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Lo que titula es un verso atemorizado y dolido, del libro España aparta de mí este cáliz, de César Vallejo, publicado a fines de la Guerra Civil y cuando el gran poeta debía vislumbrar la derrota de la República, y los años de horror del franquismo que se avecinaban. Murió unos meses después.

Hoy se celebran unos comicios generales en España, coyunturales ciertamente, aunque sería necio compararlos con el hito histórico que fue esa guerra, sus centenares de miles de muertos y la imposición de la sangrienta y retardataria dictadura de Franco, que convirtió a España en “el corral agrícola” de Europa y la sumió no sólo en la negación de toda libertad y locación histórica de horrendos y múltiples crímenes, sino que la enterró en el oscurantismo ideológico más fétido. No, no es el caso, pero sí es un momento importante de su vida republicana. Y algún eco resuena de aquel festín de la barbarie.

Todos sabemos que uno de los fenómenos políticos de la hora es el renacimiento del fascismo, de la ultraderecha, en Europa y allende. Lo que se había jurado no volverán, después del inigualable horror histórico del nazismo hitleriano y el fascismo italiano con sus decenas de millones de muertos y su destrucción civilizatoria. Nunca más se dijo entonces y el monstruo parece de nuevo rondar el continente donde nació la libertad moderna. Y ya no solo son movimientos minoritarios sus descendientes, seguramente todavía incipientes, sino que han conquistado el poder en algunos países, tan cultos como Italia, y en otros se han convertido en una seria amenaza, nada menos que en la Francia, cuna de las libertades modernas, o en el Israel del Holocausto y, sobre todo, lo que representa Trump para la mitad de los americanos y el mundo todo… por no incluir a la Rusia de Putin que viene de otra tradición no menos despótica. Podríamos citar unos cuantos más pero el tema es España.

España elige hoy prácticamente todas sus autoridades mayores. Pues bien, a esa España que es hoy uno de los países más prósperos de Europa, con el sistema de salud más extendido y eficaz del planeta, con una cifra de expectativa de vida entre las dos o tres más altas del mundo, por citar solo uno de sus logros sociales, y que además ha sido uno de los que ha salido más fortalecido económicamente después de la pandemia y es hoy una voz que suena fuerte en la Unión Europea, le toca enfrentarse hoy a una derecha tradicional, “los nietecitos de Franco” como los llamaba un brillante escritor, pero con el agravante de que el dinosaurio ya está ahí y es su socio, Vox, una sumatoria de todos los males que definen el fascismo. Y es muy probable que ganen, eso dicen la mayoría de las encuestas.

La pregunta es, pues, la más simple. ¿Por qué los pueblos votan por estas ideologías que no ha mucho causaron la peor desgracia de Europa? ¿Por qué votaron por Trump o por Chávez para estar más claros? Una de las grandes cuestiones que nos tenemos que plantear hoy en día porque es un fenómeno que crece y se expande. Lo meramente razonable está amenazado en muchas partes. Hasta ahora hubo derechas razonables, el mismo PP en España ha gobernado sin amenazar las estructuras mínimas del país. No es el caso en esta elección, ha sacado lo peor de sí, sus raíces más sórdidas.

Hay una respuesta que puede ayudarnos, de uno del más grande economista de este tiempo, Thomas Piketty: la creciente desigualdad en la repartición de los bienes terrenales del hombre, a nivel mundial y a nivel local, en un modelo societario extremadamente individualista y que hace del consumo creciente el único fin. Las clases, incluso no necesariamente pobres, parecen no soportar su lugar en ese mundo de los apetitos sin límites y buscan redentores mágicos.  Algo suena, ¿verdad?

En todo caso, yo espero que las encuestas se equivoquen en un certamen que debe ser lo suficientemente reñido. En horas sabremos.

 

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