Las canciones de Natalia Lafourcade están hechas para ser escuchadas en vivo. Cargadas de poesía, misticismo y amor, la artista mexicana crea un performance en sus conciertos en el que ella, la música y su público son todos protagonistas.
En su show de este martes en la Concha Acústica de Bello Monte, el escenario de Lafourcade lució en principio a oscuras, con la banda apenas visible, y en el centro una lámpara de luz tenue que parecía una flor brillante, como una representación de su más reciente disco, De todas las flores, el mismo nombre de la gira que la trajo de regreso a Venezuela 10 años después.
La primera mitad del espectáculo la cantante la aborda vestida completamente de negro, con una falda enorme que se despliega por el suelo. Es el momento de la crisis, de la ausencia de amor, del dolor y de la inminencia de la muerte. Lafourcade lo refleja en su rostro triste.
Un poema de la chamana mexicana María Sabina, recitado por una voz en off, da consejos de cómo superar los dolores: «Cúrate, mijita, con la luz del sol y los rayos de la luna. Con el sonido del río y la cascada. Con el vaivén del mar y el aleteo de las aves».
«Hazte fuerte con los pies descalzos en la tierra y con todo lo que de ella nace. Vuélvete cada día más lista haciendo caso a tu intuición, mirando el mundo con el ojito de tu frente, continúa.
Los temas que aborda la primera canción que interpreta la mexicana, “Vine solita”, incluido en De todas las flores, son la soledad y la autosuficiencia. Sentada con su guitarra y con la luz cenital sobre su cara, Lafourcade apenas sonríe cuando canta: «Aunque pa’l mundo soy invisible, yo siento marea que danza agitada en mi piel. Y al viento entrego todas mis penas». Las gradas de la Concha Acústica, repletas de gente con flores en sus manos, lucen como una procesión que acompaña a la artista en su viaje.
Lafourcade continúa con más temas de su último disco: «De todas las flores», «Pasan los días», «Llévame viento» y «El lugar correcto».
«Pero miren nada más qué jardín lleno de flores. ¿Cómo están esas flores? ¿Cómo están esos corazones? Mi corazón: vivo, lleno de latidos, emoción, de nervios. Han pasado muchos años para volver a esta tierra que tanto amo y que tanta inspiración me ha dado», dice la cantante al terminar «El lugar correcto», tema que habla de las equivocaciones y de aprovechar los momentos importantes de la vida.
Lafourcade tiene una idea muy espiritual sobre cómo le llegan las canciones. Cuenta que son mensajeras o maestras a las que hay que darles la oportunidad de entrar. Recibirlas sin demasiados pensamientos: «Ellas nos dicen cosas. Todas las canciones de De todas las flores fueron llegando poco a poco. Tranquilas. Con calma. Y de repente me agarraron para enseñarme muchas cosas».
El siguiente tema, «Pajarito colibrí», le llegó en un momento en que lo necesitaba para recordar la importancia de la libertad en el alma y en el camino. «Como si fuera yo un ave, un pájaro colibrí, tal cual (…) Voy a cultivar esa libertad que se lleva en el corazón, que es solo tuya, que es tu camino, tu sueño, tu vida y tu labor», le dice la cantante al público ya con las luces del escenario más intensas para dejar ver la banda.
En su viaje hacia la vida, Lafourcade se encuentra ahora en la etapa en la que abre las alas, vuela y acaricia el viento que le permite sentir la naturaleza. Pide al público que imagine con ella el olor de las hierbas y de la tierra mojada, para entonces interpretar «María, la curandera», una versión que realizó del poema de María Sabina que se escuchó al principio del concierto. Comienza el momento de curar los dolores, de pasarlos por el fuego, que se vuelvan polvo y que vengan nuevas flores, como dice la canción.
«Este fueguito mágico no es cualquier fuego. Este fuego, si usted, con intenciones, canto, alegría, danza, le entrega su dolor, su penita, puede ser que queme sus dolores y entonces vengan las flores», afirma la cantante.
Pero como todo proceso complejo de la vida, la muerte siempre está ahí, de una u otra manera. En la canción «Muerte», Lafourcade no habla del gran enigma de la vida de manera negativa, sino que le agradece por lo aprendido y porque es quien le ha permitido renacer y descifrar el camino. El tema lo termina lanzándose al suelo luchando con la enorme falda negra que lleva puesta, la cual enrolla y, creando una metáfora de la muerte, la muestra al público como si de una conquista se tratara.
La segunda parte del concierto muestra ahora a la cantautora mexicana en otra atmósfera, vestida completamente de blanco, con el cabello sujetado, sonriente y con las luces iluminando todo el escenario. «Ahora sí ya podemos decir que estamos del otro lado del puente. Prueba superada. No saben lo que valoro este espacio para explorar y compartir cómo cada una de las canciones de De todas las flores se manifestaron imponiendo su alma y fuerza».
«Esta tarde compartir estas canciones es un sueño para mí. Es la película de mi vida. Pasó tanto tiempo, siete años para liberar un disco inédito donde están la vida, las experiencias, las fracturas, lo que duele, lo que es bonito. La vida a caminarla bonito. Vamos juntitos en este puente. Mi corazón está agitado, trataré de hacer lo mejor», añadió la compositora.
Luego de este preámbulo, y reconociendo que se sentía nerviosa, Lafourcade llamó al escenario a su invitada especial, la maestra Soledad Bravo, quien, afirmó, ha inspirado su vida desde hace mucho tiempo, puesto que fue amiga de su padre y ahora, años después, comparte una tarima a su lado.
«Qué cosa más linda encontrarse con esta niña, hija de un gran amigo mío. Eso fue una cosa hermosa cuando me llamó y me dijo ‘Soledad, quiero que estés porque eres parte de mi vida’. Ella viene de todas las flores, y yo le doy entonces esta flor a ella», dijo Bravo al entrar a escena con el público aplaudiéndole de pie.
Sentadas en el centro escenario, cantaron los temas «Tonada de luna llena», «La llorona» y «Gracias a la vida». Fue uno de los momentos más especiales y emotivos de la noche, con el público desde las gradas siguiendo todas las letras e iluminando con sus celulares. Bravo, que en noviembre cumple 80 años, cantó sonriente y enérgica. La maestra improvisó en un momento: «Estoy muy agradecida, Natalia, con la gente que me quiere. Le doy gracias a la vida, Natalia, y al amor que nunca muere. Le doy gracias a la vida, Natalia, y al amor que nunca muere».
Los temas más populares del repertorio de Lafourcade llegaron a partir de este momento, con «Para qué sufrir», «Soledad y el mar», «Lo que construimos» (que interpretó con una arreglo de ranchera, muy distinto de la versión original de balada) y «Hasta la raíz», que comenzó con una divertida improvisación con un cuatro moviéndose por todo el escenario. «Hasta la raíz» fue otro tema en el que la gente se puso de pie, a pesar de que había quienes se quejaban, para grabar con sus celulares y aplaudirle a la mexicana, que siguió con «Mi tierra veracruzana», una oda a su estado de origen, Veracruz, el cual, afirma, se le parece mucho a Venezuela.
«Esa canción la hice para Veracruz con un cuatro (…) Vamos a cantar esta melodía para cerrar juntitos», dice Natalia antes de conectar «Mi tierra veracruzana» con «Nunca es suficiente», su tema que superó en 2020 las mil millones de reproducciones en YouTube. La artista hizo una improvisación muy corta con «Caballo viejo» y se despidió con «Tú sí sabes quererme», pero, por la insistencia del público de que cantara otra, regresó al escenario cinco minutos después. Confesó que no se quería ir sin regalarle una más a la gente.
Muchos le pidieron «En el 2000», un influyente tema que salió hace más de 20 años, incluido en el primer disco de la mexicana, pero advirtió que hacía mucho tiempo que no la cantaba, por lo que prefirió interpretar «Un pato», del álbum Casa, del año 2005. Ya cuando daba sus últimos gestos de despedida, el público le lanzó flores al escenario, Natalia tomó algunas y las levantó en agradecimiento. La artista, que cantó casi tres horas, parecía no tener ganas de irse.
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