La política exterior colombiana en el primer año de gobierno de Gustavo Petro ha transitado desde episodios destacables como el restablecimiento de relaciones con Venezuela, o el haber logrado el acompañamiento internacional a los esfuerzos de paz -en particular con el ELN-, a ambiguas declaraciones sobre la posición colombiana frente a la agresión rusa a Ucrania o sobre el autogolpe de Estado que intentó perpetrar el expresidente peruano Pedro Castillo, o el rifirrafe con el salvadoreño Nayib Bukele.
Episodios que, a juicio de los analistas consultados por EL TIEMPO, han respondido en su mayoría más a coyunturas particulares que a una política exterior que trascienda los gobiernos, reacciones para la galería interna sin fundamento en lo internacional o que quieren posicionar a Petro como líder mundial, con éxito relativo.
“Es un balance claroscuro. Mi impresión es que Petro va por un lado y la Cancillería por otro. No veo mucha articulación. Parece que fuera más una política de gobierno que una política exterior”, dice el analista de la Universidad del Rosario Mauricio Jaramillo.
“Falta un hilo conductor claro, un eje articulador de las posiciones internacionales en espacios bilaterales o escenarios multilaterales (…) una hoja de ruta”, apuntaron en un artículo para Foreign Affairs Latinoamérica la analista de la Universidad de los Andes Sandra Borda y el exministro y exembajador Gabriel Silva.
Por lo escuchado en los discursos iniciales y en campaña, los ejes de la política exterior de Petro se basaban en dos puntos claves: la lucha contra el cambio climático y la transición energética, y la integración regional.
Pero en la práctica han sido pocas las decisiones que se han ejecutado al respecto, aunque Juan Nicolás Garzón y Luisa Lozano, de la Universidad de la Sabana, resaltan que “el gobierno ha sido consistente con un discurso en materia ambiental. La iniciativa para que se canjee deuda externa a cambio de acción climática en principio generó reservas, pero ha resultado de buen recibo entre varios líderes mundiales”. Al menos el tema se ha puesto en la agenda, rescatan.
Venezuela
El asunto venezolano es quizás al que más tiempo y esfuerzo le ha invertido Petro en su política exterior. El temprano restablecimiento de relaciones, muy en contravía del gobierno anterior, que tuvo por bandera el cerco diplomático, el aislamiento internacional y el apoyo al gobierno interino de Juan Guaidó, ha chocado con la intransigencia del régimen de Nicolás Maduro de crear las mínimas condiciones para unas elecciones transparentes y de desbloquear el diálogo político en México con la oposición. De hecho, Colombia organizó en Bogotá una cumbre internacional, sin avances visibles.
Ha sido notable el esfuerzo por romper ese aislamiento, “pero esto sin mayor éxito dado el amplio rechazo que genera la figura del mismo presidente venezolano”, asegura desde Caracas el politólogo Daniel Arias, experto en desarrollo regional. Es claro que Venezuela es considerado un actor clave en el proceso de paz con el ELN y en ese sentido se espera que Maduro sea diligente.
Por el lado de las relaciones comerciales avanzan con alguna lentitud aunque con cifras alentadoras de intercambios, pero el tema de la migración venezolana desapareció de la agenda de la Casa de Nariño. La parte consular, un paso adelante, dos atrás.
En cuanto a Estados Unidos, “la llegada de Petro no se tradujo en un resquebrajamiento de las relaciones, como muchos anticipaban”, dicen Garzón y Lozano, mientras Jaramillo destaca que ha habido fluidez con Washington gracias al buen pulso del embajador Luis Gilberto Murillo, que debe maniobrar para que se sostenga el apoyo bipartidista y ese estatus especial.
Aunque hay preocupación, particularmente entre los republicanos, por el cambio de enfoque sobre las drogas, el aumento de áreas cultivadas y los magros resultados en erradicación, así la sociedad de ese país esté mirando más las crisis del fentanilo que la de la cocaína.
Más allá de eso, Petro aceptó que se instalara en Colombia un centro regional para procesamiento de migrantes, una inédita concesión para un gobierno de izquierda.
Nicaragua
El éxito en el contencioso con Nicaragua en la Corte Internacional de Justicia de La Haya que evitó que ese país extendiera su plataforma continental y se traslapara sobre la nuestra, se puede considerar el triunfo de una política de Estado originada gobiernos atrás y complementada por el actual. Es un alivio que en sí mismo presupone un desafío, pues se hace necesario establecer un tratado limítrofe con ese vecino ‘incómodo’, lo que significaría reconocer o normalizar dolorosas pérdidas que por lo visto Colombia aún no está preparada para asimilar.
Y el gran lunar: la carrera diplomática y los yerros en algunos de los nombramientos, como el del embajador León Fredy Muñoz en Nicaragua, o incluso el de Armando Benedetti en Venezuela, países clave para la política exterior nacional.
El gobierno del cambio “no ha sido ajeno a las viejas prácticas de politización de los puestos diplomáticos en el exterior”, lamentan Garzón y Lozano.
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