Muchos de los factores de la oposición en Venezuela, políticos y simpatizantes varios, esos que se autoproclaman defensores y abanderados de la causa y estrategia unitaria de cara a las elecciones presidenciales de 2024, parecerían más bien estar haciendo todo lo posible por arruinar la mejor oportunidad de salir del régimen que ha tenido el país en los últimos años.
Los hay de toda clase. Por ejemplo, en estos días oímos los comentarios de una analista política de sospechosa filiación, asegurando que los rumores que han circulado recientemente en las redes sociales sobre un eventual lanzamiento de la candidatura de Lorenzo Mendoza responderían a la preocupación de que la propia de María Corina Machado “va palo abajo”. Cada uno tiene derecho de opinar lo que desee, pero, al margen de la eventualidad de que el buen ponderado dueño de Empresas Polar se lance al ruedo político, sería bueno preguntarle a esta dama de qué encuesta o sondeo sacó esta conclusión.
Igual ocurre con otro de los gurús de las estadísticas y análisis políticos en Venezuela, que asegura que eso de que el pueblo es el que habilita a un candidato es falso de toda falsedad. Este señor maneja la misma tesis del abanderado de Primero Justicia según la cual, si la oposición venezolana quiere verdaderamente asegurar su participación en los próximos comicios presidenciales, debe hacer gala de su mayor sentido práctico y aceptar que las reglas de juego las impone el gobierno de facto. En otras palabras, no ejercer el mínimo derecho a la protesta y al reclamo justo de adecuadas condiciones electorales, entre otras, la participación libre e incondicional de cualquier candidato.
Es la misma aproximación que tienen otros candidatos a las primarias de octubre que se saben muy mal ubicados en los distintos sondeos de opinión. Para estos frágiles aspirantes resulta muy fácil insistir en la especie de que, si estás inhabilitado y resultas vencedor en las primarias, mejor es ceder el puesto a alguien que no lo esté; o, mejor dicho, al candidato que después de la operación Ortega que el régimen de seguro intentaría aplicar en 2024, sea el de su mejor conveniencia. Carlos Prosperi, abanderado de Acción Democrática, ya se sumó al libreto propuesto por Henrique Capriles, asegurando que de ser inhabilitado se retiraría, porque es que no se trata de él, sino del país, y que él no sería un obstáculo a la alternativa de cambio.
Y así, otros personajes de sobra conocidos y que se definen cínicamente como opositores sin ningún pudor, es el caso de uno que le hace verdadero honor a su nombre, Luis Ratti, aún esperando su momento de gloria, una vez que -si le llegara a hacer falta al régimen- su Tribunal Supremo de Justicia declare improcedente la celebración de las primarias; o este otro mercenario, José Brito, que, junto a dos más que falta nombrar, Benjamín Rausseo (Er Conde del Guácharo) y el “gallo tapao” de Miraflores, Manuel Rosales, inscribirán directamente sus candidaturas para las presidenciales del 2024. Por cierto, algunas encuestas recientes han señalado que en un escenario de enfrentamiento entre Nicolás Maduro y Manuel Rosales como abanderado de la oposición, el primero se llevaría la victoria holgadamente. Es bueno tomar nota de esto.
Las cosas hay que volverlas a decir
Entonces, a todos aquellos políticos y demás desubicados que sigan creyendo que el candidato de la oposición que escoja Nicolás Maduro tendrá, al menos, una posibilidad de triunfo milagroso, hay que recordarles que -de cara a las primarias y a las presidenciales de 2024- lo que el país va a elegir es un nuevo liderazgo y no un simple candidato que, al mejor estilo barinés, compita con el saco de trampa oficialista.
Es ese liderazgo que en la figura de María Corina Machado está despertando a toda una población que había caído en ese sueño profundo del desinterés por la política y la desesperanza. La calle habla sola y las encuestas así lo corroboran. Es MCM, la evidente depositaria de la confianza de un país mayoritario cansado de los depredadores oficialistas y de los desatinos de las desgastadas figuras opositoras.
Con o sin primarias, un poco ante la evidencia de que el régimen no dará tregua en su afán por evitarlas, bien harían todas las fuerzas políticas opositoras en redirigir sus energías en función de una estrategia que gravite en torno al apoyo a la candidata que cuenta con el favor de las mayorías. Ya existe un programa mínimo común firmado por los trece candidatos inscritos que suma favorablemente a esa aproximación. Eso sí, es indispensable abandonar absolutamente la narrativa divisionista de las inhabilitaciones impulsada desde Miraflores. Ignorarlas, por ahora, y seguir adelante, es la premisa.
Las líneas básicas ya han sido trazadas; esto es, a través de un proceso de consulta nacional que escoja al nuevo liderazgo opositor, la materialización de una gran fuerza político-electoral será inevitable. Estamos hablando de una gran alianza nacional de disímiles sectores que poco a poco habrá de convertirse en una verdadera avalancha ciudadana, y que, en coordinación con los socios de la comunidad internacional, habrá de imponer la presión necesaria para garantizar las condiciones mínimas necesarias con miras a las presidenciales de 2024.
María Corina ya tiene enemigos de sobra en el campo oficialista y en la variada e infausta fauna de colaboracionistas y cómplices del régimen. Aun en un escenario sin primarias, los demás factores que se dicen de oposición y que han jurado su compromiso por la unidad y el cambio político, deben definitivamente desprenderse de sus intereses personales y partidistas, y alinearse con la campaña que representa la mejor de las oportunidades de nuestro afligido país.
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