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Maduro está en la situación más débil que haya estado jamás. Puede mantenerse por la represión, pero sus resortes políticos están muertos o agonizan.

Existe una descomposición aguda de la Fuerza Armada, a la que ha sometido a represalias sin precedentes, especialmente en los mandos medios. El régimen se jacta de haber debelado una conspiración y en su proclama revela más de lo que debela: los militares, en una proporción inmensa, no apoyan al régimen; y por tal razón, fuera de algunos miembros del Alto Mando, la posición institucional y democrática se ha expandido. Padrino López y otros deben haber supuesto que tras formarse bajo el chavismo y ascender en ese marco, los oficiales solo tendrían como alfa y omega de su formación el mezclote ideológico rojo; pues, precisamente, haberlos empachado con ese brebaje ha generado una reacción libertaria.

La comunidad internacional ya no solo denuncia sino que adopta pasos concretos. El régimen dice –como si lo creyera– que la retórica foránea no afecta su poder; pero a estas alturas ya se sabe que le han dado certeramente en la línea de flotación. Más que el conjunto de severas sanciones adoptadas en contra de personeros, muchos países, temerosos de quedarse en la zona de contagio madurista, han dado un paso al costado para desmarcarse, unos, y para enfrentarse, otros. La OEA, a la que la acción del corajudo Almagro ha conducido al liderazgo internacional, fue desestimada por el régimen (y también por unos cuantos de la oposición) y resulta que es el innegable centro de dirección del “cerco profiláctico” en contra del régimen, de acuerdo con el mejor renacimiento de la Doctrina Betancourt.

La situación económica y social no es solo trágica sino que ya el procerato rojo no la puede manejar, se le escapó de las manos: no hay recursos; Venezuela no puede cumplir con los compromisos de exportación petrolera y el ascenso de precios no compensa el desastre de Pdvsa; el tipo de cambio ya es cualquier cosa que a usted se le ocurra porque no hay relación alguna entre flujos de divisas y bolívares; el nuevo cono monetario que se implementa sin haber salido del anterior, solo es prólogo de uno más nuevo cuando el actual –todavía no implementado– fracase. La protesta social podrá ser reprimida, pero no suprimida.

Las diferencias en el seno del régimen se profundizan. La convocatoria que hace Diosdado Cabello para una convención del PSUV es el intento de generar un polo de poder alternativo que ya Maduro no puede ni crear ni alimentar.

Sin embargo, en el laberinto todavía no aparece la salida.

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