Se entiende como política de Estado todos aquellos programas que desarrolla un régimen para la sociedad; sin embargo, se suele pensar que todas las políticas públicas están encaminadas a proveer una mayor y mejor calidad de vida a la población, cuando los resultados de muchas de estas planificaciones, es decir, en los hechos, demuestran todo lo contrario.
Por ejemplo, en los regímenes de gobiernos colectivistas, amparados en la democracia representativa, e incluso con la narrativa de la democracia participativa, como argumento estelar, se terminan socavando los derechos naturales de las personas, de ahí que extender los derechos fundamentales en una larga lista de derechos difusos, en vez de fortalecer el sistema de garantías jurídicas, ha permitido reducirlos; convirtiéndolos incluso en polvo cósmico, en nada. Es por ello que es de importancia recordar que el sistema de garantías de los derechos y principios fundamentales es precisamente un método organizado y sistemático que, cuando se diluye en tendencias o modas cíclicas de la historia, tienden a desaparecer, ya que se invaden precisamente las líneas divisorias de los derechos humanos y principios fundamentales del sistema de garantías de los derechos universales.
Pero si se está pensando que esto es un error de cálculo, una torpeza de la filosofía o de la técnica jurídica política de los regímenes de gobierno, no se está observando con claridad meridiana el hecho, porque en sí se está en presencia de un régimen obediente a intereses extractivos de los recursos nacionales o patrios, para los intereses que operan el matraz de los antisistemas políticos.
Por eso que desde fuera del laberinto de Minos, en la ágora del libre pensamiento, se aprecia desde lo alto, la divisa del panem et circenses (literal “pan y espectáculo del circo”) de la era romana, así que nada debe asombrar, que se observe reinar a la incompetencia, la corrupción, junto a la inseguridad y riesgo país, la inflación, la trata de personas, entre otras epidemias, o en otras palabras al gobierno de los malvados, de los peores, también conocido como cacocracia, asunto que se repite en todos los ámbitos de la existencia, como en la música, al arte, la cultura, la ciencia, etc., ya que por medio del cernidor de la consciencia, no sólo se observa, cada día, una puesta en escena, sino unas pérfidas creencias, con el único propósito de mantener la sociedad en la dirección del caos junto a la angustia, como escenario propicio y necesario para el usufructo de las riquezas nacionales, empezando por la población, como principal interés de los grandes intereses monopólicos que operan en el mundo.
Entre otras cosas, como se venía explicando en pasados días, el rico, el pobre, el ilustrado, el bribón, el analfabeto, el hombre llano, el monje, el anacoreta o el más modesto campesino, viven sujetos a la misma fuente de control y alimentación.
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