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El espionaje en la Independencia de Venezuela

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Por ANDRÉS ELOY BURGOS

La Guerra Invisible: espías y espionaje en la independencia venezolana 1810-1821, estudio que ha sido distinguido con el primer lugar del Premio Nacional de Historia Rafael María Baralt 2022-2023, es un libro que devela la práctica del espionaje durante el momento auroral de nuestra nación. Es la historia de un singular ejercicio del poder, ejercido por seres disimulados y disfrazados, traidores e infidentes, hábiles falsarios, improvisados y calculadores; pero también de seres con rostros descubiertos y comprometidos, de fieles, de valientes arriesgados, de inteligentes planificadores. Una historia de humanos muy humanos en la que, bien podría decirse, el lector hallará un espejo para verse tal cual es —a dicho filosófico— como solo los tiempos extremos lo permiten.

Espías en las fuentes históricas venezolanas

En las fuentes históricas sobre la independencia abunda  información acerca de la actuación de los espías y el uso del espionaje, pero a pesar de ello este tema no recibió la atención de un estudio específico por parte de los historiadores venezolanos, de allí la inexistencia en nuestra historiografía de un libro que ofrezca explicaciones sobre ese fenómeno. Para contribuir a llenar ese vacío, realicé un estudio con  un abordaje indiscriminado de las acciones de espionaje durante la guerra, es decir que trabajé sin distingos el espionaje de patriotas, realistas, eclesiásticos y otros, porque uno de mis principales propósitos fue visibilizar este fenómeno que pasó desapercibido en la historiografía venezolana. Para efectos metodológicos dividí en dos grandes categorías los casos de espionaje, a los que denominé: Explícitos: donde aparece la palabra espía, espionaje; y No explícitos: donde por indicios se puede demostrar que se trata de una acción de espionaje.

Son numerosos y variopintos los casos hallados en las fuentes históricas, pero acá dejaré como muestra algunos de los que considero relevantes. El arzobispo de Caracas, Narciso Coll y Prat, máxima autoridad eclesiástica de Venezuela, fue uno de los principales ejecutores del espionaje a favor de la causa monárquica. En la especie de memoria que escribió para tratar de exculparse de las acusaciones de infidente al rey —publicadas posteriormente con el título de Memoriales sobre la independencia de Venezuela— se hallan los indicios que confirman su participación en distintas operaciones de inteligencia secreta contra los republicanos. De las más resaltantes están la emprendida dentro del propio Congreso Constituyente 1810-1811 en combinación con los clérigos realistas Juan Nepomuceno Quintana, Manuel Vicente Maya y Juan Antonio Díaz Argote; así como las acciones de espionaje con las que —según su propio testimonio— favoreció a los movimientos de José Tomás Boves.

En 1811 un comerciante gallego de nombre Guillermo Troncoso fue procesado como infidente al rey, acusado de ser espías de los patriotas en las inmediaciones de Caicara del Orinoco. Resulta que en 1810 Troncoso se hallaba en Guayana una de las tres provincias que se había negado a dar el paso hacia la independencia. La situación de Guayana desde ese año fue bastante delicada, debido a los constantes enfrentamientos que existieron en ella, hay que recordar que al principio esa provincia se había declarado a favor del movimiento del 19 de abril, pero los realistas lograron imponer a la fuerza su gobierno. En esta región suroccidental de Venezuela el señor Troncoso se encargó de espiar los movimientos de los realistas para informar al líder patriota Blas Ortega. El expediente de su causa criminal es uno de los cientos que forman parte de la colección Causas de Infidencia que se conservan en el Archivo General de la Nación de Venezuela y que dan cuenta de las numerosas acciones políticas y militares que tuvieron lugar durante la guerra de independencia, entre ellas, el espionaje.

Unos cirqueros ambulantes conocidos entonces como “gitanos” o “chinganeros” se movían por distintos poblados de los llanos venezolanos llevando su colorido entretenimiento. De acuerdo con el testimonio ofrecido por el soldado inglés Richard Vowell, quien estuvo con las tropas de Páez y dejó interesantes crónicas de todo lo que vivió en las pampas venezolanas, “…tales gentes son vistas con el mayor desdén y aborrecimiento”… y “En los períodos más crueles de la guerra a muerte, considerábase a los chinganeros como excepcionales privilegiadas a la regla general que no admitía ninguna especie de neutralidad en la pugna sanguinaria, permitiéndoseles visitar libremente los campamentos de patriotas y realistas para diversión de la soldadesca”. En ese paso entre campamentos estos maromeros, aprovechándose de su privilegiado manto de neutralidad, actuaban como espías, compartiendo información reservada acerca de todo lo que veían en los asentamientos enemigos. El libro de Vowell, Las Sabanas de Barinas, reseña cómo el jefe de estos chinganeros dio información a Páez acerca de los movimientos de las tropas del jefe realista Pablo Morillo.

Las mujeres espías no faltaron y es que muchas de ellas tuvieron participación en la guerra invisible. Encontré varios casos en los que —con no poca elocuencia— se evidencia cómo las féminas se comprometieron en la peligrosa labor de búsqueda y transmisión de información secreta. Destaco solo como abreboca los casos de Lorenza Armas, una mujer de San Rafael de Orituco que en 1819 se introducía en los mercados de los pueblos ocupados por los realistas para recoger información y transmitirla a un oficial patriota de nombre Manuel Saldivia que era su enamorado; también el caso de Teresa Heredia, una joven maestra de primeras letras, convencida patriota natural de la Villa de Ospino que sirvió de espía y fue una activa conspiradora entre los años de 1814 a 1816; o el caso de las mujeres de la familia Concha, unas vecinas de Cúcuta que el propio Simón Bolívar ordenó expulsar en 1819 por el daño que su espionaje estaba causando a los planes de los republicanos.

Un libro nacido de la angustia

Este libro nació de la angustia del joven estudiante de maestría que fui, alguien apremiado por el calendario académico, que decidió atender los amables consejos de colegas y amigos de sumergirse en las fuentes históricas, para tratar de encontrar un tema de investigación factible de convertir en su trabajo especial de grado.

Lleno de dudas pero también de grandes ilusiones inicié la labor investigativa, conseguí importantes referencias en autores españoles y de los Estados Unidos. Me nutrí de manera ecléctica de la teoría necesaria, pero, sobre todo, aumenté concienzudamente el acopio de fuentes primarias que dieran cuenta de esta sugestiva práctica. Con la investigación noté que esta práctica llegó a involucrar a personas de todos los estratos de la sociedad y que recibió la atención de los más altos responsables en la toma de decisiones en esta coyuntura: líderes como Francisco de Miranda, José Antonio Páez, Francisco Tomás Morales, Pablo Morillo, Simón Bolívar, fueron algunos de los más destacados en el uso de espías.

¿Qué es el espionaje y quiénes son los espías?

El espionaje es una vieja práctica, que se utiliza tanto en tiempos de guerra como de paz y está orientada a captar informaciones que permitan lograr la superioridad o tomar ventaja sobre el enemigo. Permite modificar las condiciones, multiplicar las oportunidades para la victoria. Independientemente de si están involucradas o no las armas, un insumo informativo puede hacer cambiar la dinámica de una batalla. Las informaciones bien utilizadas por los generales o los políticos ayudan a conducir las acciones de forma asertiva, mermar los riesgos de suponer las verdaderas amenazas; impedir o disminuir la posibilidad de ser engañado; mantener el control sobre individuos o colectivos humanos potencialmente peligrosos, y sorprender a quien no se lo espera. Espiar consiste en ver para prever los acontecimientos, es la forma de observar al enemigo sin que este sepa que está siendo observado; es la acción con la que se provee de información fundamental a los encargados de la toma de decisiones.

En el espionaje participan individuos e instituciones que han comprendido mínimamente el valor de la información. También es una de las prácticas más antiguas que permite ejercer el poder sobre una persona o un conjunto de ellas. No en vano encontramos referencias a esta práctica en libros tan antiguos como El arte de la guerra de Sun Tzu.

El espionaje como sistema

Desde su forma más primitiva el espionaje se ha establecido como un sistema en el que más de dos personas están involucradas y funcionan articuladas en el usufructo de la información privilegiada; información que por su importancia debe mantenerse oculta a extraños a la organización. Este sistema produce lo que se ha convenido en llamar como información secreta, que se reserva a los más importantes agentes decisores. A pesar de que se reserva la información secreta y su búsqueda a un reducido grupo de personas que conforman el sistema, nunca el espionaje es un acto individual o aislado pues siempre involucra a varias personas y se establece en función de fines preconcebidos. Del sistema, naturalmente, todas las partes son importantes, pero la fundamental la constituye el espía, quien es el que se encarga de obtener a riesgo de su vida el preciado insumo de la información.

Para una historia que procure explicar las sociedades humanas importa mucho el estudio de estos personajes; le interesa el espía proveniente del pueblo que se involucra en labores de búsqueda de información secreta en espacios peligrosos; le interesa estudiar a las mujeres, a los comerciantes, soldados, extranjeros, curas, médicos, arrieros, pulperos, entre otros, que incorporaron al espionaje en su vida cotidiana. Como la que escribí es una historia de los espías y el espionaje en la guerra de independencia venezolana, importa ver aquellos espías que surgieron en el contexto de la guerra y que aportaron informaciones a personalidades encargadas de la toma de decisiones tanto militares como políticas, muchas de las cuales influyeron de forma importante en el desarrollo de los acontecimientos y en el proceso general.

El espionaje en la guerra moderna

Consciente de que existe un marco histórico de funcionamiento del espionaje me pareció necesario investigar cómo este estuvo incorporado a la lógica de actuación política y militar de principios del siglo XIX, para así apreciar por cuáles vías, de qué forma, bajo qué fundamentos teóricos o ideológicos se convencieron tantas personas de la necesidad de hacerlo; del por qué consideraron que el espionaje era un imponderable en la política y la guerra moderna. Es así que el lector encontrará numerosas referencias al desarrollo de la teoría y la práctica del espionaje en la guerra durante el periodo de la Ilustración en Occidente, más específicamente en el contexto de la emancipación suramericana.

Aunque en su mayor parte las fuentes consultadas provienen de la esfera militar y judicial, advierto que no se trata de una historia militar, sino de una historia que tiene como protagonistas a hombres y mujeres de distinta procedencia social, política, étnica, económica, ideológica, religiosa, etc. Es una historia que estudia al espionaje en su sentido más amplio dentro de la guerra.

Espiar consiste en ver para prever los acontecimientos, es la forma de observar al enemigo sin que este sepa que está siendo observado; es la acción con la que se provee de información fundamental a los encargados de la toma de decisiones.

La guerra signada por el espionaje ha sido invisible al menos en dos sentidos: 1) en lo práctico; y 2) en lo historiográfico. Respecto al primer sentido que se alude debe entenderse que el espionaje (como una dimensión de la guerra) se realizaba procurando ser imperceptible en el campo de batalla y en el ámbito de la política, atacando de forma silenciosa y oculta, con seres que pasaban desapercibidos o simplemente evitaban dejarse ver por los enemigos; en cuanto al sentido historiográfico me refiero a que no existen hasta la fecha estudios específicos que se ocupen del espionaje en la historia de Venezuela. Miles de acciones de este tipo, miradas en su conjunto, creo que constituyen una guerra invisible que tuvo lugar entre 1810 y 1821.

*El Premio Rafael María Baralt 2022-2023 fue organizado por la Academia Nacional de la Historia y la Fundación Bancaribe para la Ciencia y la Cultura. El jurado estuvo integrado por Diego Bautista Urbaneja, Inés Quintero y Ocarina Castillo D’Imperio.

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