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Un recorrido por el caso Padilla

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Los hechos antes de la autoinculpación de Padilla

Revista El Caimán Barbudo, edición del 15 de junio de 1967:

Padilla es uno de tres escritores encuestados. Tema de la consulta: Pasión de Urbino, novela de Lisandro Otero, funcionario del régimen. Dice Heberto Padilla: pastiche de Carpentier y Durrell. Prosa cargada de andariveles. Salto a la banalidad, inadmisible a los 35 años. Lo compara con Cabrera Infante, ya exiliado. Tres tristes tigres: “Una de las novelas más brillantes, más ingeniosas y profundamente cubanas que hayan sido escritas alguna vez”. Padilla deja caer su látigo: contra los burócratas del Ministerio de Relaciones Exteriores y contra la Unión de Escritores y Artistas (“cascarón de figurones”).

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En la misma edición, 15 de junio de 1967:

Los responsables de El Caimán Barbudo hacen frente a Padilla (El Caimán Barbudo era el suplemento cultural de Juventud Rebelde, fundado en 1965, órgano de la Unión de Juventudes Comunistas; su director era el escritor Jesús Díaz). Esgrimen un argumento de insólita precariedad: “Solo la respuesta de Heberto Padilla no se ajusta a lo pedido”. Otra frase producto del mismo patetismo: “Al responder a la encuesta sobre la novela de Lisandro Otero, parece que el poeta Padilla estaba mentalmente situado en el pasado”. Agregan: La emprende a mandarriazos contra Otero. Desborda los límites de la crítica literaria. Su virulencia es desproporcionada en relación con la brevedad de la novela. Ataca a Lisandro Otero y lo opone a Cabrera Infante. Juzga a Cuba con esquemas importados. Al novelista que está en Cuba le opone uno que ha emigrado. “Nuestros enemigos podrán acusarnos con razón de haber prohibido la explotación del hombre por el hombre, pero no un cuadro, una novela, una película, una composición musical, una obra de teatro, sean de la tendencia que sean”.

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La respuesta de Padilla se publica en El Caimán Barbudo, edición del 19 de marzo de 1968:

Va dirigida a la Redacción saliente. Les dice: Ya no basta tener una opinión. Hay que tener la opinión que la Redacción quiere. Cuando comparé a Otero con Cabrera Infante, ejemplo indiscutible, comparé la diferencia entre ramplonería y talento literario. La Redacción especula sobre lo que pienso. Proyectan: me atribuyen sus propios pensamientos. No escribo con la moral del perseguido, característica de una sociedad de explotadores. Ejerzo un deber y un derecho. La de Otero: novelita, cuyo título parece extraído de Corín Tellado. Es falso el dilema entre el novelista que está aquí y el novelista emigrado. El dilema es entre el libro malo y el libro bueno. “Ciertos marxistas religiosos aseguran por ahí que el revolucionario verdadero es el que más humillaciones soporta: no el más disciplinado sino el más obediente; no el más digno, sino el más manso”. No enjuicio a la sociedad cubana. Ni uso esquemas importados. Ni de otros tiempos. “En tan corta vida revolucionaria hemos tenido, incluso, nuestro estalinismo en miniatura, nuestro Guanahacabibes, nuestra dolce vita, nuestra UMAP. Si estos errores han sido superados —dejando por supuesto, sus huellas— es porque la naturaleza de nuestra Revolución los rechaza orgánicamente”.

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A continuación, el comunicado de la Redacción entrante. Junio de 1968:

Categórico comienzo: la polémica está mal planteada. Padilla confundió política, política cultural y opiniones personales. Las suyas fueron frases sin fundamentar, no una crítica literaria. Se refiere menos a dos novelas que a dos escritores arquetípicos en la historia literaria del socialismo: el escritor perseguido y el escritor burócrata, el yogi y el comisario. Padilla sabe que miente. Sabe que no se hizo la encuesta por tratarse de un novelista-vicepresidente. Se le incluyó porque su “opinión adversa” era conocida. La redacción se proponía contraponerla a la apología de otro encuestado. Sigue una larga consideración al asunto de Cabrera Infante, que no es el objeto de esta recapitulación. Y, a continuación, otra más larga, que debate la afirmación de Padilla contenida en la encuesta, de que Otero tendría dos opciones: “El destino del burócrata de la cultura, que a duras penas podrá escribir divertimentos, o del escritor revolucionario que se plantea diariamente su humilde, grave y difícil tarea en su sociedad y en su tiempo”. Hay una tercera posibilidad, distinta del burócrata y del rebelde sin causa, que “depende en gran medida de la actitud de los intelectuales verdaderamente revolucionarios frente a su realidad”.

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Lisandro Otero aparece, finalmente, en las páginas de junio de 1968:

Arbitrariedad: en vez de ofrecer una opinión literaria, Padilla hizo una nota política para oponer al escritor que vive en Cuba al escritor que vive en el extranjero. Usó mi novela para hablar de política. Se observa incomprensión y distanciamiento del proceso cubano, a partir de 1959. Se vanagloria de no haber hablado a la BBC de “un problema interno cubano”. “Parece no comprender Padilla que el hecho de no traicionar no constituye una prenda de conducta de un cubano, ni siquiera el cumplimiento de un deber, sino la manifestación espontánea y natural de un estado de conciencia. Algo que debe ejercerse tan normalmente como beber un vaso de agua”. Ha pasado más de la mitad del proceso en el extranjero. “Padilla habla con acritud del ‘novelista-funcionario’. En mayor o menor cuantía todos somos en Cuba funcionarios salvo los que trabajan por cuenta propia y de esos ya se encargó la Ofensiva Revolucionaria”. Y sigue con el asunto de Cabrera Infante, que “juega a Iván Bunin”: “A partir del primero de enero de 1959 no tiene justificación para un escritor cubano residir fuera del ámbito esencial que debe conformar su obra. Porque el divorcio entre escritor y sociedad ha desaparecido (…) Solo se puede partir al extranjero por altas necesidades de la Revolución misma y con la encomienda de una tarea concreta”. Padilla toma de Solzhenitsyn la idea de la literatura como semejante a la campana del bombero: para avisar de los peligros morales y sociales. La idea de la literatura como insumisión o rebeldía es propia de escritores de la burguesía.

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Noviembre de 1968:

El hito siguiente, ataque a Padilla, de Leopoldo Ávila (seudónimo que, entiendo, no se ha develado de forma definitiva, pero que, de forma mayoritaria, se atribuye a José Antonio Portuondo). Su artículo fue publicado en la revista Verde Olivo. Elogia y critica al Padilla de El justo tiempo humano (1962): poemas de alto nivel y poemas flojos (“manoseados”). Lo que sigue es denigratorio: afecto a las comodidades; separado de su trabajo por ciertas irregularidades; récord como viajero; desconectado de la realidad cubana. “Parecía que con El justo tiempo humano se había agotado una promesa. O es que el ajetreo de los aeropuertos internacionales, el corre-corre tras las vacunas y otros formalismos, y el andar despreocupado y boquiabierto por capitales europeas gastando alegremente dólares que se le entregaban para otra finalidad, no le dejaba tiempo para las musas. Y eso lo decimos con tristeza; no desconocemos la relación directa que hay entre los dólares que gastaba Padilla y el sudor de nuestros macheteros”. No venía al caso: aprovechó la encuesta de El Caimán Barbudo, defendió a Cabrera y atacó a la Revolución. Con frases destinadas al público extranjero. Padece manía persecutoria. Problemas que no son nuestros. No son críticas “desde la Revolución sino contra ella”. En lo que cesaron cargos y privilegios, pasó a la contrarrevolución. “Ajeno y enemigo de la realidad revolucionaria, se entretiene publicando venenosas pullas”. A continuación, Ávila desgrana fragmentos de los poemas de Fuera de juego, que hablan de realidades inexistentes en la Cuba revolucionaria. Ávila habla de poemas “francamente contrarrevolucionarios”. No escribe para los revolucionarios, ni para el pueblo “que sabe la verdad”. Escritor de tercera o cuarta fila. En su carrera por entregarse a la CIA ha llegado tarde: otros avanzaron y  viven de sus beneficios.

Premio a Fuera de juego, 1968

Jurado: José Z. Tallet, Manuel Díaz Martínez, César Calvo, José Lezama Lima y J.M. Cohen (que dejó su voto por escrito con la siguiente frase: “Este libro hubiese ganado un premio en cualquier país del mundo occidental”).

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Voto razonado del jurado:

“Los miembros del jurado del género poesía que hemos actuado en el concurso Uneac de 1968, acordamos unánimemente conceder el Premio Julián del Casal al libro intitulado Fuera del juego, de Heberto Padilla.

Puesto que ningún otro libro, a nuestro juicio, tenía méritos suficientes para disputarle el premio al que resultó vencedor, acordamos, además, no otorgar menciones honoríficas.

Consideramos que, entre los libros que concursaron, Fuera del juego se destaca por su calidad formal y revela la presencia de un poeta en posesión plena de sus recursos expresivos.

Por otra parte, en lo que respecta al contenido, hallamos en este libro una intensa mirada sobre problemas fundamentales de nuestra época y una actitud crítica ante la historia. Heberto Padilla se enfrenta con vehemencia a los mecanismos que mueven la sociedad contemporánea, y su visión del hombre dentro de la historia es dramática y, por lo mismo, agónica (en el sentido que daba Unamuno a esta expresión, es decir, de lucha).

Padilla reconoce que, en el seno de los conflictos a que lo somete la época, el hombre actual tiene que situarse, adoptar una actitud, contraer un compromiso ideológico y vital al mismo tiempo, y en Fuera del juego se sitúa del lado de la Revolución, se compromete con la Revolución, y adopta la actitud que es esencial al poeta y al revolucionario: la del inconforme, la del que aspira a más porque su deseo lo lanza más allá de la realidad vigente.

Aquellos poemas, cuatro o cinco a lo sumo, que fueron objetados, habían sido publicados en prestigiosas revistas cubanas del actual momento revolucionario. Así, por ejemplo, el poema “En tiempos difíciles” había sido publicado en la revista Casa de las Américas, número 42, sin que en el momento de su publicación se engendrara ningún comentario desfavorable.

Otros poemas habían sido publicados en la revista del Consejo Nacional de Cultura y en la de la Uneac, así como en revistas extranjeras que muestran un apasionado entusiasmo por nuestra Revolución.

La fuerza y lo que le da sentido revolucionario a este libro es, precisamente, el hecho de no ser apologético, sino crítico, polémico, y estar esencialmente vinculado a la idea de la Revolución como la única solución posible para los problemas que obsesionan a su autor, que son los de la época que nos ha tocado vivir.

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15 de noviembre de 1968. Reacciona la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, no solo al premio otorgado a Padilla, sino también a Antón Arrufat, por su obra dramatúrgica, Los siete de Tebas. Ambos son conflictivos en lo político. Ambos serán publicados. Se incluirá una nota, firmada por el Comité Directivo, que consignará el desacuerdo, ya que ambos son ideológicamente contrarios a la Revolución. La Revolución ha respetado la libertad de expresión. “Esta tolerancia, que buscaba la unión de todos los creadores literarios y artísticos, fue al parecer interpretada como un signo de debilidad favorable a la intensificación de una lucha cuyo objetivo último no podía ser otro que el intento de socavar la indestructible firmeza ideológica de los revolucionarios”. Desde el título mismo, Fuera de juego “deja explícita la autoexclusión del autor de la vida cubana”. Defiende el individualismo ante las necesidades de la sociedad, propio de la ideología liberal burguesa. Según Padilla el desobediente es el digno. El revolucionario, un acomodado. Habla desde la actitud propia del intelectual del capitalismo, que solo puede escoger entre el escepticismo o el rechazo crítico. “La Revolución cubana no propone eliminar la crítica ni exige que se le hagan cantos apologéticos. No pretende que los intelectuales sean corifeos sin criterio. La obra de la Revolución es su mejor defensora ante la historia, pero el intelectual que se sitúa críticamente frente a la sociedad debe saber que, moralmente, está obligado a contribuir también a la edificación revolucionaria”. Su ataque a la Uneac es propio de un oportunista carente de ética. Su defensa de Cabrera Infante constituye una adhesión al enemigo, “quien se declaró públicamente enemigo de la Revolución”.

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5 de agosto de 1968. Tomás Eloy Martínez, entonces jefe de redacción del semanario Primera Plana (Argentina), entrevistó a cinco escritores —Severo Sarduy, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y Guillermo Cabrera Infante— sobre “Los novelistas exiliados”. Apareció en la edición #292, 30 de julio al 5 de agosto de 1968. Un fragmento de la respuesta de Guillermo Cabrera Infante:

“Heberto Padilla escribe un elogio a Tres tristes tigres y, con un golpe de dedos que no abolirá al zar, da comienzo a la polémica mencionada. A la semana es cesanteado de ese diario oficial cuyo nombre recuerda demasiado a Caperucita Roja: “Granma, what great big teeth you have!”. Ahora, después de meses de suspensión de salida y con otra redacción (castigada la anterior, supongo, por haber hecho pública la polémica), El Caimán publica a Padilla su “Respuesta a la redacción”, cierre de la polémica, y, dispuesto ya a viajar a Italia para ver su libro de poemas editado por Feltrinelli, con pasaje comprado en Milán, le es abruptamente retirado su permiso de salida, quitado su pasaporte y de nuevo cesanteado. Las últimas noticias presentan a Padilla en la posición de toda persona inteligente y honesta en el mundo comunista: un exiliado interior con sólo tres opciones —el oportunismo y la demagogia en forma de actos de contrición política, la cárcel o el exilio verdadero”.

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20 de mayo de 1969. Julio Cortázar al semanario Primera Plana:

“La polémica sobre Padilla es, en verdad, una crisis de crecimiento”.

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Jorge Edwards, en Persona non grata, 1973:

“En el mes de enero había dado un recital en la Uneac, con gran asistencia de público joven, que llenó la sala, los corredores adyacentes y hasta los sectores del jardín que se hallaban cerca de las ventajas. Padilla leyó poemas inéditos de un libro que se titulaba, para evitar toda posibilidad de error, Provocaciones. Ya que el recital lo había organizado oficialmente la Uneac, no había ninguna razón para que yo no asistiera. Sin embargo, tenía un compromiso diplomático y llegué al final. Los poemas, que no alcanzaba a escuchar desde el pasillo, detrás de un muro de jóvenes que se empinaban para escuchar al poeta, eran recibidos con estruendosos aplausos.

Excitado, exaltado por el éxito, Padilla me dijo al saludarme que también había asistido el primer secretario de la embajada de China y la agregada cultural inglesa. Lo invité con Belkys y unos amigos a tomar unos tragos en el hotel. Con recitales en la Uneac, invitaciones a cócteles diplomáticos y suite en el Habana Riviera, el poeta recién casado, cuya esposa era por añadidura un personaje literario, parecía hallarse en la cúspide del éxito y de la consagración oficial. Quizás pensaba, al término del recital, que la gran asistencia de público y la presencia de tres diplomáticos extranjeros constituían un escudo sólido. Dicho pensamiento no habría sido más que una prueba adicional de que nadie puede aprender de la experiencia ajena”.

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Un poema del libro Provocaciones:

A veces

A veces es necesario y forzoso

que un hombre muera por un pueblo,

pero jamás ha de morir todo un pueblo

por un hombre solo.

Esto no lo escribió Heberto Padilla, cubano,

sino Salvador Espriú, catalán.

Lo que pasa es que Padilla se lo sabe de memoria,

le gusta repetirlo, le ha puesto música;

ahora lo cantan en coro sus amigos: lo cantan

todo el tiempo igual que Malcolm Lowry tocando el ukelele.

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En la mañana del 20 de marzo de 1971, Heberto Padilla fue detenido. Permaneció 37 días detenido. También su esposa, Belkis Cuza Malé, fue detenida. A ella la liberaron al tercer día. Les acusaron de “actividades subversivas”.

Heberto Padilla fue liberado la madrugada del 27 de abril de 1971. Ese mismo día, a las 9 pm, escenifica su monólogo auto inculpatorio.

Hechos posteriores a la autoinculpación de Padilla 

2 de abril de 1971. Carta del PEN Club de México a Fidel Castro:

“Los suscritos, miembros del PEN Club de México y simpatizantes de la lucha del pueblo cubano por su independencia desaprobamos la aprehensión del poeta Heberto Padilla y deploramos las declaraciones que en torno a este hecho le atribuye a usted la agencia France Press.

Nuestro criterio común afirma el derecho a la crítica intelectual lo mismo en Cuba que en cualquier otro país. La libertad de Heberto Padilla nos parece esencial para no terminar, mediante un acto represivo y antidemocrático, con el gran desarrollo del arte y la literatura cubanas.

Firman, entre otros: Carlos Fuentes, Juan García Ponce, Vicente Eduardo Lizalde, Marco Antonio Montes de Oca, José Emilio Pacheco, Octavio Paz, Carlos Pellicer, José Revueltas, Juan Rulfo, Jesús Silva Herzog, Ramón Xirau, Gabriel Zaid.

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5 de abril de 1971. Carta de Ángel Rama a Roberto Fernández Retamar:

“No tengo por qué decirte que si por un lado la seguridad y la libertad de Heberto y Belkis me inquietan sobremanera dado que en el pasado que yo les conozco no hay ningún motivo para justificar un encarcelamiento, por otro lado el efecto de esta detención es catastrófico para la Revolución. Tú sabes muy bien que no pertenezco a los que se dicen integrantes del mandarinismo intelectual ni me gusta ser el fiscal de los dirigentes revolucionarios, posiciones casi ridículas en nuestro tiempo; por lo tanto es comprensible que si la Revolución debe enfrentar un peligro grave esté dispuesta a pasar por alto sobre los dañinos juicios que eso provoca en el exterior. Pero en este caso la detención de un escritor —cuya obra ha sido objeto de una crítica tan pedestre y deformante como pasó con su libro y que separado de todo cargo de responsabilidad difícilmente podía perjudicar a nadie— se presenta como un hecho sin justificación que aviva las naturales inquietudes de quienes no hace tanto, apenas dos años, vieron en Checoslovaquia destituir a decenas de escritores y encarcelarlos”.

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9 de abril de 1971. Primera carta de los intelectuales a Fidel Castro. Comandante Fidel Castro:

“Los abajo firmantes, solidarios con los principios y objetivos de la Revolución cubana, le dirigimos la presente para expresar nuestra inquietud debida al encarcelamiento del poeta y escritor Heberto Padilla y pedirle reexamine la situación que este arresto ha creado.

Como el gobierno cubano hasta el momento no ha proporcionado información alguna relacionada con este arresto, tememos la reaparición de una tendencia sectaria mucho más violenta y peligrosa que la denunciada por usted en marzo de 1962, y a la cual el comandante Che Guevara aludió en distintas ocasiones al denunciar la supresión del derecho de crítica dentro del seno de la Revolución.

En estos momentos —cuando se instaura en Chile un gobierno socialista y cuando la nueva situación creada en el Perú y Bolivia facilita la ruptura del bloqueo criminal impuesto a Cuba por el imperialismo norteamericano— el uso de medidas represivas contra intelectuales y escritores quienes han ejercido el derecho de crítica dentro de la Revolución puede únicamente tener repercusiones sumamente negativas entre las fuerzas antiimperialistas del mundo entero, y muy especialmente en la América Latina, para quienes la Revolución cubana representa un símbolo y estandarte.

Al agradecerle la atención que se sirva prestar a nuestra petición, reafirmamos nuestra solidaridad con los principios que inspiraron la lucha en la Sierra Maestra y que el gobierno revolucionario de Cuba ha expresado tantas veces por medio de las palabras y acciones de su primer ministro, del comandante Che Guevara y de tantos otros dirigentes revolucionarios”.

Firman, entre otros: Simone de Beauvoir, Italo Calvino, Julio Cortázar, Jean Daniel, Marguerite Duras, Hans Magnus Enzensbeger, Jean-Pierre Faye, Gabriel García Márquez, Juan Goytisolo, Luis Goytisolo, Dionys Mascolo, Alberto Moravia, Maurice Nadeau, Octavio Paz, Claude Roy, Jean-Paul Sartre, Jorge Semprún, Mario Vargas Llosa.

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28 de abril de 1971. Mario Benedetti:

“En este momento yo solo conozco la síntesis. Me imagino cuál será ahora la arremetida de toda la gran prensa del pudoroso Mundo Libre: que es una muestra más de estalinismo, que la carta es una confesión del tipo de los procesos de Praga, etc., etc., etc. No podrán decir que «fue salvajemente torturado», porque me imagino que el Bebo estará tan rubicundo y lozano como cuando se instalaba en el Hotel Nacional, a la caza de karoles y cortázares”.

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30 de abril de 1971. Fragmento del discurso de Fidel Castro, clausura Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura, Cuba:

“Hay que estar locos de remate, adormecidos hasta el infinito, marginados de la realidad del mundo, para creer que estos no son nuestros problemas, para ignorar estos reales problemas que tenemos nosotros, que van desde el libro de texto, el medio audiovisual, el programa, la articulación de los programas, los métodos de enseñanza, los niveles, las preparaciones, etcétera, etcétera, etcétera.  Y creen que los problemas de este país pueden ser los problemas de dos o tres ovejas descarriadas que puedan tener algunos problemas con la Revolución, porque “no les dan el derecho” a seguir sembrando el veneno, la insidia y la intriga en la Revolución.  Por eso, cuando trabajábamos en estos días en el Congreso, algunos decían que seguramente a eso me iba a referir yo esta noche. Pero, ¿por qué? ¿Por qué tengo que referirme a esas basuras? ¿Por qué tenemos que elevar a la categoría de problemas de este país problemas que no son problemas para este país? ¿Por qué, señores liberales burgueses?  ¿Acaso no sienten y no palpan lo que opina y lo que expresa la masa de millones de trabajadores y campesinos, de millones de estudiantes, de millones de familias, de millones de profesores y maestros, que saben de sobra cuáles son sus verdaderos y fundamentales problemas?

Algunas cuestiones relacionadas con la chismografía intelectual no han aparecido en nuestros periódicos. Entonces: “¡Qué problema, qué crisis, qué misterio, que no aparecen en los periódicos!”. Es que, señores liberales burgueses, esas cuestiones son demasiado intrascendentes, demasiado basura para que ocupen la atención de nuestros trabajadores y las páginas de nuestros periódicos”.

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5 de mayo de 1971. Carta de Mario Vargas Llosa a Haydeé Santamaría:

“Le presento mi renuncia al comité de la revista Casa de las Américas, al que pertenezco desde 1965, y le comunico mi decisión de no ir a Cuba a dictar un curso, en enero, como le prometí durante mi último viaje a La Habana. Comprenderá que es lo único que puedo hacer luego del discurso de Fidel fustigando a los escritores latinoamericanos que viven en Europa, a quienes nos ha prohibido la entrada en Cuba por tiempo indefinido e infinito. ¿Tanto le ha irritado nuestra carta pidiéndole que esclareciera la situación de Heberto Padilla? ¡Cómo han cambiado los tiempos!

Recuerdo muy bien esa noche que pasamos con él, hace cuatro años, y en la que admitió de buena gana las observaciones y las críticas que le hicimos un grupo de esos intelectuales extranjeros, a los que ahora llama canallas. De todos modos, había decidido renunciar al comité y a dictar ese curso desde que leí la confesión de Heberto Padilla y los despachos de Prensa Latina sobre el acto de la Uneac en el que los compañeros Belkis Cuza Malé, Pablo Armando Fernández, Manuel Díaz Martínez y César López hicieron su autocrítica.

Conozco a todos ellos lo suficiente como para saber que ese lastimoso espectáculo no ha sido espontáneo, sino prefabricado como los juicios estalinistas de los años treinta. Obligar a unos compañeros, con métodos que repugnan a la dignidad humana, a acusarse de traiciones imaginarias y a firmar cartas donde hasta la sintaxis parece policial es la negación de lo que me hizo abrazar desde el primer día la causa de la Revolución Cubana: su decisión de luchar por la justicia sin perder el respeto a los individuos. No es este el ejemplo del socialismo que quiero para mi país. Sé que esta carta me puede acarrear invectivas: no serán peores que las que he merecido de la reacción por defender a Cuba.

Atentamente, Mario Vargas Llosa.

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14 de mayo de 1971. Fragmento de la respuesta de Haydeé Santamaría a Mario Vargas Llosa:

“Usted no ha tenido la menor vacilación en sumar su voz —una voz que nosotros contribuimos a que fuera escuchada— al coro de los más feroces enemigos de la Revolución Cubana, una Revolución que tiene lugar, como hace poco recordó Fidel, en una plaza sitiada, en condiciones durísimas, a noventa millas del imperio que ahora mismo agrede salvajemente a los pueblos indochinos. […] Cuando en abril de 1967 usted quiso saber la opinión que tendríamos sobre la aceptación por usted del premio venezolano Rómulo Gallegos, otorgado por el gobierno de Leoni, que significaba asesinatos, represión, traición a nuestros pueblos, nosotros le propusimos «un acto audaz, difícil y sin precedentes en la historia cultural de nuestra América»: le propusimos que aceptara ese premio y entregara su importe al Che Guevara, a la lucha de los pueblos. Usted no aceptó esa sugerencia: usted se guardó ese dinero para sí, usted rechazó el extraordinario honor de haber contribuido, aunque fuera simbólicamente, a ayudar al Che Guevara. Lo menos que podemos pedirle hoy los verdaderos compañeros del Che es que no escriba ni pronuncie más ese nombre que pertenece a todos los revolucionarios del mundo, no a hombres como usted, a quien le fue más importante comprar una casa que solidarizarse en un momento decisivo con la hazaña del Che. ¡Qué deuda impagable tiene usted contraída con los escritores latinoamericanos, a quienes no supo representar frente al Che a pesar de la oportunidad única que se le dio! […] Hombres como usted, que anteponen sus mezquinos intereses personales a los intereses dramáticos de lo que Martí llamó «nuestras dolorosas Repúblicas», están de más en este proceso. Confiamos, seguiremos confiando toda la vida, en los escritores que en nuestro continente ponen los intereses de sus pueblos, de nuestros pueblos, por encima de todo; en los que pueden invocar los nombres de Bolívar, Martí, Mariátegui y Che. Son ellos los que darán, los que le están dando ya, como en su propia tierra acaban de hacer los mejores escritores peruanos, la respuesta que usted merece. Solo le deseo, por su bien, que algún día llegue usted a arrepentirse de haber escrito esa carta pública que constituirá para siempre su baldón; de haberse sumado a los enemigos de quienes en esta Isla hemos estado y estaremos dispuestos a inmolarnos, como nuestros compañeros vietnamitas, como nuestro hermano Che, por defender «la dignidad plena del hombre».

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21 de mayo de 1971. Segunda carta de los intelectuales a Fidel Castro:

“Creemos un deber comunicarle nuestra vergüenza y nuestra cólera. El lastimoso texto de la confesión que ha firmado Heberto Padilla sólo puede haberse obtenido por medio de métodos que son la negación de la legalidad y la justicia revolucionarias. El contenido y la forma de dicha confesión, con sus acusaciones absurdas y afirmaciones delirantes, así como el acto celebrado en la Uneac, en el cual el propio Padilla y los compañeros Belkis Cuza, Díaz Martínez, César López y Pablo Armando Fernández se sometieron a una penosa mascarada de autocrítica, recuerda los momentos más sórdidos de la época estalinista, sus juicios prefabricados y sus cacerías de brujas.

Con la misma vehemencia con que hemos defendido desde el primer día la Revolución cubana, que nos parecía ejemplar en su respeto al ser humano y en su lucha por su liberación, lo exhortamos a evitar a Cuba el oscurantismo dogmático, la xenofobia cultural y el sistema represivo que impuso el estalinismo en los países socialistas, y del que fueron manifestaciones flagrantes sucesos similares a los que están sucediendo en Cuba.

El desprecio a la dignidad humana que supone forzar a un hombre a acusarse ridículamente de las peores traiciones y vilezas no nos alarma por tratarse de un escritor, sino porque cualquier compañero cubano —campesino, obrero, técnico o intelectual— pueda ser también víctima de una violencia y una humillación parecidas. Quisiéramos que la Revolución cubana volviera a ser lo que en un momento nos hizo considerarla un modelo dentro del socialismo”.

Firman, entre otros: Italo Calvino, Marguerite Duras, Giulio Einaudi, Hans Magnus Enzensberger, Adriano González León, Monique Lange, Michel Leiris, Mario Vargas Llosa, Lucio Magri, Juan Marsé, Dionys Mascolo, Plinio Apuleyo Mendoza, István Mészáros, Carlos Monsiváis, Alberto Moravia, Maurice Nadeau, José Emilio Pacheco, Pier Paolo Pasolini, Alain Resnais, José Revueltas, Claude Roy, Juan Rulfo, Nathalie Sarraute, Jean-Paul Sartre, Jorge Semprún, Susan Sontag, José Ángel Valente.

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Mayo de 1971. Octavio Paz:

“Las ‘confesiones’ de Bujarin, Rádek y los otros bolcheviques, hace treinta años, produjeron un horror indescriptible. Los Procesos de Moscú combinaron a Iván el Terrible con Calígula y a ambos con el Gran Inquisidor: los crímenes de los que se acusó a los antiguos compañeros de Lenin eran a un tiempo inmensos, abominables, increíbles. Tránsito de la historia como pesadilla universal a la historia como chisme literario: las auto acusaciones de Heberto Padilla (…).

Advierto nuestras notas en común: una, esa obsesión que consiste en ver la mano del extranjero en el menor gesto de crítica (…); otra, el perturbador e inquietante tono religioso de las confesiones. Por lo visto, la autodivinización de los jefes exige, como contrapartida, la autohumillación de los incrédulos.

Todo esto sería únicamente grotesco si no fuese un síntoma más de que en Cuba ya está en marcha el fatal proceso que convierte al partido revolucionario en casta burocrática y el dirigente en césar”.

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26 de mayo de 1971. Artículo de Rodolfo Walsh:

“Mario Vargas Llosa ha creído reconocer en la sintaxis de Padilla el influjo policial. Se supone, por ejemplo, que cuando Padilla dice ‘Yo he sido un cliché del desencanto’ la frase se la sopla un funcionario de Seguridad, quizá desencantado. En tres semanas, océano de por medio, sin evidencias, contrariando incluso la evidencia del corresponsal francés que revisa físicamente a Padilla, los sesenta y dos intelectuales concluyen que su autocrítica solo puede haberse obtenido mediante la tortura. Excluyen la posibilidad de que la autocrítica sea sincera: o bien insincera pero dictada por la conveniencia de cualquier prisionero; y por último que Padilla, conocedor de la resonancia que un texto como el suyo iba a tener, haya elegido esa vía para librar una nueva batalla contra el gobierno de su país”.

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28 de mayo de 1971. Declaración de Gonzalo Rojas:

“Estoy suficientemente informado al respecto y creo que la actitud de un trabajador intelectual, porque los escritores no somos sino eso, exige claridad frente al ruido llamativo que se ha hecho desencadenar luego de la autocrítica del poeta cubano Heberto Padilla. Habría que partir de un fundamento: se juega, o se ventila, a la luz de todas estas disquisiciones y cartas lamentables, el problema de la libertad del escritor. ¿Pero qué es la libertad de los pueblos? Los escritores no podemos ser sino intérpretes de nuestros pueblos y en ese sentido creo que en todo este asunto la carta de los sesenta y uno, la primera de Vargas Llosa, se está jugando con la palabra libertad. No he visto mayor libertad que en Cuba. Nuestra única libertad es la libertad de los pueblos de América y el Tercer Mundo, en su mayor parte sojuzgados. Aquí el pecado original del intelectual, el que nos dijera tan claramente el comandante Guevara, está tocando fondo en este instante con los episodios mencionados. Yo creo que no hay otra posición, ninguna otra, que la de asumir plenamente una conducta de plena coincidencia entre lo que uno piensa o escribe y uno hace. Esa es la única libertad de la obra y de la creación toda”.

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29 de mayo de 1971. Gabriel García Márquez:

“Yo, personalmente, no logro convencerme de la espontaneidad y sinceridad de la autocrítica de Heberto Padilla. No entiendo cómo es posible que en tantos años de contacto con la experiencia cubana, viviendo el drama cotidiano de la Revolución, un hombre como Padilla no hubiera tomado la conciencia que tomó en la cárcel de la noche a la mañana. El tono de su autocrítica es tan exagerado, tan abyecto, que parece obtenido por métodos ignominiosos. Yo no sé si de veras Heberto Padilla le está haciendo daño a la Revolución con su actitud, pero su autocrítica sí le está haciendo daño, y muy grave”.

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6 de junio de 1971. Fidel Castro:

“Muchas imputaciones calumniosas se le han hecho a esta Revolución, las ha hecho el enemigo imperialista, pero hay verdades tan claras, tan universalmente reconocidas que nosotros consideramos uno de los actos de mayor bajeza, una de las calumnias más infames que se hayan hecho contra la Revolución, la afirmación de que un solo ciudadano de este país haya podido ser víctima de torturas físicas (…) Porque tienen que doler necesariamente, nos tienen que doler, como revolucionarios, semejantes infamias”.

19 de junio de 1971. José Ángel Valente:

“El caso Padilla no agota su gravedad en sí mismo. Atenerse demasiado a él puede ser un modo de servir a los burdos intereses de una política que recurre a la invención de demonios para ocultar y descargar sus demasiadas reales tensiones. Los problemas de Cuba son manifiestos. Su no solución ha obligado al gobierno a opciones poco concordes con la imagen que la Revolución Cubana había dado de sí misma. La desilusión consiguiente no es solo europea, aunque así se pretenda desde La Habana, y no es de orden cultural, sino político. La acumulación de opciones políticamente regresivas ha ido deformando la imagen de la Revolución Cubana en beneficio de un esquema, cada vez más visible, de sociedad represiva”.

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6 de agosto de 1971. Eduardo Galeano, entrevistado por Jorge Ruffinelli:

“Tengo la impresión, si no la convicción, de que fue hecha deliberadamente por Padilla para joder a Cuba. Que la hizo en el estilo de los procesos de Moscú de los años treinta, para enviar una señal de humo a los liberales del mundo, diciéndoles: ‘Compañeros, yo estoy obligado a escribir esto, pero ustedes bien saben que no soy yo quien lo escribe, sino que es el Yves Montand de L’Aveu, de Costa-Gavras’. Cualquier escritor con oficio puede hacerlo. Vos mismo, si querés, o yo, podemos escribir un texto abyecto, arrastrado; es una habilidad que te da la profesión (…)

Mira qué curioso: me ha sorprendido encontrar, a la vuelta de Cuba, en todos los países que he visitado, una obsesión más que una preocupación, por el «caso Padilla». Para mí fue asombroso, ¿verdad?, encontrar que la gente amiga de uno, los intelectuales y muchos militantes de izquierda y universitarios de todos esos países estaban básicamente preocupados por el «caso» Padilla. Como yo volvía de Cuba, las preguntas tenían que ver todas con ese hecho, al grado que me he convencido de que América Latina se ha enfermado de «padillismo»; a favor o en contra, se ha generado una división de opiniones que no tiene ningún sentido. En lugar de preguntar sobre la Revolución en su conjunto, la gente parece esencialmente preocupada por la suerte de un poeta. Yo no digo que los poetas no sean importantes…”.

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17 de agosto de 1971. Fragmento de la carta de Julio Cortázar a Marina Torres:

“No te puedes imaginar la depresión y la exasperación simultáneas de esas semanas, cuando lo de Padilla hervía. Todos hemos metido un poco la pata en ese asunto, pero los que firmaron la segunda carta a Fidel se han jodido revolucionariamente para siempre, porque la carta es absurda, grosera e incluso canalla. La primera, que desató los rayos de Fidel, no era más que un pedido de información, y la expresión de una inquietud; la firmé contra mi voluntad, pero había que hacer algo frente a un proceso tan inquietante, y el silencio cavernoso de la embajada de París. El «caso Padilla» es complejísimo para los que conocemos bien Cuba y sus gentes”.

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25 de agosto de 1971. Carta de Alejo Carpentier a Roberto Fernández Retamar:

“Aunque el llamado ‘caso Padilla’ ha muerto en la prensa francesa, de muerte natural, como te lo decía en reciente carta, la guapa moza de Simone de Beauvoir ha tenido, según verás, la feliz idea de darle nuevo impulso al asunto en un número de Les Temps Modernes, sumamente atrasado, puesto que, saliendo a fines de agosto, corresponde al mes de junio. Como verás, los artículos de Fuentes, Revueltas y González León son francamente infames.

Yo tendría ganas de preguntarle al Sr. Juan Goytisolo cuántas páginas le van a dedicar en el 2º número de la revista Libre, financiada por los Patiño, al bombardeo de la Universidad de La Paz, a la muerte de los estudiantes, a la muerte de los civiles, y a las víctimas que ha causado en la capital boliviana, en apoyo a las oligarquías amenazadas, un ejército donde han militado no solamente los adversarios directos del Che, sino miembros y entrenadores de Rangers”.

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Septiembre de 1971. Carlos Fuentes:

“La tragedia empieza a convertirse en comedia cuando se le hace actuar a Padilla, sin la menor imaginación renovadora o revisión crítica, el viejo número de vodevil estalinista de la autodegradación mediante la confesión prefabricada: basta haber leído a Padilla —escritor dueño de un estilo— para saber que su autocrítica no la escribió él: las lamentables faltas de sintaxis y puntuación que la adornan son obra de burócratas tan iletrados como abyectos”.

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Septiembre de 1971. Juan García Ponce:

“Todo el incidente es terrible y significativo. La detención de Heberto Padilla fue un signo alarmante. La declaración de Fidel Castro anunciando indirectamente que la Revolución pide de sus amigos una total suspensión del derecho a juzgar sus actos hizo aun más grave la detención. Un intelectual no debe ser nunca ‘incondicional’ de nada ni de nadie. Ahora la ‘confesión’ de Heberto Padilla lo define, desde luego, pero también define al gobierno y la sociedad en los cuales se puede emplear ese lenguaje”.

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Septiembre de 1971. Adriano González León:

“Por cualquier lado que se le mire, el caso Padilla requiere atención y vigilancia. Es una seria advertencia contra las sombras del estalinismo que parecen agitarse en la isla. Los enemigos de la Revolución están gozosos. Poca solidez pareciera tener un régimen que se siente terriblemente amenazado por las conversaciones y el libro de un poeta. Algo podrido ocurre en Cuba. Estas, y otras cosas, están en la mente de los reaccionarios del mundo, a quienes en cierto modo se les ha dado razón. Y es menester que hablemos claro. El socialismo no puede cimentarse en la mentira y el ocultamiento. Digan lo que digan los eternos comisarios, háblese de ‘hacerle el juego al enemigo’, arrójese el tradicional y desgastado calificativo, con guioncitos y todo de ‘intelectuales-pequeño-burgueses-nacional-traidores’, insístase en que es menester palpar los grandes logros y no detenerse en minúsculos errores culturales, predíquese que la Revolución está demasiado amenazada y no hay tiempo para efusiones individuales, láncese finalmente la acusación canallesca y fácil de ‘agente de la CIA’ a todo el que ose discutir, hágase lo que se quiera, nada podrá borrar el hecho soberano de exigir nobleza, dignidad, crítica y respeto a los derechos fundamentales del hombre”.

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Septiembre de 1971. Enrique Lihn:

“El encarcelamiento y conversión de Padilla ocurrieron oportunamente unos días antes del discurso de Fidel Castro al cierre del Congreso de Educadores de su país; discurso en el cual (¿por una feliz coincidencia?) arremete contra ‘los pájaros de cuenta’ que trataron de presentarse como amigos de la Revolución, contra ‘los intelectuales burgueses, libelistas burgueses y agentes de la CIA, ratas intelectuales’ que se hundirían a corto plazo en el tempestuoso mar de la Historia.

Nos preguntamos por qué, en lugar de abrumar tardíamente a sus intelectuales, la Revolución cubana no se apoyó en ellos para proyectar y sacar adelante una política cultural adecuada a sus circunstancias, sin recurrir a un verdadero ritual primitivo, hecho de ocultamientos, confesiones y mistificaciones”.

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Diciembre 1971-febrero 1972. Salvador Garmendia:

“Sabemos que Padilla no fue detenido por haber publicado un libro. Fuera de juego fue editado por la Uneac y difundido en toda Cuba. La interferencia de la Unión, al imponer un prólogo, que sigue pareciéndome cuando menos torpe e innecesario, lo mismo que el artículo publicado en Verde Olivo, trascendían a un temeroso y ofuscado intervencionismo que nos obligaba a permanecer alertas. No obstante, la actitud del gobierno cubano disipó toda amenaza en ese sentido: Padilla continuó trabajando y escribiendo libremente, sus poemas aparecieron nuevamente en las revistas, el libro no fue retirado de la circulación. Después se produce la detención del poeta, acusado de actividades contrarrevolucionarias. Lo que haya de verdad o error en tales acusaciones no es materia sobre la que podamos discernir a distancia y sin pleno conocimiento de causa; si la autocrítica o confesión de Padilla fue o no sincera, lo sabremos alguna vez o no; entre tanto, ningún síntoma de dirigismo se advierte en las publicaciones cubanas. Nunca como ahora, Cuba ha estado más lejos de lo que ‘a falta de otra denominación mejor se conoce como estalinismo’; a doce años de revolución, nuevas conmociones sociales parecen anunciarse en un horizonte cercano. La Revolución presiente el virus del burocratismo, del estancamiento ideológico, del anquilosamiento institucional y prepara el camino de una revisión profunda de todos los estratos del poder socialista, que se cumpla por medio de una intensa movilización popular, una discusión clara y abierta en todos los niveles”.

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Otoño/Primavera de 1987. Heberto Padilla entrevistado por Miguel Ángel Zapata:

“Una denuncia cualquiera que se haga al mundo capitalista se hace a un mundo heredado, a un mundo por el que tú no optaste, sino un mundo que tú recibiste y en el que puedes moverte negándolo o reprobándolo, pero del que no eres responsable. Si tú eliges un proceso revolucionario, como el caso de Cuba, y ese fue mi caso, y eres partidario de un proceso de cambio radical, quiere decir esto que hay una ruptura con la herencia, hay una ruptura con las formas anteriores que tú quieres cambiar, buscar una alternativa política distinta; por lo tanto tú eres responsable de ese cambio, entonces aunque no se quiera la situación de los intelectuales, que es lo que nos concierne a nosotros, se hace un poco religiosa, en el sentido de que tú eres un responsable moral del cambio, como lo fui yo, y si de pronto dentro de ese conjunto de personas, que en apariencia aprueban el cambio, y las políticas difíciles que ese cambio trae, así dentro de ese grupo tan homogéneo hay una voz tan disonante, puede ser la voz de un cobarde, de un enemigo, la voz de un contrarrevolucionario, y por lo tanto se presta más atención a esa disonancia y a esa disensión que la que pueda existir en un país capitalista, porque la discrepancia en un país capitalista es un modo de buscar el porvenir que yo conocí, que se llamó la revolución cubana, y que descubrí, como ha descubierto todo el mundo, que no es la respuesta, que no es la verdad. Por eso el ataque es siempre mayor contra un escritor del mundo comunista, porque la gente quiere creer, quiere invertir en la esperanza, la gente no quiere recibir malas noticias de la esperanza. Creo también que en toda adhesión política hay una permanencia a veces estúpida, a veces lúcida. Los lúcidos tienen que separarse a la larga de la mentira ideológica y real de un proceso que ha traicionado, que ha deformado, que ha transformado el proyecto inicial. Los demás, como ocurre en cualquier sociedad, no discrepan, se suman al carro y siguen siendo unos apasionados defensores de la mentira en que siguen creyendo, eso se ve en el capitalismo, en la religión, etc.

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  1. Jorge Fornet:

“Un dato que se discutía con fuerza era la dimensión misma del hecho. Leerlo de forma literal o metonímica significaba asumir una posición. O al revés, en dependencia de la postura que se asumiera frente a los acontecimientos se hacía necesario leerlo de uno u otro modo. La ideología, naturalmente, imponía un modo de interpretar. En consecuencia, quienes comulgaban con las posiciones cubanas no veían en la detención de un poeta y en su posterior autocrítica (por lamentable que les pareciera) más que eso mismo: el ciudadano Padilla detenido y acusado —como hubiera podido serlo cualquier otro—. En cambio, desde la perspectiva contraria, este era apenas el botón de muestra de una represión en gran escala, una prueba del totalitarismo que ya se enseñoreaba en la Isla”.

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3 de agosto de 2018. Fragmento de artículo de Norberto Fuentes:

“Yo diría que la fecha más significativa del affaire Padilla es ese 2 de marzo de 1971 (…) El problema es que Heberto, la noche de ese día, digamos entre 8 y 9 de la noche, cometió el infausto incidente de liarse a trompadas con un agente de la inteligencia cubana que se hallaba en las vísperas de salir a cumplir una delicadísima misión en el extranjero y que, como producto de la refriega, aparte del precio pagado por Heberto de unas gafas puestas fuera de servicio así como, al menos, una cortada visible sobre el tabique nasal, que estuvo a punto de interesarle el globo ocular derecho, se debe contabilizar el precio pagado por el agente de la inteligencia cubana a punto de cumplir misión, consistente en algunos hematomas visibles en el rostro y cortaduras en los labios más otras cortaduras en la mano derecha (…) El asunto, en fin, pudo haber quedado ahí, entre dos cegatos que les dio por el pugilismo. El problema es que Fidel Castro fue informado del incidente casi de inmediato”.

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  1. Abel Prieto y Jaime Gómez Triana. Introducción a Fuera (y dentro del juego). Una relectura del ‘caso Padilla’ cincuenta años después.

“Es difícil calcular las dosis de histrionismo, astucia, simulación y cinismo que derrochó Padilla para fabricar su personaje, la ‘autocrítica’ y toda la trampa en que cayó tanta gente, dentro y fuera de Cuba. Hoy resulta obvio que la ‘confesión’ respondía a un plan preparado por el propio Padilla. Aquella ‘gran maniobra promocional’ contó con el apoyo entusiasta de la gran prensa y de los hinchados egos de muchos de los intelectuales extranjeros implicados. A esto hay que sumar las ingenuidades y torpezas de funcionarios del Minint, del Consejo Nacional de Cultura y de la Uneac de entonces, que consideraron honesta la ‘autocrítica’ y creyeron que su difusión sería conveniente para la Revolución. Para Roberto Fernández Retamar, como vimos, «la corona del desacierto fue haber auspiciado el discurso que Heberto pronunció en la Uneac».

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Abril 2021. Eduardo Lolo. Fragmento del ensayo Heberto Padilla, Fidel Castro y Galileo Galilei: la autocrítica política y la historia como boomerang.

“Lo burdo del libreto, la ‘perfección’ del tinglado y lo ‘oportuno’ de su tiempo de representación hacían imposible para ninguna persona pensante creerse el mea culpa ideológico resultante de semejante puesta en ridículo. Bastó a los intelectuales revolucionarios extranjeros la lectura de una simple transcripción del discurso ‘espontáneo’ del ‘arrepentido’ transgresor para percatarse del horror presente del mismo y de cómo Padilla, llenándolo de las ridiculeces y exageraciones que sus nerviosos ‘coautores’ añadieron o no se atrevieron a censurar, les daba la verdadera imagen de su oculta confección.

La segunda carta de los intelectuales europeos y latinoamericanos a Fidel Castro apareció casi un mes después de la reunión de la Uneac. En esta no se llamaba a su destinatario ‘primer ministro del gobierno revolucionario’ como en la primera, sino ‘primer ministro del gobierno cubano’. El cambio del calificativo por el gentilicio es más que significativo. Y el texto no podía ser más duro”.

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Abril 2021. Yannelis Aparicio. Fragmento del ensayo Heberto Padilla, entre el mito y el logos.

“En el poema del libro Fuera del juego que más indignó a las autoridades de la política cultural cubana de la dictadura, se ofrece una gradación entre los órganos que el hombre nuevo debe entregar a la colectividad, al alto sueño, en tiempos difíciles: primero son las manos, lo más básico, los órganos asociados al trabajo y a las fuerzas de producción (Produktivkräfte, que diría Marx); después los ojos (el contacto más nítido, general e imprescindible con el mundo exterior), los labios (para erigir el alto sueño) y las piernas (la posibilidad de extenderse en el espacio) y, más tarde, en un mismo nivel, el pecho, el corazón y los hombros, todos ellos necesarios para la vida y con encargos más sutiles por parte del organismo. El clímax se cumple con la lengua, el elemento más importante, porque, sin su entrega, la donación de todo lo anterior ‘resultaría inútil”.

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1 de marzo de 2023. Fragmento del ensayo de Hamlet Fernández La ironía trágica del caso Padilla.

“En realidad, lo importante nunca ha sido si la autocrítica de Heberto Padilla fue una simulación suya, una invención suya para enviar un mensaje cifrado a la intelectualidad internacional de que en Cuba se acendraba el estalinismo, o si fue obligado a hacerlo, si ese fue el pacto, el contrato firmado en Seguridad del Estado. Se ha perdido tanto tiempo especulando sobre algo que ni siquiera el propio Padilla se molestó en aclarar.

Ahora que por fin se ha tenido acceso al documento histórico más relevante, las imágenes en movimiento, el sonido corporizándose en el espacio, el texto indexical (la huella física) escrito durante el performance, a juzgar por el histrionismo corporal y sonoro y por cómo afloran los presupuestos ideológicos del poder en el marco semántico generado por su discurso aquella noche, lo más probable es que las dos hipótesis sean correctas: la autocrítica fue una estrategia calculada y mandada a ejecutar por el demiurgo, y el poeta actuó su destino trágico de manera brillante, porque seguramente no era una opción defraudar a sus verdugos —quién sabe las amenazas que colgaban sobre su cabeza, las cuales, si existieron, Padilla tampoco las ventiló en su La mala memoria.

Cuando Padilla hace su autocrítica en una asamblea pública, ocurre una transformación esencial: quien habla ya no es el poeta, el escritor, el intelectual, el sujeto de saber monádico; el que comienza a hablar, a gesticular y a sudar es la corporeización del sujeto colectivo modelado por la ideología, el sujeto ideal al que aspiraba el poder, el sujeto que entiende como por telepatía o por pura empatía revolucionaria cuáles son las urgencias y las prioridades del Partido, del gobierno, del Máximo Líder, es decir, el sujeto moral (abstracto) digno de su revolución”.

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Cierre: Plinio Apuleyo Mendoza, 1990

“Apenas Libre publicó su primer número, en septiembre de 1971, se hizo evidente que sus colaboradores no compartían una misma visión política.

El llamado caso Padilla —la detención en La Habana del poeta cubano Heberto Padilla, su confinamiento en las dependencias de la Seguridad del Estado y su posterior autocrítica en la Asamblea de la Unión de Escritores— acabó dividiendo en dos al numeroso e importante grupo de colaboradores de la revista. Así, a la luz de este acontecimiento las orientaciones del régimen presidido por Fidel Castro, los más notables escritores vinculados a la publicación quedaron en campos opuestos. Mario Vargas Llosa, Octavio Paz, Juan Goytisolo, Jorge Semprún, Carlos Fuentes, por ejemplo, protocolizaron su ruptura con la revolución cubana, en cambio, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Salvador Garmendia y otros cuantos colaboradores de Libre le aseguraron su adhesión”.


Bibliografía parcial:

La mala memoria. Heberto Padilla. Prólogo: Nati González Freire. Editorial Pliegos. España, 2008.

Persona non grata. Jorge Edwards. Edición de Ángel Esteban y Yannelys Aparicio. Editorial Cátedra. España, 2015.

Fuera (y dentro) del juego. Una relectura del ‘Caso Padilla’ cincuenta años después. Selección y prólogo: Abel Prieto y Jaime Gómez Triana. Fondo Editorial Casa de Las Américas. Cuba, 2021.

-Cuadernos Hispanoamericanos, #850. Abril 2021. Director: Juan Malpartida. Dossier 50 años del caso Padilla. Coordinación: Yannelys Aparicio.

Libre. Revista de crítica literaria (1971-1972). Edición facsimilar. Introducción: Plinio Apuleyo Mendoza. Coedición: Turner Libros, Ediciones del Equilibrista y Sociedad Estatal Quinto Centenario. España, 1990.

El 71. Anatomía de una crisis. Jorge Fornet. Editorial Letras Cubanas. Cuba, 2013.

Fuera de juego y otros poemas. Heberto Padilla. Edición de Yannelys Aparicio Molina y Gustavo Pérez Firmat. Ediciones Cátedra, España, 2021.

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