Si las últimas décadas han estado presentes en zonas como las orejas, la boca, la nariz o el ombligo, ahora los «piercings» aparecen en la alta moda, donde pasan de ser solo un accesorio corporal a protagonistas sobre las prendas, y se desligan de viejos tópicos para convertirse en un complemento habitual.
De adornar partes del cuerpo como insignia de rebeldía o de estatus a copar colecciones de lujo que van desde los bolsos de JW Anderson hasta Balenciaga, Marine Serre o, incluso, firmas consideradas clásicas como Dior y Chanel, que en sus últimos desfiles presentados en París apostaban por este ornamento.
De la espiritualidad a la rebeldía
El origen de los «piercings» o pírsines se remonta a los albores de la humanidad, cuando aparecen de forma casi simultánea en distintas culturas. Si en el antiguo Egipto eran símbolo de distinción para sacerdotes, en tribus asiáticas y sobre las mejillas simbolizaban estado de trance en rituales, mientras que los mayas se perforaban durante festividades.
Estos últimos lo hacían como señal de humildad a los dioses. Los indios americanos atravesaban su piel como rito de protección. Además de estar presentes en algunas corrientes del hinduismo en partes como la nariz. Esto, siglos antes de la llegada del movimiento punk que convulsionó Europa con su particular estética en los años setenta.
Como estandarte de modernidad e irreverencia, los «piercings» pasaron a ser también sello distintivo de colectivos y minorías que reivindicaban su lugar en la sociedad, un concepto del que se despojan en la actualidad, al aparecer en todo tipo de firmas destinadas a un uso comercial como Justine Clenquet o Agatha Paris.
«Hace años el perfil de la gente que venía a perforarse era muy marcado, ahora no hay una edad o un tipo de cliente determinado, sino que se ha convertido en algo común», dice a EFE Jaime Hernández, quien lleva años trabajando como anillador -profesional dedicado a realizar «piercings»-.
Indoloros y estéticos
Sobre las pasarelas, muchas firmas han convertido esta pieza en un accesorio más. Prueba de ello fue el último desfile de Valentino con sus propuestas para otoño. En este colocaba simulaciones de «piercings» en nariz y orejas de todos sus modelos. Una apuesta que comparte con Chloé y Balenciaga.
En los últimos desfiles de las colecciones crucero, firmas como Dior y Chanel reservaban para sus estilismos más impactantes y elaborados multitud de estas piezas como complementos, mientras que otras como Courreges o JW Anderson juegan a salpicar las propias prendas engarzando estos materiales en la tela.
Si uno de los bolsos más vendidos de Anderson es el modelo «Pierce bag», cuyo cierre es, precisamente, un aro gigante en color dorado. La firma de Inditex Massimo Dutti agotaba existencias de un jersey blanco con aros enganchados, cuyo precio en plataformas de reventa multiplicaba por tres el original.
Algunas firmas hacen de los «piercings» su apuesta estética principal; desde los irreverentes Reparto Studio a la firma de joyería Jane Bardot, que elabora joyas manteniendo los «piercings» como protagonistas principales. «Son un icono intergeneracional», explica a EFE su fundadora, María Blanco.
Para María Blanco, los «piercings» conforman «un símbolo de transgresión y de libertad al que se pueden dar infinidad de usos«. Entre ellos, como un accesorio más sobre piezas de ropa más allá de partes del cuerpo.
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