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Ronna Rísquez: El Tren de Aragua revolucionó el crimen en América Latina

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Ronna Rísquez es la periodista que atravesó los muros de la prisión donde opera una de las bandas que más muerte y terror han sembrado en la región: el Tren de Aragua. En la cárcel de Tocorón, Aragua, esta venezolana con más de 20 años de experiencia en crimen organizado y derechos humanos pudo ver con sus propios ojos no solo cómo estos criminales se bañan en exorbitantes lujos tras las rejas –desde discotecas hasta zoológicos–, sino que documentó cómo funciona una corporación criminal que ha puesto el pie en un amplio espectro de delitos en toda América Latina.

Entre las más de 20 actividades que le generan rentas se encuentran la trata de personas, el lavado de dinero, el tráfico de armas, sicariatos, extorsiones y la minería ilegal. En Bogotá, por ejemplo, han sido señalados de microtráfico y extorsión, y de ser los responsables del asesinato y desmembramiento de varios rivales, cuyos restos han aparecido en bolsas negras.

En medio de un breve paso por Colombia, Rísquez habló con EL TIEMPO sobre diversos detalles de su más reciente libro, El Tren de Aragua: la banda que revoluciona el crimen en América Latina, donde cuenta las dinámicas de esta estructura que tiene más de 5.000 hombres, de los cuales 3.000 delinquen libremente en distintos estados de Venezuela y en otros países. Algunos, en la agitada frontera entre Norte de Santander y Táchira.

—¿Cómo se enteró, por primera vez, de la existencia del Tren de Aragua?

—Me enteré de que era una organización delictiva que operaba en Venezuela y luego comencé a ver en otras coberturas del periodismo de investigación cómo el grupo aparecía mencionado en distintas actividades delictivas que no eran las que habitualmente uno asociaba con los grupos armados venezolanos, como, por ejemplo, el contrabando de chatarra. Eso me llamó la atención y empecé a ver que sí había un elemento importante de la presencia del grupo, no solo en Venezuela, sino también en otros países de América Latina.

—A grandes rasgos, ¿cómo opera?

—Es una organización mafiosa que opera desde una prisión y que ha tenido la habilidad de encontrar en las personas privadas de la libertad una mano de obra muy fácil de reclutar cuando estas son liberadas, porque generalmente no tienen más oportunidades. Esta organización ha establecido gobernanzas criminales en algunos territorios que le han permitido establecerse y de alguna manera tener no un apoyo, pero sí una especie de tejido dentro de las comunidades que los ayuda a mantenerse y operar.

—En el caso de Venezuela hay tres elementos que fueron importantes: uno fue la conflictividad política y social que está viviendo el país desde 2014 y se agudizó en 2017. Esto acompañado de una emergencia humanitaria compleja que es toda esta situación de hambre, falta de recursos, de empleo y de oportunidades para las personas en Venezuela. Luego está otro elemento que es la pandemia. Esos tres elementos combinados de alguna manera dieron pie al nacimiento del Tren de Aragua

—¿Cómo es posible que hayan logrado llegar a tantos países?

—Se han expandido en América Latina a través de células que logran armar y todo está basado en una filosofía de confianza y de lealtad. Ellos tienen una estructura a la que llaman familia, entonces tú no traicionas a la familia, tú confías en la familia, y eso les permite operar a distancia basados en ese sistema de confianza.

—Usted entró a la cárcel donde se manejan las operaciones de esta banda. ¿Qué encontró allí?

—Entrar a la prisión de Tocorón era algo que yo tenía que hacer para poder hablar con más propiedad del Tren de Aragua. Entré como familiar de visita para poder ver cómo funcionaba la prisión, qué pasaba ahí, qué había, y lo que encontré fue la confirmación de que la prisión funciona como una ciudad, donde hay desde discotecas hasta zoológico, estadio de béisbol, comercios, etcétera.

—En otras entrevistas, usted ha dicho que este grupo delincuencial no es muy «confrontativo»–a menos que no le quede alternativa–, sino que prioriza la negociación. Pero esta banda tiene fama de ser muy violenta…

Tiene una estructura de sicarios importante, y una de sus prácticas es grabar los sanguinarios asesinatos que realizan de sus adversarios, para enviar mensajes de fuerza. Esta es una de sus características más importantes.

—Entre los diferentes negocios que maneja esta estructura, ¿cuál es el que predomina?

—Las extorsiones. Controlan muy bien las extorsiones y han incursionado en la trata y el tráfico de migrantes. Eso lo han hecho con bastante éxito.

—¿Cree que están en la búsqueda de incursionar en otros horizontes delictivos?

—No creo que haya un límite para eso. Siempre están y estarán buscando oportunidades de negocios criminales y eso es algo que en ningún momento van a cerrar, siempre están viendo cómo pueden obtener rentas.

—¿Cuál ha sido la estrategia de esta banda en Colombia?

—En el caso colombiano se ha mostrado como un grupo fuerte, independientemente de que su presencia no sea tan amplia como para decir que están en toda Colombia. Han sido responsables de algunas personas encontradas en bolsas negras desmembradas. Para entrar en un escenario como el colombiano, que es tan competido en materia delictiva, necesitan hacerlo con fuerza. Además, es importante el hecho de que hayan logrado obtener alguna especie de pacto con el Eln, como el que tienen en la frontera entre Colombia y Venezuela; en Norte de Santander, donde ambos grupos operan con algunos mínimos enfrentamientos. Operan allí desde 2019 y lo hacen producto de algún tipo de acuerdo o pacto mínimo.

—¿Cómo funciona eso?

—Lo que manejo es que allí operan los dos grupos y cada uno tiene sus actividades. El acuerdo es respetarse esas actividades y los territorios que tienen.

—¿Tiene identificado al líder que opera en nuestro país?

—No sabría en este momento quién es esa persona en Colombia, y si bien tienen líderes que llevan un poco la operación de cada país, el líder máximo sigue siendo Héctor Rusthenford Guerrero Flores, alias Niño Guerrero. Porque es a él a quien le reportan permanentemente en Tocorón.

—¿Son de influir políticamente? Dentro de cuatro meses aquí tendremos elecciones regionales…

—Hasta ahora no hay una evidencia. Obviamente, en las zonas donde tienen control territorial tratan de controlar todo. Pero hasta ahora no he visto que tengan aspiraciones políticas.

—¿Hay alguna otra banda que esté a la par del Tren de Aragua en América Latina?

—Hay otras bandas importantes, pero no son venezolanas. En Venezuela hay otro grupo muy poderoso que es el ELN, el cual opera en varios estados y es un grupo que no tiene la expansión del Tren de Aragua, pero sí tiene un poder de fuego y un conocimiento del ámbito militar que no tienen ellos. En América Latina hay otros como el Primeiro Comando da Capital (PCC) o los carteles mexicanos, que son muy poderosos también.

—¿Cómo convive el gobierno de Nicolás Maduro con estas organizaciones criminales?

—No sé cuál puede ser el vínculo del gobierno con el Tren de Aragua, pero lo que sí es cierto es que no hay evidencias de acciones para combatir o para evitar que el Tren de Aragua siga operando de la manera que lo hace.

—¿Cree que un cambio en el gobierno puede significar un cambio en el combate contra el crimen en Venezuela?

—Debería significarlo porque va a ser necesario. Incluso, algo más que un combate, porque hemos visto que no necesariamente este tipo de políticas son las más acertadas. Creo que hay que buscar algunas fórmulas de transición y pacificación de estos grupos; no necesariamente la violencia sería el mejor mecanismo, y mucho menos en Venezuela.

—¿Qué tan viable es aplicar un modelo como el de Bukele?

—En Venezuela se aplicó un modelo más extremo que el de Bukele, donde se implementó un grupo de exterminio denominado FAES (las Fuerzas de Acciones Especiales) que dejó más de 20.000 personas muertas en ejecuciones extrajudiciales en 5 años. Según las autoridades eran delincuentes y por eso los mataron, pero la realidad es que el problema de los grupos armados y la violencia en Venezuela no ha cesado y eso puede explicar por qué políticas como las de Bukele no necesariamente son eficientes.

—Al tiempo que ha descrito cómo esta banda se ha expandido sin límites por la región, también ha expuesto una preocupación por la criminalización a la migración venezolana. ¿En qué consiste esta reflexión?

—La migración pueden verla como un problema y quizás lo sea, pero el problema realmente grave que tienen los gobiernos en este momento es el fortalecimiento del crimen organizado en América Latina. Entonces, a la hora de poner energía en algo, deberían ponerla en ver cómo frenan el crecimiento del crimen organizado y no en todas las restricciones que ponen permanentemente a la migración. Esto lo que hace es contribuir al fortalecimiento de estos grupos, porque son ellos los que se aprovechan de estos migrantes que buscan mecanismos para tener una mejor calidad de vida y en ocasiones, lamentablemente, estos pasan por hacer parte de estos grupos criminales.

—¿Qué impacto ha tenido su libro?

—Ha sido bastante significativo, ha circulado por muchas partes, me han contactado de muchos sitios para entrevistarme y entender la dinámica de este grupo, de los grupos armados venezolanos y para hablar más sobre la situación del crimen organizado en América Latina. Ha tenido un impacto muy fuerte en los medios y en las organizaciones periodísticas internacionales.

—¿Seguirá tras las huellas del Tren de Aragua?

—Voy a seguir trabajando en los temas que he venido cubriendo hasta ahora, que tienen que ver con violaciones de derechos humanos, violencia y crimen organizado. Voy a seguir insistiendo con eso.

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