El papa Francisco aprobó este jueves el decreto que aprueba las «virtudes heroicas» de la religiosa portuguesa conocida como sor Lucía, la pastorcita que junto con sus dos primos afirmó haber visto a la Virgen en Fátima en 1917 y que les hizo depositarios de los tres famosos secretos.
El camino hacia la santidad tiene varias etapas: la primera es ser declarado venerable siervo de Dios, la segunda beato y la tercera santo.
Venerable Siervo de Dios es el título que se da a una persona muerta a la que se reconoce «haber vivido las virtudes de manera heroica».
Para que un venerable sea beatificado es necesario que se haya producido un milagro debido a su intercesión, como este caso, y para que sea canonizado, hecho santo, se precisa un segundo milagro obrado «por intercesión» después de ser proclamado beato.
Pero el proceso de beatificación podría acelerarse en vista de la visita que el Papa realizará al santuario de Fátima a principios de agosto con motivo de su desplazamiento a Lisboa para participar en la Jornada Mundial de la Juventud.
Sor Lucía murió el 13 de febrero de 2005 con 97 años, cuando ya habían fallecidos sus primos, en el convento Carmelo de Santa Teresa de Coimbra (Portugal), donde vivía enclaustrada desde 1948.
Lucía de Jesús de los Santos nació el 22 de marzo de 1907 en una localidad cercana a Fátima, y allí, cuando tenía 10 años de edad, dijo haber visto por primera vez a la Virgen en la Cova de la Iría, mientras estaba con sus primos Jacinta y Francisco Marto.
Según la tradición católica, los tres niños vieron sobre una encina la imagen brillante de María, quien les ordenó que regresasen ese mismo día durante seis meses.
La Virgen les reveló los tres famosos secretos: el primero sobre el fin de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y el segundo sobre la muerte prematura de Francisco y Jacinta.
El último le fue revelado por la fallecida sor Lucía al papa Juan Pablo II y, según revelaciones del Vaticano, está relacionado con el atentado sufrido por el pontífice el 13 de mayo de 1981 en la plaza de San Pedro.
Murió el 13 de febrero de 2005 en Coimbra (Portugal). En 2006 sus restos mortales fueron trasladados a la Basílica de Nuestra Señora del Rosario en Fátima.
Dada la gran reputación de santidad que la rodeaba, el papa Benedicto XVI prescindió de la espera de 5 años antes de iniciar la causa de beatificación y canonización.
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