Alrededor de 70% de las escuelas públicas del país -que agrupan 85% de la población estudiantil venezolana- establecieron durante el año escolar 2022-2023 el llamado horario mosaico que redujo el número de clases semanales, de acuerdo con estimaciones de la Federación Venezolana de Maestros (FVM). Si bien la medida surgió como protesta por parte de los docentes en reclamo de sueldos dignos, las autoridades educativas de gran parte de la nación dieron su aprobación ante la imposibilidad de los maestros para asistir a los salones de clases toda la semana. El salario actual de los docentes, que no supera los 800 bolívares mensuales, no alcanza siquiera para cubrir el transporte público para asistir a las instituciones educativas.
Para Carmen Teresa Márquez, presidenta de la FVM, que los jefes de las zonas educativas del país y los supervisores de aulas dieran su visto bueno al horario mosaico refleja que el Estado venezolano es consciente de la grave crisis que padecen los docentes, quienes este año han protagonizado 3.186 protestas para exigir mejoras salariales sin obtener una respuesta positiva por parte de las autoridades.
Con el horario mosaico cada institución estableció cuántos y cuáles días a la semana impartir clases, tomando en cuenta las posibilidades de los docentes. Mientras que en algunos colegios los niños asistieron a las aulas tres días o más semanales, en otros solo fueron solo dos o menos días.
«El horario mosaico fue el más empleado. En la cantidad de días a la semana trabajados, cinco días fue el horario menos frecuente. Incluso tenemos conocimientos de escuelas en Guarenas y Guatire que trabajaron hasta mayo porque entraron en hora cero y no regresaron más”, señaló Oscar Iván Rose, coordinador de la Asociación Civil Con la Escuela.
Una situación similar se registró en el estado Barinas, donde hubo sectores en los que no hubo clases durante todo el año, por lo que los estudiantes lo perdieron completamente, de acuerdo con la FVM.
Docentes de al menos tres instituciones educativas en zonas rurales de tres municipios del estado Miranda indicaron a El Nacional que laboraron solo dos días a la semana desde enero. En dos de las instituciones culminaron el año escolar con este horario, mientras que en otra retomaron las actividades los cinco días a la semana durante los últimos dos meses de clases tras recibir amenazas por parte de supervisores.
En cuanto a los centros educativos de Fe y Alegría, las 178 escuelas prestaron servicio durante los cinco días de la semana el pasado año escolar. Sin embargo, esto fue posible gracias a la colaboración de agencias humanitarias y al apoyo de los representantes, quienes dieron un aporte adicional para otorgarle un premio al personal por la permanencia. También se le brindó a los docentes apoyo espiritual, socioemocional e incentivos como bonos para el transporte a los que vivían más lejos, platos de comida en las escuelas donde hay programa alimentario, y ayudas en caso de emergencias de salud. Así lo informó a El Nacional la profesora Noelbis Aguilar, directora del programa Escuela de Fe y Alegría.
En general ni en las escuelas públicas ni privadas hubo cumplimiento del calendario escolar, el cual establece 180 días de clases. Sin embargo, en las instituciones donde se aplicó el horario mosaico la situación fue mucho más alarmante. Por ejemplo, los colegios que desde enero hasta julio impartieron clases dos días a la semana, solo laboraron un total de 48 días. Es decir, escasamente alcanzaron 40% de lo establecido en el calendario escolar.
En este último año a la crisis docente se sumó la suspensión de actividades debido a las fallas en los servicios públicos. En 20% de los planteles no hubo clases por falta de agua y en 11% por falta de electricidad, de acuerdo con datos de la organización Con la Escuela.
Además, 42% de los docentes reportaron inasistencias de los niños durante los días en los que no se otorgó el Programa de Alimentación Escolar (PAE), y 22% de los maestros dicen que tienen niños que faltan a clases porque trabajan.
Pobreza de aprendizajes
El alto índice de pérdida de clases no permitió dar cumplimiento con el programa escolar. Así lo confirmó a El Nacional una docente de educación básica que trabaja en una escuela pública del estado Miranda, quien explicó que durante el año dieron prioridad a las áreas de Matemática, Lengua y Sociales, mientras que quedaron por fuera Educación física, Ciencias naturales y Artes plásticas.
«Las consecuencias de esta situación es, entre otras cosas, lo que internacionalmente se llama rezago de aprendizajes, pérdida de aprendizajes o pobreza de aprendizajes, algo que ya venían presentando los jóvenes tras la pandemia», alertó Rose.
La pobreza de aprendizajes es un indicador que mide el porcentaje de niños que no puede leer y comprender un texto simple a los 10 años, de acuerdo con el Banco Mundial.
Un estudio piloto realizado por la organización Con la Escuela a mitad de año escolar en instituciones de Caracas y el estado Miranda determinó que en promedio los niños de tercer grado pueden leer solo 45 palabras por minuto, aún cuando los estándares internacionales establecen que en esta etapa deben leer 85 palabras por minuto y en segundo grado una media de 60 palabras por minuto.
«Mientras menos palabras lean o mientras más lentos lean, esto quiere decir que tienen menos capacidad de comprensión lectora. Eso es una evidencia clara de la pérdida de aprendizaje en los niños en Venezuela», señaló Rose.
La falta de comprensión lectora afecta el desarrollo de los niños en todas las áreas educativas. Esto provoca que los estudiantes vayan pasando de grado con graves deficiencias.
Las tres docentes consultadas, que pidieron permanecer en el anonimato, dijeron que alrededor de 30% de los estudiantes de sus salones pasaron de grado sin contar con las competencias suficientes para afrontar el programa escolar del próximo año. Los que alcanzaron la meta lo hicieron gracias al apoyo e interés de los padres y con ayuda de tareas dirigidas.
La directora de una institución educativa ubicada en un sector popular de Caracas contó que alrededor de 70% de los estudiantes lograron aprobar el año pero con graves fallas de conocimiento.
«Eran unos niños que ya venían con deficiencias por la pandemia. Comenzaron el año escolar bien, pero luego las clases se vieron afectadas por la protesta. Se estableció un horario de clases de dos días a la semana durante casi todo el año. Las últimas semanas se trabajó cinco días, pero a media jornada. Todo esto dejó a los niños con unas competencias muy bajas para el próximo año escolar», explicó la docente que también pidió no ser identificada.
Los graves problemas en el aprendizaje de los niños se ven reflejados en cifras recientes dadas a conocer por la FVM. Al menos 90% de los estudiantes de 6° grado no están preparados para avanzar al bachillerato, lo que influye en que muchos deserten en los primeros años al no poder cumplir con las exigencias.
Además, durante el bachillerato los retos continúan ante la deserción de profesores de las áreas básicas que alcanza hasta 30%. Estudios de Con la Escuela han confirmado que en los últimos años las instituciones educativas presentan grave escasez de docentes en las áreas de ciencias (Matemáticas, Biología, Química) e Inglés.
Ante esta situación, en las escuelas de Fe y Alegría crearon un programa educativo a través de áreas de formación, lo que les permitió trabajar con los profesores disponibles. «Por ejemplo, creamos el área de lenguaje y comunicación donde se impartía Castellano e Inglés a través de un programa desarrollado por la Universidad Católica Andrés Bello con tutoriales. Igual en el área de Ciencias y Sociales. Este esfuerzo logró que 70% de los estudiantes avanzaran en las principales competencias», explicó Aguilar.
Aun cuando en los últimos años gran parte de la población estudiantil ha presentado deficiencias en el aprendizaje, Márquez aseguró que las autoridades venezolanas obligan a los docentes a pasar a los niños y jóvenes de curso, aunque no hayan recibido clases.
Pérdida de capital profesional
Además de la baja calidad de la educación pública en el país, alrededor de 1,5 millones de niños, niñas y adolescentes no están escolarizados en Venezuela, de acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) de 2022.
La pobreza es el principal factor para la exclusión educativa debido a que los hogares buscan maximizar el aprovechamiento de su fuerza de trabajo para compensar la merma de los ingresos familiares. Asimismo, 35% de los jóvenes de entre 12 y 17 años de edad y 22% de entre 18 y 24 años abandonan los estudios porque consideran que no son importantes.
Sobre este punto, la directora del programa Escuela de Fe y Alegría destacó que es importante realizar un seguimiento a los estudiantes que comienzan a faltar a clases, y en el caso de los que trabajan llegar a acuerdos para que puedan sacar adelante el año escolar.
Una encuesta del Centro de Investigaciones Populares (CIP) señaló que 4,5% de la población en Venezuela se considera analfabeta. Este dato alarmante refleja un incremento significativo en comparación con años anteriores y plantea serios desafíos para el desarrollo educativo y social del país.
El estudio, que incluyó 638 entrevistas en 16 estados venezolanos, también reveló otros datos preocupantes como que 11.4% de los encuestados solo pudo culminar la primaria, mientras que 34.2% completó la educación secundaria.
El informe también destacó que 18% de los encuestados son estudiantes universitarios, 28.3% cuenta con un título universitario y únicamente 3.3% posee un doctorado.
El coordinador de Con la Escuela advirtió que todos estos factores están dejando a Venezuela sin capital profesional, lo que pone al país en una situación de rezago en todas las áreas: telecomunicaciones, tecnologías, transporte, industrial, económica.
«Venezuela está en riesgo de quedarse sin capital formado, capital de talento humano, el país se está descapitalizando de capital profesional. Estamos en una situación muy preocupante que le compete a todo el país», alertó Rose.
Abordar la crisis educativa
La falta de acceso a una educación de calidad y la creciente tasa de analfabetismo en Venezuela representan obstáculos significativos para el desarrollo individual y colectivo de la sociedad y el país. Por ello la importancia de que el Estado y la sociedad venezolana tomen medidas concretas para revertir esta tendencia preocupante y brindar una educación inclusiva y equitativa, que sea accesible para todos los venezolanos.
«Si no hay clases y si no hay maestros, no hay aprendizaje. Esos son los dos principales elementos que hay que atacar el próximo año escolar: primero que haya clases y segundo que haya docentes. En un país pobre como el nuestro lo fundamental es que un niño vaya todos los días a clases en el horario que le corresponda, con un docente profesional, bien preparado y motivado. Dos elementos que debe abordar el Estado», señaló el coordinador de Con la Escuela.
La FVM advirtió que si el gobierno no da respuesta a los docentes sobre las exigencias salariales, es probable que el próximo año escolar se iniciará en septiembre nuevamente de forma accidentada y bajo medidas similares al horario mosaico.
Además, Márquez señaló que un gran número de docentes manifestaron que no volverán a las aulas porque han decidido desempeñarse en otros oficios que les generan una mejor remuneración. «Esto es muy grave, pues incrementará los índices de deserción en un país donde no hay generación de relevo para la profesión docente«, dijo.
«¿Qué exigimos los docentes ahora mismo? Que nos den la reunión con la vicepresidenta de la República a quien se le entregó un documento donde se refleja la situación de la educación venezolana: la falta de infraestructura en los colegios, las fallas en el programa alimentario, los servicios, insumos, los salarios de los maestros. También exigimos que se le dé continuidad a la discusión de la tercera convención única y unitaria para discutir tres cosas: el problema de los salarios de los maestros, la recuperación de las primas que fueron saqueadas por la Onapre, y la seguridad social del docente que no tienen un seguro HCM y los Ipasme en todo el país no funcionan como deberían», señaló Márquez.
La directora del programa Escuela de Fe y Alegría también señaló que para mejorar las condiciones educativas en primer lugar hay que contar con el personal docente necesario, el cual debe ser captado con mejores condiciones sociolaborales y con salarios que no sean de hambre.
«También es necesaria una actualización curricular que responda a las necesidades del país y del mundo. Generar condiciones en los sectores más vulnerables. Mejorar la infraestructura y los recursos en las escuelas. Tener un presupuesto para generar una propuesta educativa de calidad», puntualizó.
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