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¿Es posible que se equivocasen todas las encuestas?

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En todos los manuales del buen periodismo te enseñan a dudar. Es en la duda donde comienza la búsqueda de la verdad. Cuestionar hechos y datos para a continuación contrastarlos es casi una obligación moral del periodista. Ayer un buen amigo, al que convertí hace años en mi sociólogo de cabecera y nunca se equivocó, me apuntaba la sorpresa que para él representaba el hecho de que todas las encuestas hayan fallado en las últimas elecciones. Según él, la subida de participación no justifica la movilización de la izquierda. Reconoce que el asunto es delicado, pero como a tantos españoles le parece necesario hacer una investigación en profundidad para establecer qué relación existe entre el voto por correo y el cambio notable que se opera entre lo que las encuestas decían y la realidad del escrutinio final.

La sociometría no es una ciencia exacta y adentrarse en los comportamientos sociales de la ciudadanía para encontrar explicaciones sigue siendo difícil, por no decir imposible. Sería bueno, de todos modos, que las propias casas de encuestas hiciesen un ejercicio de análisis para saber dónde residió el fallo, cuál fue la razón por la que viajó por fuera de su radar un cambio que tan sólo se dio, todo hay que decirlo, en el PP y el PSOE, ya que las predicciones sí se cumplieron con el resto de los partidos.

En estos días de reflexión se están produciendo muchos errores de análisis, pero me quiero detener en tres. Uno consiste en cuestionar el liderazgo de Feijóo al frente del PP cuando es la única ocasión que este partido presenta un candidato que en su primera comparecencia gana unas elecciones. Aznar necesitó dos oportunidades y Rajoy tres.

La otra es la guerra civil que han abierto seguidores y dirigentes del PP y Vox. Tiempo perdido y esfuerzo estéril. Finalmente, merece la pena que nos detengamos en este dato: todos los partidos nacionalistas dispuestos a romper España, contrarios a la Constitución, y sobre los que se quiere apoyar Sánchez (ERC, Junts, Bildu, PNV y BNG), suman 1.616.988 votos, lo que les ha dado una renta de 26 escaños. Por su parte, Vox logró el apoyo de 3.033.744 ciudadanos españoles, lo que le ha reportado 33 diputados, apenas 7 más, superando en 1.800.000 votos a las minorías independentistas. Los 5 partidos contrarios y desleales a la convivencia entre los españoles, en el marco de la Constitución, y en cuyo seno cohabitan terroristas y golpistas, parecen merecer el beneplácito de una sociedad biempensante dispuesta a blanquearlos y pactar con ellos. Resulta que con los largos 3 millones de Vox no se puede ni hablar. Pues tenemos un problema: todo lo anterior es el síntoma de una democracia enferma.

Artículo publicado en el diario El Debate de España

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