¿Cómo aguantamos tanto? A diario me hago esta pregunta y son pocas las respuestas que me vienen a la cabeza. Realmente, aunque parezca una exageración, nos ha tocado vivir un símil, como nación e individualmente, de las penurias de Job, personaje bíblico cuya historia es relatada en el libro homónimo en el que luego de ser un ganadero exitoso, con hijos, numerosos amigos y mucho más, termina perdiendo todo luego de que Satán retara a Dios a quitar todas las cosas por las cuales Job le agradece y lo alaba argumentando que dicha actitud positiva es por causa de sus bendiciones y no porque realmente lo ame. Lo cierto es que, luego de una vida exitosa, Job recibe más palo que gata ladrona, en una historia que pone los pelos de punta por el nivel de pruebas que debe enfrentar este pobre hombre.
Para nadie es un secreto que Venezuela ha vivido períodos de productividad y bonanza que hoy contrastan con las miserias que nos tocan vivir a diario y las cuales cada día, por más positivismo y actitud que se asuma, son más desesperantes porque la realidad nacional suele ser avasallante.
Este segundo semestre de 2023 vivimos un nuevo período de recesión económica desatada por la mala administración del régimen que nos gobierna, de medidas absurdas que terminan afectando al país y por ende perjudicando a sus ciudadanos, razón por la cual es cada vez más titánico el esfuerzo que hacemos a diario para lograr sobrevivir en esta dura realidad.
El panorama económico sigue siendo turbio, sobre todo luego de la caída de la economías por dos trimestres consecutivos y con una inflación que ronda más de 108 puntos, un bolívar que sigue depreciándose frente al dólar americano y solo en julio perdió 5% más de su valor, una caída que sigue acelerando la destrucción sistemática del poder adquisitivo del venezolano de a pie, quienes nos vemos, de una u otra manera, afectados por semejante situación en la que cualquier trabajo y remuneración es insuficiente y en la que los esfuerzos por mejorar la calidad de vida parecen cada vez más estériles.
Debo confesar que, por momentos, la situación llega a niveles alarmantes de estrés y preocupación porque al venezolano le toca caminar por un laberinto, a oscuras, con las manos atadas a la espalda, sin agua ni comida. Cada día parece más un eterno viacrucis y son menos las opciones para intentar cambiar dicha realidad por parte del régimen, por evidentes razones, y menos por obra de una oposición inútil y colaboracionista en muchos casos.
Insisto con un pensamiento que no deja de rondar en mi cabeza y es el hecho de que el tiempo que pasa es un bien no renovable para nosotros y es el principal afectado por una situación endémica la cual se acrecienta en vez de mermar. Como ya he dicho en otras oportunidades, la realidad es que aquella nefasta frase del año pasado que llegaron a popularizar, la cual rezaba “Venezuela se arregló”, cada vez es más evidente que fue una soberana burla. La verdad es que el país está cada día peor.
¿Cuánto más podemos soportar? La incógnita crece porque somos héroes y hemos demostrado niveles de templanza y de fuerza que nos han permitido, aún con tristeza, dolor, preocupación y con presupuestos cada día más devaluados soportar con entereza cada día. Esperemos que en algún momento recibamos como reconocimiento a nuestro esfuerzo algo similar que Job al final del relato bíblico.
En sus últimos años de vida, Job recibió de Dios más bendiciones que en los primeros, pues llegó a tener catorce mil ovejas, seis mil camellos, dos mil bueyes y mil burras; además, tuvo catorce hijos y tres hijas. A la primera de ellas la llamó Paloma, a la segunda la llamó Jazmín, y a la tercera la llamó Azucena. Estas tres hijas de Job eran las mujeres más hermosas del país, y tanto a ellas como a sus hermanos, Job les dejó una herencia.
Job vivió todavía ciento cuarenta años, y llegó a ver a sus hijos y nietos, hasta la cuarta generación. Luego de haber disfrutado de una larga vida, murió siendo ya muy anciano.
Job 42: 12 -17
Tw y IG @fmpinilla
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