Mucha gente se pregunta qué hay después de la masiva abstención del domingo pasado. Muchas respuestas caben. Lo primero es despejar una trampita que surge de cuando en cuando, sobre si era mejor que continuara Maduro o que ganara Falcón. Esta es una trampa cazabobos. Ni Falcón ni nadie tenía ni tiene ninguna posibilidad de ganarle a Maduro en el marco del régimen imperante. Así es que lo que había que escoger no era entre Maduro y Falcón, sino la forma en la que Maduro se apropiaría una vez más del poder, si con las mesas electorales llenas o con las mesas electorales vacías. Con la primera opción, la de la “fiesta democrática” con las calles llenas, habría abierto el camino para una disputa sobre las cifras (quién tuvo más y quién tuvo menos); con la opción de las calles vacías –como en efecto, aconteció– ese debate no existe. Maduro tiene la soledad de la calle.
El otro tema es que no se trata de obtener condiciones electorales para poder participar. El fundamento de quienes solicitan esas condiciones es que Maduro, presionado por la crisis, accedería a salir por elecciones antes que por una embestida violenta, sea la revuelta popular, sea la militar, sea una combinación de ambas. No es previsible que el régimen acceda a su salida negociada y, por tanto, la idea de “condiciones electorales mínimas” es una ilusión. El cerco internacional que asfixia al régimen y lo ha puesto a boquear es, precisamente, la paradójica causa del aferramiento al poder por parte de la camarilla: sus miembros no tienen dónde ir. Si estaban agarrados al poder porque es la naturaleza de su proyecto, ahora están más agarrados porque no tienen espacio en el planeta Tierra que los acoja. Por tal razón no habrá condiciones electorales para unas elecciones en las que la posición de Maduro esté en juego.
Se ha desbrozado un camino, y su tránsito requiere unidad e imaginación. Se sabe que el diálogo con el régimen no es una ruta productiva. Los dialogantes, con Zapatero a la cabeza, prostituyeron el significado que el diálogo pudiera tener. También se sabe que las elecciones en los términos del régimen son inaceptables, en las que no hay chance ni para quienes le hacen el juego. La propia abstención, apoyada por todos los sectores democráticos del país, ha marcado el camino: fue un acto de rebeldía, de desobediencia de millones de ciudadanos, quienes en forma firme y pacífica le dijeron al mundo lo que el mundo dice sobre Venezuela: el régimen de Maduro tiene que terminar.
Se ha abierto una ruta que hay que transitar con unidad e imaginación.
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