La inhabilitación de María Corina Machado generó un rechazo generalizado tanto dentro como fuera de Venezuela. En la reciente reunión de Mercosur, los presidentes de Paraguay, Abdo Benítez, y de Uruguay, Luis Lacalle Pou, fueron categóricos al denunciar el atropello y exigir que se restablezcan las libertades democráticas en Venezuela. Hay que «alzar la voz» contra el gobierno de Nicolás Maduro, dijeron los mandatarios. Luiz Inácio Lula, de Brasil, y Alberto Fernández, de Argentina, fueron –como siempre- más escurridizos. Hay que ‘dialogar’ con Maduro, dijo Lula, luego de admitir que no conocía los detalles de la decisión; tampoco parece saber que las conversaciones en México naufragaron por la persistente negativa del gobernante venezolano.
Igualmente se han pronunciado la Unión Europea, Reino Unido, Canadá, Chile. Hasta el Alto Comisionado de la Oficina para DDHH de la ONU, Volker Türk, llamó al gobierno venezolano a garantizar el debido proceso en las inhabilitaciones políticas dictaminadas por la Contraloría.
El régimen contraataca acusando de ‘injerencistas’ a los gobiernos y organizaciones que han opinado contra la arbitrariedad. El único injerencismo que le gusta a Maduro es el de los cubanos, rusos e iraníes. La tiranía cubana, que ha esquilmado a Venezuela, constituye uno de los soportes más sólidos del régimen en el área de la seguridad. También le entregó el manejo de las Notarías y los Registros. ¡Cualquier cosa!
María Corina se suma a la ilegal inhabilitación de Henrique Capriles, víctima del odio encarnizado que le tiene Diosdado Cabello desde que aquel lo derrotó en las elecciones para gobernador de Miranda, cuando Cabello intentó repetir como mandatario de ese estado. A María Corina y a Capriles podrían seguirles otros candidatos a la primaria. El gobierno sería capaz de utilizar a su obediente contralor para sacar de la competencia a Andrés Velásquez, a Delsa Solórzano, a César Pérez Vivas, a Andrés Caleca o a cualquier otro aspirante que despunte en las encuestas y sea considerado por Maduro y su gente como un peligro para su continuidad.
Ese fue el esquema utilizado por Daniel Ortega en Nicaragua, cuando inhabilitó a Cristiana Chamorro, quien lideraba las encuestas. Luego continuó con el resto de los aspirantes que fueron tomando el testigo. Ortega no les dio tregua a sus adversarios. Manejó la maquinaria del Estado para aplastar a sus opositores. Después siguió la razzia con periodistas, escritores y sacerdotes de la Iglesia Católica. Todos los que se asomasen como críticos pasaron a ser declarados enemigos y fueron demolidos. Nicaragua representa una tiranía similar a la que los hermanos Castro impusieron en Cuba hace más de seis décadas. Ese es el modelo que la casta roja pretende establecer en Venezuela.
Ante ese panorama, cómo enfrentar al régimen con algunas posibilidades de impedir que Venezuela termine siendo una copia de Cuba y Nicaragua. La inhabilitación de María Corina y de Capriles constituye una provocación orientada a sacar a los principales opositores –los agrupados en torno de la Plataforma Unitaria y a la Comisión Nacional de Primaria- de la ruta electoral. El gobierno busca crear frustración y escepticismo con respecto a las posibilidades de lograr cambios democráticos por la vía del sufragio. ¿Para qué organizar la primaria e ir a votar si el régimen no aceptará al ganador de la consulta y, para cubrir las formalidades legales, impondrá un candidato fantoche manejado por Maduro y su grupo? Esta es la reacción que la élite gobernante espera.
Siendo ese el propósito del gobierno, lo más sensato es no complacerlo. La Plataforma Unitaria, la Comisión Nacional de Primaria y todos los sectores que quieran plegarse a esa postura, deberían reafirmar su convicción en la estrategia electoral. Los aspirantes inscritos en la primaria –por supuesto que incluidos María Corina y Capriles- tendrían que seguir recorriendo el país con la convicción de que el enorme malestar existente en Venezuela contra Maduro encontrará en esa campaña las posibilidades de expresarse y potenciarse. Al gobierno no le será fácil reprimir o sofocar los apoyos que vayan recibiendo los aspirantes en cada estado, municipio o localidad que visiten. La primaria puede convertirse en esa bujía que esperan los ciudadanos para expresar su desaliento y rabia por la miseria en la que los hundió el régimen.
La campaña por lograr una primaria exitosa, que atraiga a millones de votantes, debería estar acompañada de más acciones en el plano mundial. La Plataforma Unitaria tendría que crear una Secretaría Internacional que se dirija regularmente a los presidentes democráticos de América Latina, a los Parlamentos del continente, a los partidos democráticos del mundo y a diversas instituciones y organizaciones internacionales ocupadas de seguir la marcha de la democracia en el planeta, con el fin de informarles de forma detallada acerca de lo que ocurre en Venezuela, exhortándolos a que se pronuncien a favor del respeto a la libertad, al Estado de Derecho, a la soberanía popular y a la Constitución, que, de paso, señala a la votación ciudadana como unos de los derechos fundamentales de la democracia participativa y protagónica.
La dirigencia opositora debe actuar en varios escenarios al mismo tiempo. El enemigo que se encuentra enfrente carece de escrúpulos y sus aliados son las dictaduras más sanguinarias del continente y el mundo. La vía electoral no se reduce a invitar a la gente a votar, primero en la primaria y luego en las elecciones nacionales. La ruta electoral es mucho más compleja y global que la campaña proselitista y el acto de sufragar. Así conviene asumirla.
@trinomarquezc
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