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El candidato sorpresa

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Foto Federico PARRA / AFP

Los candidatos sorpresa, imprevistos, son frecuentes y se diría que cada vez más frecuentes. Hay uno que me parece ejemplar: unos quince días antes de las elecciones, cuenta Vargas Llosa en El pez en el agua, su hijo lo llama para que volviese de inmediato a Lima porque Fujimori estaba volando en las encuestas. El novelista le responde: ¿quién es Fujimori? Y señala que se había tomado el trabajo de conversar con casi todos los candidatos, hasta algunos insignificantes. Ya sabemos qué pasó y la historia posterior del Perú.

Así como algunos parecieran salir de la nada, otros son afamados de otras comarcas. Zelenski, para no ir más lejos, era un humorista y hoy es más que un presidente, héroe de más de medio mundo en el combate contra el cerdo de Putin. Ronald Reagan, un actor de Hollywood, no muy brillante, terminó como presidente de la primera potencia del mundo. También hay los políticos que emergen de minúsculos partidos. Y así, una notable variedad. Todos ellos tienen en común una dosis de antipolítica, bien sea absoluta (“políticos bastardos”), bien más concreta y referida a estos políticos que lo han hecho tan mal.

Pero es María Corina Machado quien nos interesa ahora. También ella tiene su perfil particular. Ella siempre ha estado ahí donde está, a la vista de todos, casi un cuarto de siglo ahí. Y pocos la vieron, nadie le puso flores y rosarios encima ni le acercó sus hijos para que los tocara, como ahora por allá en Barinas o en Cabudare. Allí hizo algunas cosas que no salieron, como pedir a los amigos, sobre todo a los gringos, que acabaran con los tiranos con una rápida invasión. Le dijeron que no reiteradamente, hasta la ofensa. Y en verdad los norteamericanos no invaden hoy ni a Trinidad, después de Vietnam, Irak, Afganistán, Libia…y otros débiles ante su poderío; cuesta caro y suele perderse. Luego, no ha propuesto nada muy visible, pero permaneció a distancia, prudente distancia, de la oposición dominante y por ende de sus fracasos y sus largas ausencias o acercamientos dudosos al poder, en fin, todo aquello que hace que la gente, que por cierto también corrió para su casa y sus negocios, la despreciara. Ella no cargó con esos pecados porque además si algo hizo en ese largo período fue poner mala cara, demostrar firmeza, recibir con donaire y valor las agresiones del régimen.

Allí podría estar la clave, la gente, muchísima gente, odia esta dictadura que lesionó o acabó con sus anhelos, con el país. La odia de verdad porque le quitó un largo fragmento de vida. Como odia a la oposición dominante por sus fracasos y sus ausencias, que fueron también las suyas (lo cual da lugar al acertijo de si la dirección falla por la inercia de la gente, o viceversa) y cabe que ambas sean sincrónicas y por los mismos motivos.

Y, posiblemente por la ilusión de abrir en grande la puerta electoral, por primera vez se hizo visible y surgió el fenómeno, la intransigente, la del “no” permanente, y poco reconocida como opositora seria se hizo una estrella (en el sentido de Edgard Morin, Les stars).

Ahora bien, la brillante candidata sorpresa ha sido inhabilitada, es decir, ya no podrá ser candidata ni a una alcaldía de provincia por 15 largos años. Incluso, a lo mejor las primarias, su escenario para agrandar y consolidar su capital político, pudiesen no tener lugar.

¿Qué va a hacer entonces? Formalmente es claro: o transfiere a alguien su fortuna electoral o se empeña en hacer las cosas por otros caminos, ignorar su mordaza legal y emprender otra toma del poder, por ahora imprevisible, mientras mi general Padrino siga inamovible. Al respecto nada sabemos. Agreguemos que el gobierno cada día se hace más irreversiblemente nicaragüense, es decir antioccidental y por ende chino, ruso, iraní… Cosa seria sin duda.

Y quiero cerrar con otra cuestión: sin duda la mayoría nos hemos comprometidos a respetar al que sea capaz de sacar a los déspotas del poder en Las Primarias, sea cual fuese su credo político.  Palabra empeñada, así sea –como es mi caso- por ejemplo, María Corina esté en el extremo contrario de mis ideas. Pero todo parece cambiar, las cosas no marchan como suponíamos, no andan más o menos como pensábamos hasta hace unos días, ahora hay que impedir que la obra no cierre el telón a destiempo de nuevo, como hace tanto comienza y termina.

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