.

Otra cosa muy diferente es un verdadero acuerdo nacional, necesario para imponer definitivamente la libertad y el orden necesarios para conducir a Colombia a un progreso económico sostenible, liberándola de la pobreza, esto es una verdadera democracia liberal, a la cual se imponen los grandes grupos de interés políticos y económicos, pues estos usufructúan de este estado social de derecho, que impone los intereses de una “clase dirigente” contra los verdaderos intereses nacionales. Para eso se necesitaría no un “acuerdo nacional” sino la irrupción de un liderazgo emergente que conduzca a una verdadera democracia liberal. No pierdo la esperanza que ante el desastre que será consecuencia de este “acuerdo nacional” en favor de la narcopolítica surja pronto este liderazgo, de no ser así estaríamos fatalmente destinados a un narcoestado.

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