A diferencia de muchos analistas que no se toman en serio las amenazas y planteamientos del presidente de la asamblea nacional constituyente, ingeniero Diosdado Cabello, es de mi consideración que deber ser asumido como una de las figuras protagónicas del acontecer político en la Venezuela del siglo XXI y en consecuencia sus planteamientos, aun aquellos que parezcan muy diferentes de la opinión de los comunes, debe ser analizada con absoluta seriedad por el rango del mismo personaje en cuestión, quien realizara una declaración que no admite duda de ningún tipo sobre su convicción de llegar hasta el final , lo que pocos o casi nadie quiere debatir o siquiera plantear en público, como lo es el escenario de una guerra con Estados Unidos.
Comenzando por señalar que sus esperanzas y deseos responden a la idea de repetir lo acontecido en la Guerra de Vietnam, donde un país subdesarrollado logró derrotar a la primera potencia militar mundial, es importante aclarar que aquí arranca la primera diferencia, ya que Vietnam del Norte no hubiese logrado vencer a Francia y Estados Unidos sin el enorme apoyo militar de su vecino, la República Popular China, y el apoyo masivo de la Unión Soviética en equipos, pertrechos y asesores militares, mientras que en el caso de Venezuela, sus vecinos están constituidos por naciones reacias e incluso hostiles al gobierno de Nicolás Maduro como Colombia, Brasil y Guyana.
La idea de una guerra popular prolongada está muy arraigada dentro de la literatura revolucionaria y viene de tratar de hacer valer la idea del triunfo del débil sobre el fuerte siguiendo los ejemplos de los partisanos soviéticos de la Segunda Guerra Mundial o las hazañas de la Sierra Maestra de Fidel Castro y sus guerrilleros o los Pijamas Negros del Vietcong, lo cual requiere en todos los casos un extraordinario costos en términos de vidas humanas para lograr equilibrar la superioridad material y tecnológica del adversario y eventualmente superarlo.
En este parámetro se inscribe la idea de disponer de 4 millones de milicianos anunciados por Nicolás Maduro para tratar de convertir a toda Venezuela en un inmenso Stalingrado tropical en caso de una invasión militar, a objeto de que las cincuenta y tantas mil unidades de defensa popular luchan palmo a palmo de terreno y casa por casa cada una de sus zonas de defensa asignadas como tal.
El problema de esta estrategia es que necesita de unas cantidades enormes de armamento y municiones que a su vez exigen la coordinación efectiva de un comando central que lleve el pulso diario de todas las operaciones en tiempo real a lo largo y ancho del país, lo que se puede imaginar como una tarea cuesta arriba a la luz de la doctrina militar estadounidense y las experiencias de las invasiones de Panamá y especialmente de Irak (2 veces), donde la primera tarea de las tropas estadounidenses fue la decapitación del Alto Mando Central y sus puestos de control, lo que implicaría el bombardeo de las instalaciones de las REDI y ZODI y la persecución de sus jefes efectivos políticos y militares como blancos de alto valor estratégico.
El planteamiento de amenazar con detener a todos los jefes opositores y tratarlos como enemigos en medio de una guerra de este calibre es una invitación abierta a que sean fusilados por las tropas en medio de su desesperación, lo cual sin duda ocurriría debido a que nadie va a estar pendiente de prisioneros de guerra para juzgarlo luego en una coyuntura como esta, lo que implicaría la muerte de miles de cuadros opositores de diverso tipo desde políticos hasta empresarios, pasando por líderes sociales y activistas comunitarios y gremios profesionales y sindicatos.
No cabe la menor duda de que la respuesta militar de los invasores sería extremadamente brutal y dado que según Nicolás Maduro dispusieron durante casi un año de un agente de la CIA en la jefatura del Sebin bajo el general Henry Cristopher Figuera, es obvio que disponen de toda la información confidencial de la República Bolivariana de Venezuela, incluyendo secretos militares, políticos, económicos, personales/íntimos de todos los actores políticos y sociales importantes, y muy especialmente deben contar con toda la nómina completa (oficial y extraoficial) de todos los milicianos, tropas regulares y unidades de defensa popular de diverso tipo, así como todas las policías del país e incluso la lista completo de todos los “patriotas cooperantes” y demás miembros políticos y colaboradores del PSUV y fuerzas aliadas, lo que les permite precisar los blancos a represaliar, así como a evitar ataques sorpresas de dichos cuadros ya identificados.
Recordando las experiencias monstruosas de aniquilación masiva de 1965 y 1966, cuando la CIA reportó la aniquilación de 100.000 comunistas en 10 semanas de represión militar y policial y posteriormente de entre 500.000 a 1 millón de activistas y miembros del Partido Comunista de Indonesia, no es exagerado pensar que existen mentes enfermas y extremistas, sedientas de sangre y odio que desean una hecatombe como la ocurrida en Uganda en 1994, donde casi 1 millón de personas murieron en una guerra civil, a palos, piedras e incluso a mano y patadas en manos de sus vecinos, amigos y familiares enfermos de propaganda extremista.
También pudiera hablar de otras estrategias de aniquilación masivas ocurridas en Kenia, Grecia, Filipinas o Argelia que suelen ser usadas por fuerzas de ocupación a través de métodos de contrainsurgencia, que escapan al espacio y requieren de otro momento para ilustrar la brutalidad de la guerra a los niveles fratricidas de las guerras de este tipo.
El propósito de este escrito va más allá de aterrorizar al lector, sino que trata de concientizarlo sobre la imperativa necesidad de buscar un acuerdo de diálogo y negociación rápido, antes de que se abran las puertas de Ares (Dios de la Guerra) y comience una tragedia que seguramente va a devastar a Venezuela si se plantea el caso de una guerra absoluta, como se está planteando en los medios de comunicación.
Aún parece estar a tiempo de llegar a un acuerdo de paz con la intermediación de la comunidad internacional.
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