El 24 de mayo de 1943 el almirante Karl Doenitz, máximo comandante de la Kriegsmarine (armada alemana), decide suspender las actividades contra los convoyes Aliados debido a las graves pérdidas sufridas por sus submarinos en los dos últimos meses (56 U-boats). Fue una paradoja y una tragedia para la estrategia marítima del Tercer Reich, porque al inicio del año parecía que Doenitz tenía todas las posibilidades de lograr hacer realidad sus teorías. Adolf Hitler le daba por fin la razón (abandonaba la acción de sus acorazados), dándole la máxima jefatura naval y el poder dedicar toda la producción de la marina a construir submarinos. ¿Por qué los Aliados terminaron venciendo? La respuesta es algo simple: a diferencia de Hitler, ellos sí pensaban cómo Doenitz: la Segunda Guerra Mundial se decidiría en el Atlántico; y es por ello que establecieron como prioridad la destrucción de los U-boote.
La tercera semana del mes de febrero del año pasado (2022) solo le dedicamos un artículo a la Batalla del Atlántico. Desde ese entonces se estrenó una serie noruega de Netflix sobre el aporte de la marina mercante de este país al esfuerzo Aliado: Krigsseileren / Un marinero en la guerra (Gunnar Vikene, 2022); y hace unos días (el 18 de junio) el presidente de Uruguay, Luis Lacalle, desiste de destruir el águila nazi de la popa del acorazado de bolsillo alemán Graf Spee. El 10 de febrero de 2006 fue rescatada la escultura de bronce de más de 2 metros, que por su significado histórico generó una polémica entre fundirla y convertirla en un símbolo de paz o mantenerla intacta en un museo. Somos del pensar que la memoria y la historia necesitan de fuentes materiales, y si estas existen no deben ser destruidas. Otra cosa es exaltarlas. Esperamos que dicho dilema haya terminado; y de esa forma se conserve por su importancia histórico. Consideramos que una excelente defensa de su conservación la realiza en un hilo de twitter: Alain Mizrahi (@alainmizrahi), que al ser descendiente de víctimas del holocausto sus argumentos tienen mayor valor. En nuestra segunda entrega sobre el frente marítimo (tercera semana de diciembre de 2020) analizamos la Batalla del Río de la Plata (13-17 de diciembre de 1939) donde dicho acorazado termina en las profundidades de la costa uruguaya.
La Batalla del Atlántico siempre fue el Frente más importante para el Reino Unido y a él le dedicó sus mayores esfuerzos y recursos. Del mismo dependía su supervivencia como nación y poseía las mayores ventajas para vencer, pero los alemanes supieron ¡con un puñado de submarinos!, poner en peligro a la única potencia que se resistía a su dominio en Europa hasta diciembre de 1941 (cuando la Unión Soviética detiene a los panzer ante las puertas de Moscú y los japoneses atacan Pearl Harbor). Tal como explicamos en nuestra anterior artículo sobre el tema: de enero de 1942 a febrero de 1943 se desarrollan nuevos “tiempos felices” para la flota de u-boote del almirante Karl Doenitz (los primeros fueron de junio de 1940 a marzo de 1941). Una vez más el tonelaje de mercantes aliados hundidos comienza a aumentar y de esa forma se pone en peligro toda su estrategia. Estrategia que se basaba en usar los enormes recursos de Estados Unidos para vencer primero al Tercer Reich. La causa respondía al descuido de los mercantes estadounidenses y el comercio en torno al continente americano, el cual no escuchó los consejos de seguridad de la Royal Navy (viajar en convoy y apagar las luces de las ciudades portuarias), además de la inexperiencia en combate de la US Navy, por lo que fueron fáciles víctimas de las “manadas de lobos” una vez que Adolf Hitler les declaró la guerra a los cuatro días del ataque japonés en Hawái.
El otro aspecto que permitió el éxito durante 1942 fue el hecho que los Aliados ya no podían descifrar el código encriptado alemán debido a que se había sumado un nuevo rotor en la máquina “enigma”, por no hablar de la mayor producción de submarinos de mayor tamaño y tecnología, junto a nuevas tácticas. Pero los Aliados no se quedaron de brazos cruzados y durante todo ese año mejoraron la técnica para combatirlos (un ejemplo a nivel naval fue el “erizo”), los medios y el adiestramiento. Aunque llegó un momento en que las pérdidas eran mayores que los barcos que se producían, para febrero de 1943 todo el esfuerzo empezó a rendir frutos. El liderazgo del almirante de la Royal Navy: Max Horton también hizo la diferencia, pero el elemento decisivo fue el arma aérea al incorporar el radar. En medio del Atlántico existían zonas sin la protección de la aviación, acá era el paraíso de las “manadas de lobos”. Al cerrar esta brecha por medio de aviones de largo alcance como el B-24 y al ofrecerle escolta de portaviones a los convoyes, las pérdidas de los submarinos fueron mayores que la de los mercantes. Todo esto lo padecieron entre marzo y mayo de 1943, y es en este último mes (en el cual Doenitz también perdió a su hijo Peter que era oficial de submarinos) se toma la decisión de retirar su flota del Atlántico. El puente entre el “arsenal de la democracia” (Estados Unidos) y la Europa que combatía al Tercer Reich estaba garantizado. La victoria definitiva era cuestión de tiempo.
Nuestras principales fuentes, además de las que hemos venido usando en nuestras entregas sobre la Batalla del Atlántico (David Mason, 1968, Submarinos: la amenaza secreta; etc.) y las obras generales de los historiadores: Antony Beevor, 2002, La Segunda Guerra Mundial y Williamson Murray y Allan R. Millett, 2000, La guerra que había que ganar; pero también los capítulos: “Guerra Aeronaval” del Tomo 7 de la Enciclopedia Ilustrada de la Aviación (1982-86) y especialmente el magnífico texto de Richard Overy, 2005, ¿Por qué ganaron los Aliados? La semana que viene iniciamos una serie de dos entregas sobre el Frente ruso al conmemorarse el 80 aniversario de la mayor batalla de tanques de la historia: Kursk.
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