Fidelidad: “Virtud que forma el lema y la doctrina de muchos grados masónicos. Los antiguos hicieron de ella una divinidad alegórica, cuyos atributos se confunden frecuentemente con los de la buena fe. Numa le elevó un soberbio templo en el Capitolio. Ordinariamente se la representaba bajo la figura de una matrona, coronada de olivo y de laurel y con una cesta de frutos o de espigas: de sus manos unidas pendía una llave y algunas veces un corazón, grabado en un sello. Vestía un largo ropaje blanco y con frecuencia se la encuentra con un perro echado a sus pies, cuyo símbolo es común también a la amistad, porque el perro efectivamente reúne la adhesión y la fidelidad” (Diccionario Enciclopédico de la Masonería – Frau Abrines – Arus Arderiu – Tomo I – Pag. 425 – Edit. Kier S. A. – 1962 – Argentina). Escribir sobre el tema de la fidelidad, para mí es un poco complicado, porque aunque ha sido conceptuada por muchos filósofos y escritores de la misma línea, no se alcanza a definir. Esta palabra se ha desvirtuado demasiado, pues se ha llevado más a lo material que a lo que le corresponde ser, más esotérica, más allá de lo físico. Solo se relaciona a ser fieles a personas, instituciones, pactos matrimoniales o de parejas, etc. considero que debe ser más elevada su definición e incluso su definición no está ligada a este plano, sino a la conciencia. Y por la mala definición de este concepto se han cometido demasiadas injusticias de toda índole. Las religiones la han tomado como objeto de manipulación que ha llevado a muchas personas a ser infelices en su fanatismo. Esta forma de ser del humano de materializar lo que corresponde al espíritu tergiversa todo, y el ejemplo más palpable lo tenemos cuando nos referimos a la Gran Energía Universal, colocándole todas nuestras emociones y pasiones bajas, un dios “antropomorfo” (características humanas). Pero nuestro tema de hoy, es para ayudar a abrir conciencia y no dejarnos llevar por la fantasía que nos presenta este plano que cada día más engorda nuestro ego. El Maestro Jesús nos dice: En Juan 3:3, “El Señor dijo: el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. Nacer de nuevo no significa un renacimiento físico, sino espiritual, se refiere a un cambio en su corazón, ser indiferente a la humildad e indiferente al orgullo, practicando el desapego y el desprendimiento, en otras palabras: abrir conciencia, correr ese velo que nos vela y no nos deja estar conscientes de que somos integrantes de la Gran Energía Universal. En la Masonería le damos otro nombre: es una muerte iniciática, o sea morir para el mundo profano, despertar conciencia y no dejarnos maravillar por las fantasías ilusorias de este plano, causadas por el “Apego”. A pesar de estas definiciones, que están sometidas a nuestro nivel de estado de conciencia, en el ser humano está inscrita la tendencia que lo lleva al comportamiento de la fidelidad tal como la reconoce. En este artículo haré una reflexión sobre “la fidelidad, la lealtad y la masonería”. La fidelidad ha sido muy maltratada en la historia de la humanidad y sobre todo por los deseos de poder del ser humano. Ha decaído mucho en nuestros tiempos, considero que el ser humano, en su nivel de estado de conciencia, pierde la capacidad de asumir compromisos de por vida, y sobre todo en estos momentos difíciles que está pasando la humanidad. Parece que la fidelidad es un ideal irrealizable en todos los campos, tanto humanos como como en los que se debe desempeñar para sus modos de vivir. Tampoco escapan las instituciones espirituales y religiosas a la infidelidad. Pero esta puede tener dos fundamentos para que ocurra: Emocional (consciente y sin interés) y por intereses (corrupción). En la emocional, por ejemplo, en la pareja, se es infiel amando otra persona al mismo tiempo. Y la otra es infiel, sexual, por atracción de cuerpos. Este es uno de los motivos por lo que existe el divorcio. Cuando hablo de corrupción, es porque recibo dádivas para que ejecute una acción en favor o en contra de alguien. Los llamo por interés. En los tribunales de justicia, hay algunos jueces que son corruptos. Mientras existan bajos niveles de estados de conciencia en el ser humano, siempre habrá infidelidad. También la hay en la política, las relaciones entre países, instituciones deportivas, etc. “Una superficial valoración de todo lo que exige amor y fidelidad, ya sea en el matrimonio, en la vida religiosa, en los deberes filiales o laborales, se difunde hoy rápidamente por doquier, viciando el sereno clima de una fidelidad a la palabra dada. Ya no se reconoce la existencia de lazos definitivos e indisolubles. Todo se relativiza, se temporaliza”. (I. M. Gómez, La fidelidad, reflexiones sobre una realidad problematizada, Monte Casino, Zamora 1981, p. 9.). Y a pesar de este panorama que presento y apreciamos todos en el mundo, no han faltado personas que han sacrificado sus vidas en testimonio de su fidelidad a los ideales, personas o instituciones. Como observa Von Balthasar, “la experiencia nos demuestra que es difícil al hombre permanecer fiel a sus semejantes, a los compromisos asumidos, a los ideales y al mismo Dios, si se cuenta tan sólo con las propias fuerzas”. (Cfr. H. U. von Balthasar, Dove ha il suo nido la fedeltà?, en «Communio» 26 (1976), p. 15.). La fidelidad implica promesa, ya sea verbal o por escrito, que pueden cumplirse o no, como se dice en el argot profano: todo depende de la dependedera. La fidelidad se basa en promesas que se lleva el viento, no es algo tan sólido porque se basa en promesas, a la cual uno se somete; incluso, a veces se compromete una persona a realizar algo por darle gusto a la otra. Por lo tanto, la fidelidad se basa en la confianza. Comparo la fidelidad a la palabra “querer”: cuando uno quiere a alguien es por interés de algo, en cambio en el amor no. Se puede dejar de querer pero no de amar, la primera es temporal y la segunda es atemporal.
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