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Después de la fotografía. El ojo postfotográfico de Joan Fontcuberta

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Por JOHANNA PÉREZ DAZA

“La fotografía después de la fotografía” es el epígrafe utilizado por Joan Fontcuberta para acompañar el título de su libro La cámara de Pandora (2010). Más de una década ha transcurrido desde que el reconocido artista y ensayista español escarbara en el presente y devenir de la imagen analizando la “nueva” fotografía digital, sus usos y extravíos. Provocador absoluto, su obra (teórica y artística) es, abierta e intencionadamente, controversial. La suya es una historia de engaños convertidos en advertencias, una especie de vacuna que parte del virus para inmunizar. En 2011 publica en La Vanguardia su manifiesto posfotográfico y, cinco años más tarde, se edita La furia de las imágenes (2016), esta vez con el epígrafe “Notas sobre la postfotografía”, donde profundiza esta línea temática.

Fontcuberta es, sin duda, una referencia imprescindible para entender las transformaciones de la imagen, así como el concepto de postfotografía. Creador de relatos y situaciones, camaleónico y audaz, sus propuestas han levantado polvo con algunos vientos a favor o fuertes críticas inscritas en la acera de quienes consideran que el fin no justifica los medios y que engañar para cuestionar la mentira es una contradicción. Fontcuberta responde, argumenta, investiga y construye. Podríamos asociar su recorrido entre las reflexiones derivadas de Pedro y el lobo, por una parte, y El Quijote, por otra. Sobre la primera referencia, muchos desconfían de sus trabajos porque pudiesen ser otra “toma de pelo”… ¿o no? Él corre el riesgo y prosigue (supongo que también, sonríe satisfecho). Toca a los espectadores decidir si creer o desacreditar. Con respecto a El Quijote, el mismo Fontcuberta ha afirmado que, ante la sobreabundancia indigerible de imágenes en la red: “Hoy Alonso Quijano no enloquecería leyendo novelas de caballería sino frente a una pantalla de ordenador”.

Cosmonauta, hacedor de milagros o experto en especies de plantas y animales inexistentes, ha sembrado la espinita de la duda asegurando haber inventado, además del aclamado fotógrafo Ximo Berenguer, a la prolífera fotógrafa y niñera Vivian Maier, entre tantos otros personajes y proyectos (unos más divertidos, otros polémicos y desafiantes) confrontando los circuitos del arte, la ciencia y la información y, sobre todo, la confianza que le otorgamos a la fotografía en estos ámbitos.

El paso de la fotografía química o analógica a la digital ha traído cambios importantes. En la primera se inscribe, en la segunda se escribe, de manera que la toma es solo un primer paso y los procesos de postproducción cobran nuevos sentidos, al punto que, hoy en día, el fotógrafo es más un prescriptor que un hacedor, la fabricación queda relegada en función del uso. En el Decálogo posfotográfico (1), Fontcuberta resume:

1º Sobre el papel del artista: ya no se trata de producir obras sino de prescribir sentidos.

2º Sobre la actuación del artista: el artista se confunde con el curador, con el coleccionista, el docente, el historiador del arte, el teórico… (cualquier faceta en el arte es camaleónicamente autoral).

3º En la responsabilidad del artista: se impone una ecología de lo visual que penalizará la saturación y alentará el reciclaje.

4º En la función de las imágenes: prevalece la circulación y gestión de la imagen sobre el contenido de la imagen.

5º En la filosofía del arte: se deslegitiman los discursos de originalidad y se normalizan las prácticas apropiacionistas.

6º En la dialéctica del sujeto: el autor se camufla o está en las nubes (para reformular los modelos de autoría: coautoría, creación colaborativa, interactividad, anonimatos estratégicos y obras huérfanas).

7º En la dialéctica de lo social: superación de las tensiones entre lo privado y lo público.

8º En el horizonte del arte: se dará más juego a los aspectos lúdicos en detrimento de un arte hegemónico que ha hecho de la anhedonia (lo solemne + lo aburrido) su bandera.

9º En la experiencia del arte: se privilegian prácticas de creación que nos habituarán a la desposesión: compartir es mejor que poseer.

10º En la política del arte: no rendirse al glamur y al consumo para inscribirse en la acción de agitar conciencias.

Apropiacionismo, superposiciones, mixturas, desplazamientos y relecturas emergen en esta agitada marea en la que surfea el Homo fotográfico, ese ser en el que bullen la necesidad y la obsesión de fotografiar todo, de fotografiarse en cualquier circunstancia para autoafirmarse, autoexplorarse y autorevelarse; para ponerse y quitarse la máscara que acompaña a la fotografía, como señaló Roland Barthes.

Desde la teoría, la postfotografía implica pensar en el medio fotográfico, en las transformaciones que afectan su definición y delimitación, en las posibilidades que encara en el futuro, en un después donde las constantes son el cambio y la incertidumbre. Desde la práctica, abarca proyectos y experiencias que se desarrollan luego de la toma inicial, que consideran los archivos, las fotos anónimas o de otros, realizadas en diferentes formatos y soportes, donde la autoría se diluye y la confección de nuevos significados da otra oportunidad, a través de proyectos y conexiones, a lo que puede ser obviado, desestimado o desechado.

La fotografía después de la fotografía enfrenta nuevos retos asociados a la Inteligencia artificial (IA), un cambio superlativo en la construcción, circulación y consumo de imágenes. Un hito histórico y un laberinto por andar. A propósito, vale recordar que desde sus inicios, la tecnología ha mediado el curso de la fotografía, como oportunamente subrayó Vilém Flusser. Desde las heliografías, daguerrotipos, calotipos, sales de plata, hasta los bits, códigos de búsqueda y procesamiento de data, Photoshop, Instagram. Desde la experimentación química, diversidad de técnicas, softwares y aplicaciones hasta MidJourney y otros bots que permiten generar imágenes con IA, en la producción y consumo de imágenes el elemento tecnológico ha sido, es y será un eje fundamental.

Hoy, como en otros casos y momentos, una vez más se ha decretado la muerte de la fotografía frente a la tecnología entendida más como amenaza que como oportunidad, desbalanceando contras y pros, sumando más apocalípticos que integrados. Se abren así otros puntos suspensivos que plantean y/o retoman problemas que hay que abordar crítica y creativamente. Amanecerá y veremos.

*Johanna Pérez Daza se desempeña en la Universidad Católica Andrés Bello.

1 Por un manifiesto posfotográfico. Disponible en: https://www.lavanguardia.com/cultura/20110511/54152218372/por-un-manifiesto-posfotografico.html Con acceso 11/05/2011

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