“Mi querido Danilo. Le dicto a mi mujer, Linda, mi respuesta a tus amables palabras. Llegamos a una edad en que se aumentan los riesgos de padecer muchas de las injurias que nos reserva el último tramo de la vida. Un gran abrazo. CAM”.
A mediados de mayo recibí este mensaje de Carlos Alberto Montaner en respuesta a uno mío que le envié acto seguido de leer su “última columna”.
Con él nos conocíamos desde hace unos 45 años. Nos encontrábamos cada tanto, más o menos seguido. Por un tiempo fuimos vecinos en Miami. Era dos meses menor que yo. Fuimos buenos amigos y siempre me jacté de ello.
En un cálculo algo avaro se estima que eran más de 6 millones los lectores de sus columnas semanales. Escribió, además, una treintena de libros.
Un excelente comunicador, un pensador e intelectual de gran valía y un luchador. Un defensor de la libertad y la democracia sin tregua y un enemigo declarado y activo contra las dictaduras -en donde las hubiere y particularmente en su patria Cuba-. Fidel Castro lo atacaba cuanta vez podía y lo calificaba de “terrorista”. Era uno de los mayores galardones para Carlos Alberto. Fidel Castro acusando de terrorista a alguien; ¡Habrase visto!
Apoyó la Revolución cubana en sus primeros meses, pero rápidamente la enfrentó al ver que se trataba de otra cosa. Fue preso a los 17 años y se fugó. Fueron 62 años de exilio y ni un día descansó en su pelear por el retorno de la democracia a su patria. Su libro Viaje al corazón de Cuba nos muestra su isla en un relato fluido que atrapa.
Montaner fue uno de los que con más lucidez contrastó el relato casi oficial a nivel latinoamericano. Fue contra lo políticamente correcto. Y lo hizo con valentía, porque eran épocas en que significaba enfrentar una “intelectualidad” protegida, mimada y testaferro del régimen cubano. Los libros que escribió con Plinio Apuleyo Mendoza y Álvaro Vargas Llosa –El manual del perfecto idiota latinoamericano, Fabricantes de miseria, Últimas noticias del nuevo idiota iberoamericano, El regreso del idiota– desnudan ese status quo y ponen los puntos sobre las íes.
Escribió novelas y quiero detenerme en una de ellas que realmente me impactó y disfruté. Se trata de La mujer del coronel, una novela erótica y de amor recortado por el machismo y el mal sentido del honor de las normas militares que rigen en general y en este caso acentuadas por un régimen totalitario e inquisidor.
Se trata de un relato con pasajes fuertemente eróticos pero dicho y presentado con tal suavidad y tanta delicadeza que raya y se confunde con el amor. Nada es agresivo, nada es chocante, nada de mal gusto. Linda novela.
Fui a una presentación del libro que se hizo en Miami.
En un momento le comenté que fui con el propósito de presenciar algún “patatús” de algunas de sus admiradoras adultas mayores, a las que la novela puede haber sorprendido. Sonrió y me dijo: “No ha de ser para tanto, pero, como tú sabes y como ocurre en política, a veces cambiar se transforma en una peligrosa forma de pecar”.
Montaner era un muchacho con una mirada amiga, franca y alegre y con una voz sedosa y como humilde, pero que no transa.
Con un “hice lo que pude” cierra sus memorias, Sin ir mas lejos. La verdad es que hizo mucho y fue muy lejos.
Era un hombre libre, celoso de sus derechos y custodio de su propia dignidad. Lo fue toda su vida y así lo certifico a la hora final.
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