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Una sala pretende mantener vivo el legado de Armando Scanonne

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«Este libro no debería estar aquí», fueron las primeras palabras que Francisco, sobrino de Armando Scannone –e hijo putativo, si le preguntan– dijo esbozando una tímida sonrisa al entrar en la sala que, desde hace algunas semanas, resguarda parte de la historia del autor de ese libro rojo que exalta las bondades de la cocina venezolana y al que muchos han atribuido la conexión con la gastronomía local de los millones de venezolanos regados por el mundo.

Un reluciente y nuevísimo libro rojo, acompañado de sus primos hermanos en colores primarios, azul, verde, amarillo y naranja, engalanan la enorme mesa de ébano que da la bienvenida a los visitantes. «En vez de ese –refiriéndose a un ejemplar cualquiera de la gran biblioteca de su tío que estaba encima de la pila– pongamos este otro», dijo mientras ubicaba una edición de Crónicas fugaces, muy pequeña en comparación de los demás, pero igual de valiosa. Todos con firma de don Armando. Como, según él, debe ser.

Una docena de sillas yacían vacías alrededor de la mesa que parecía sacada de aquel banquete ofrecido por el Sombrerero Loco a Alicia en el País de las Maravillas. Solo que, esta vez, un festín de editoriales eran los protagonistas.

A través de las paredes sobresalían las maderas de la biblioteca de la quinta caraqueña Santa Fe, en la que se respiraba ética, cultura y sabor venezolano desde la mañana hasta el anochecer. Más de 1.588 libros y 1.200 revistas especializadas en gastronomía, cocina de diversos países, vinos e historia de la alimentación con textos en español, inglés, francés e italiano del archivo personal del gastrónomo, esperan ser descubiertos por estudiantes, profesores, invitados, turistas… Por un país entero.

Libros que forman parte de la colección personal de Don Armando Scannone y que le pertenecen a la Unimet | Foto Ezequiel Carías

Scannone, el eterno

Seis de los asientos dispuestos en la sala para los visitantes fueron ocupados por los sobrinos de Armando Scannone: Rodolfo, el ingeniero civil quien heredó lo publicado por su tío en materia de ingeniería; Adriana, arquitecta de profesión pero cocinera por pasión quien junto con Helena, licenciada en artes, preservan las recetas de don Armando a través de un emprendimiento que nació hace 2 años; Gisela, abogada, por la que sentía una enorme afinidad gracias a sus gustos musicales tan variopintos; Francisco, el arquitecto, quien fue el hijo que jamás tuvo y su esposa Julieta, quien comparte profesión con su pareja y que a los 15 años llegó a la familia Scannone.

El clan, como muchas veces se les conoce, construyeron este espacio que, tal cual museo, alberga la historia que posiblemente hubiese contado en vida su tío.

«Armando falleció el 9 de diciembre de 2022 y, al no haber tenido hijos, dejó 4 albaceas encargados de manejar sus asuntos», recalcó Francisco.

Sala Armando Scannone Unimet Gastronomía

De izq. a der: Julieta de Scannone y su esposo Francisco; Gisela, Helena, Adriana y, finalmente, Rodolfo, sobrinos de don Armando | Foto Ezequiel Carías

Así, Rodolfo, Adriana, Gisela y él, decidieron que valía la pena conservar ese tesoro literario de don Armando; no querían venderlo. «No se sentía justo que pasáramos de algo tan valioso. Por eso, decidimos preguntar en la Unimet sin tener otra opción en caso de alguna negativa», señaló Rodolfo, egresado de la Universidad Metropolitana.

Amigos de la familia Mendoza -dueños de la universidad-, luego de comunicarles sus planes, y tras visitar Santa Fe, aceptaron la donación. «Y no sólo eso. Tuvieron la idea de crear un espacio para reunir los libros», atajó Francisco.

Adaptaron, pintaron, construyeron, tapizaron, decoraron y organizaron todo el recorrido dentro de la Biblioteca Pedro Grases. La acondicionaron por completo de manera que una atmósfera con sello Scannone se sintiera alrededor. «Es una memorabilia de primer nivel, como lo fue él hasta el día que murió», recalcó por su parte Adriana.

Sala Armando Scannone Unimet Gastronomía

Más de 1.588 libros y 1.200 revistas especializadas en gastronomía se exponen en la sala | Foto Ezequiel Carías

Recorriendo la sala

Hacerse la idea de quién fue Armando Scannone es uno de los objetivos de este complejo. «No queríamos que solamente se consultasen los libros para estudios o análisis, sino que al venir aquí se hicieron amigos de ese ser humano generoso, amable, inteligente y visionario que el resto de un país no pudo conocer», subrayó Helena.

Por eso, lo primero que recibe a los visitantes es un pequeño recorrido por su biografía, una historia que nace con el matrimonio entre Armando Scannone y Antonieta Tempone, sus padres, y sus 8 hermanos, quienes nacieron en una familia que insistió en educarlos a través de las tradiciones culinarias venezolanas a pesar de sus raíces italianas.

Biografía de Armando Scannone en la entrada de la sala | Foto Ezequiel Carías

Una vez dentro de la sala, sus reconocimientos y títulos de primaria, bachillerato y universitarios, entre los que destacan sus diplomas de buen estudiante, dan la bienvenida. Así como una enorme vitrina que cubre casi toda la pared lateral, es responsable de mostrar placas, fotografías, colecciones de libros ordenados cronológicamente, según fueron escritos, y caricaturas; una olla de peltre roja, protagonista fotográfica de ese libro, también forma parte de aquellos tesoros. Así como diversidad de menús, recetas publicadas en las tarjetas que se usaban en los ahora olvidados teléfonos públicos de CANTV, hasta su propio libro rojo, desgastado por las inclementes huellas del tiempo: «Este libro es exclusivo para el uso de la cocina de la Quinta Santa Fe. Consúltalo, pero ponlo de nuevo en su lugar», reza la carátula.

Lo que quedaba de pared en el recinto, porque 70% del espacio fue convertido en la réplica de su biblioteca personal (usando su madera, inclusive), mostraba condecoraciones, un certificado de mecanografía; premios como el homenaje que le hizo El Sistema por su incondicional apoyo, una batuta; el Tenedor de oro que le otorgó la Academia Venezolana de Gastronomía; el premio a la mejor página web (El placer de comer) que levantó hace años y que ya no está activa, y así no fuera gran deportista, obtuvo hasta un premio de tenis en el Country Club que goza de su espacio entre sus invaluables recuerdos.

La mesa, mueble memorable en la vida de Armando Scannone

Una mesa, un escritorio, un dueño

La mesa fue el elemento más importante de su casa. «Me atrevo a decir que de su vida», subrayó Adriana.

«Se sentaron no solo amigos y familia, sino presidentes de Venezuela y el mundo; los mejores chefs nacionales e internacionales, periodistas y políticos; filósofos, intelectuales, músicos, religiosos y paisajistas. Tú nómbralos y estuvieron aquí. Gente ilustre, gente sencilla, y donde siempre hubo no solo exquisita gastronomía sino alrededor de la cual se propiciaba una charla interesante y amena», enfatizó.

“Es una mesa emblemática por lo que significa”

Reunir en un solo lugar al director de orquesta italiano Claudio Abbado, al maestro José Antonio Abreu, Gustavo Dudamel y Deborah Borda (en ese entonces directora ejecutiva de la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles); al ilustre Isaac Chocrón y mandatarios como Rafael Caldera, Raúl Leoni o Luis Herrera Campin y Pedro Tinoco; a José Ignacio Cabrujas, o los padres Rafael Baquedano y Gustavo Sucre, no lo podía hacer nadie. «Solo nuestro tío Armando», recalcó Helena.

Foto Ezequiel Carías

«Lo que se habló y se compartió lo resguarda esta mesa. Secretos de estado, de vida, de todo lo que te puedes imaginar», recalcó la esposa de Francisco, Julieta. «Además, fue obra del reconocido diseñador de interiores y gran amigo de don Armando, Julio Obelmegías. Él  fue responsable también de diseñar la exquisita puesta en escena de su primer libro rojo».

Al final un escritorio perfectamente ordenado y pulido. Así lo había dejado por última vez Armando Scannone antes de fallecer. Con su computadora iMac, solo en teclado y mouse porque Samsung reinaba en la enorme pantalla que ocupaba la mitad del mueble; una bandeja de plata donde ponía sus lápices; un pisa papel con ganas de posarse encima de su manojo de escritos; una enorme lupa que lo ayudaría con su lectura, la misma lámpara que usó durante su última década de vida y unos lentes de sol. Todo yacía intacto. Impoluto. 

Una memoria innegociable

«Armando Scanonne dejó un legado invaluable a todos los venezolanos, desde el punto de vista gastronómico. Así como de ética y enseñanza, y por eso debemos preservarlo para las futuras generaciones», señaló la familia. «Así resumimos el por qué existe esta sala y por qué la Universidad Metropolitana fue siempre la primera opción para esta misión».

La institución le concedió en 2011 un reconocimiento Honoris Causa en Educación, el único gastrónomo que goza de ese reconocimiento en el país.»“Y ese generoso gesto, resultó adecuado para dar este paso», aseguraron.

«Y esta puesta en escena, vale acotar, también fue posible gracias a la colaboración del responsable del documental Don Armando, Jonathan Reverón», comentaron. «Fue gran amigo de nuestro tío y cómplice de muchas de las cosas buenas que le sucedieron. Esta sala es posible también gracias a él», expresaron.

Sala Armando Scannone Unimet Gastronomía

Sala Armando Scannone en la Biblioteca Pedro Grases de la Unimet

«Es nuestra esperanza y deseo que su memoria se mantenga viva a lo largo del tiempo. Que sus enseñanzas y el legado expresado en sus libros siga siendo por muchos años tan útil y valiosa como lo ha sido hasta ahora en los 41 años que han pasado desde que la primera edición de Mi cocina: A la manera de Caracas, nuestro querido libro rojo, salió a la luz», subrayaron.

El clan Scannone quiere lograr una conexión con el público a través de sus libros. «Queremos que sientan que pueden conversar con él; fomentar diálogos con el personaje a través de todos estos elementos porque su obra instó a compartir códigos comunes en la forma de comer», dicen. Fue el primer recetario venezolano; fue elaborado con la precisión exigida por el oficio para garantizar la ejecución apropiada de sus fórmulas. De esta manera, resguardan su identidad y contribuyen a su preservación como patrimonio inmaterial.

La inmensa acogida que tuvo desde su primera edición, lanzada el 20 de noviembre de 1982 en la librería Lea de Mata de Coco, en Caracas, fue un minúsculo indicio de su trascendencia.

Sala Armando Scannone Unimet Gastronomía

Foto Ezequiel Carías

Scannone, la leyenda

Armando Scannone se hizo famoso sin quererlo. Trascendental, sin esperarlo. Su libro rojo le cambió la vida.  ¿O fue él quien se la cambió a muchos tras su publicación?

Creció siendo el consentido de la señora Antonieta, su madre. No en vano, tras la muerte de su padre, se fue a vivir con ella y de aquella casa no salió sino después de dar su último suspiro.

Rechazaba el matrimonio, aunque tuvo dos amores: la comida y la ingeniería. Permaneció soltero toda su vida y jamás se arrepintió. Tuvo una libertad muy grande y sí, hubo un vacío, pero lo llenó con experiencias interesantísimas. Además, aseguran, nunca se sintió solo. No obstante, sí lamentó no haber tenido hijos. Sin embargo, Francisco –su putativo– hizo el papel de. Eran, decían, dos gotas de agua en gustos como el arte, viajes, ropa, música; también en expresiones y hasta emociones.

Foto Ezequiel Carías

Su familia lo recuerda exigente, muy perfeccionista. «Fue el más serio entre los hermanos», señalaron sus sobrinos, pero cuando se proponía, era el alma de la fiesta. Como cuando bailaba y cantaba los éxitos de Héctor Lavoe. Le pasaba también al escuchar a Celia Cruz o cuando se dejaba llevar por la ópera. «Todo lo escuchaba en discos vinilo, los coleccionaba como libros», señaló Gisela, quien compartía sus gustos. «Tiene una impresionante compilación de música barroca, ¿sabían?».

Fue un ingeniero muy activo y exitoso, se dedicó a la construcción de obras importantes. Trabajó plenamente en el urbanismo, sobre todo en Valencia. Su visión lo llevó a construir la represa del Guárico y el Macuto Sheraton. Su primer libro, de hecho, lo desarrolló en paralelo con su profesión, recuenta su familia. «Venía 3 veces por semana de Valencia y se sentaba con dos de sus hermanos a armar el libro; rescataban las recetas pues se sentía aterrado de quedarse sin ellas».

Siempre fue un sibarita. Por eso, recopilar recetas a lo largo de los años fue parte de su pasión. «Se enfocó en atesorar placeres y sabores cuando vio cómo la emigración llegó al país cambiándole el gusto a la gastronomía venezolana. Su disciplina lo ayudó extraordinariamente a ser quien fue, siendo superada solo por su memoria gustativa. Verlo en un restaurante descifrando recetas, con los ojos cerrados, saboreando ingrediente a ingrediente, suspirado, sonriendo – o no­–, anotar todo en su cabeza y luego preparar el plato con exactitud en su casa, es un don… Y él lo tenía», atisbó Julieta.

Parte de los reconocimientos de don Armando se exhiben en la sala

Muchos confían en que, de haber abierto un restaurante, seguro estaría en las reseñas de la Guía Michelin con mínimo 1 estrella, o dos o tres. «La comida de su casa era así de buena. Y no lo decimos nosotros sino los mejores cocineros del mundo quienes, en su momento, comieron en esta misma mesa». Habría que preguntarle entonces a la chef española Elena Arsak, al francés Joël Robuchon, al británico Heston Blumenthal o al también francés Eric Ripert. La crème de la crème.

No obstante, él le debió todo a su equipo. Nunca peló una papa in cortó una cebolla; jamás coló un café ni desconchó una mandarina. Alguien más lo hacía por él. Sin embargo, dictaba perfectamente cómo debían hacerse las cosas. Magdalena Salavarría, su cocinera de toda la vida, y Elvira Fernández de Valera, quien vivió con él, fueron sus llaves en la cocina y fuera de ella. Así como los gemelos Pedro y Pablo Díaz-Díaz, quienes trabajaron muchos años bajo su tutela.

Su plato favorito era el mondongo; su olor, el sofrito. ¿Un color? Sin dudarlo, el azul. Un sabor, el cítrico, sobre todo en las colonias. Además de Venezuela y su capital, estaba enamorado de Francia y Nueva York. No creía en los manteles, sino en los individuales de lujo que embellecían sus platos. Hector’s fue restaurante favorito en Caracas (ubicado en la Av. Casanova y posteriormente en Parque Central).

Casi nadie lo supo, pero llegó a tener una de las mejores y más grandes colecciones de orquídeas de Venezuela. Además, cultivaba bromelias, catleyas y bandas, que se congregaban, frescas y sin falta, en su casa.

No criticaba ni juzgaba. Fue muy ético. «Era cercano y sencillo en su trato. Hablaba con todo el mundo», señalaron sus sobrinos. Polifacético, culto, excelente, sencillo, generoso, espléndido; así lo define su familia, y enfatizan que vivió su vida haciendo todo lo que quería hacer. Disfrutó de tener a su gente querida en casa.

Cuadro en homenaje a Armando Scannone pintado por una de sus sobrinas | Foto Ezequiel Carías

Estudiar a Scannone

Froilán Martínez, bibliotecólogo egresado de la Universidad Central de Venezuela, es parte del equipo que trabaja en el espacio Pedro Grases de la Unimet.

Ante la inauguración de la sala, el 8 de junio, señaló que el interés sobre el tema no sorprendió pues era algo de esperarse. «Hay mucha disposición en el estudiantado y entre el colectivo porque la enseñanza o el estudio de Armando Scannone no es solo una condición general sino especializada. El tema abarca posibilidades de negocios, trabajo, fortalecimiento de la cultura y más», destacó el experto. «Es curioso ver cómo ha ido in crescendo. Tanto que hasta las autoridades están llegando a contemplar el desarrollo de diplomados o cursos específicos en el área de gastronomía. Esta sería una base de conocimientos a partir de la cual se pudiesen desarrollar planes académicos importantes», manifestó.

«La idea es unir la Academia a la realidad, y por ello en la biblioteca se busca brindar una experiencia práctica que se pueda usar», recalcó. «La sala no es un espacio aislado dentro de la universidad, de aquí pueden nacer ideas en conjunto que pueden convertirse en objetivos, académicamente hablando», finalizó.

Froilán Martínez, bibliotecólogo egresado de la UCV parte del equipo de la Biblioteca Pedro Grases de la Unimet.

Horarios de visita a la Sala Armando Scannone

La Sala de Armando Scannone está abierta para la comunidad unimetana y para externos, desde las 7:00 am hasta las 5:30 pm. De lunes a viernes.

Vale acotar que en la biblioteca Pedro Grases hay tres pisos, 700 puestos de lectura, con 7 salas y 30 cubículos de estudio.

Para mayor información sobre la sala, ingresar al siguiente link

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