Unas horas antes del sabbat, una sala se llena de voces. Una veintena de israelíes preparan el coro del Templo que quieren reconstruir en Jerusalén, 2.000 años después de su destrucción, en lo que hoy es la Explanada de las Mezquitas.
Para estos judíos nacionalistas, el Templo de Jerusalén simboliza la redención y debe acelerar la llegada del Mesías.
Pero para sus detractores, numerosos en el judaísmo, equivale a jugar con fuego en un sitio que está en el centro de las tensiones israelo-palestinas.
El pueblo judío espera ese templo desde hace 2.000 años, explica Shmuel Kam, de 52 años, miembro del coro formado por descendientes de la tribu de los levitas, antaño responsables de los cantos y la música del santuario.
«Creo que viviré para ver el templo reconstruido (…) es inevitable», agregó.
Esos aprendices de coristas vienen de todo el país hasta un suburbio de Tel Aviv para sumergirse en los cantos antiguos.
«Cuando se reconstruya el templo, pediremos a los levitas venir a cantar y no sabrán hacerlo, así que tenemos que enseñarles», explica Menahem Rozenthal, director del coro creado pocos meses atrás por el Instituto del Templo.
Esta organización trabaja desde 1987 en la reconstrucción del Templo formando a coristas y sacerdotes y en la confección de objetos para los cultos.
Arrasado por los romanos en el año 70 d.C., el Segundo Templo, del cual el Muro de los Lamentos es un vestigio, se construyó en el sitio donde, según la tradición judía, se levantaba el Primer Templo, destruido por los babilonios en el siglo VI a.C.
Siglos después, sobre sus ruinas se construyó la Explanada de las Mezquitas donde actualmente se encuentran la Cúpula de la Roca y la mezquita de Al Aqsa, tercer lugar más sagrado del islam, en Jerusalén Este, ocupado y anexado por Israel.
«Signo mesiánico»
Situada en la Ciudad Vieja, el Monte del Templo, como lo llaman los judíos, es el lugar más sagrado del judaísmo.
«Pueden decir lo que quieran, este es el lugar de los judíos», afirma Haim Berkovits, quien considera que la reconstrucción «es cuestión de tiempo».
Este franco-israelí de 50 años es miembro de la organización Boneh Israel (Construir Israel) que quiere «acelerar la redención».
En 2022, ese grupo trasladó de Texas a Israel cinco novillas rojas para el sacrificio. Según la normativa talmúdica, las personas deben untarse con una mezcla de agua y cenizas de la quema de esta vaca poco común antes de entrar al lugar santo.
Sin cumplir esta condición, el rabinato israelí prohíbe las visitas judías al Monte del Templo. Por ello, el rito de la vaquilla es crucial.
Su «retorno es un signo mesiánico», afirma Berkovits en una granja del norte de Israel donde las novillas son inspeccionadas pelo por pelo por veterinarios y rabinos para asegurar que su piel permanezca roja durante su crecimiento.
«Las mimamos y los guardamos para cuando llegue el momento», añade, precisando que su organización ya ha adquirido un terreno en el Monte de los Olivos, barrio palestino de Jerusalén, con vistas a quemar los animales frente al Monte del Templo.
«Propietarios»
Para Yizhar Beer, esos «amantes del Tercer Templo» no son para nada extraños.
Beer, director del Centro Keshev Para la Protección de la Democracia en Israel, ha seguido la evolución de este sector de la sociedad israelí. Hace 20 años solo había unas «decenas de miembros», pero su número sigue creciendo y su ideología «se ha extendido al centro de la esfera política».
Desde diciembre, cuando asumió uno de los gobiernos más derechistas de la historia israelí, el ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, ha visitado dos veces la Explanada de las Mezquitas para afirmar la soberanía de Israel.
«Somos los dueños de Jerusalén y de todo Israel», declaró el 22 de mayo.
Desafiando la prohibición del rabinato, unos 50.000 judíos visitaron el Monte del Templo en 2022, según la organización nacionalista israelí Har Habait.
La ONU ha reiterado los últimos meses sus llamados a «respetar el statu quo» en la Explanada, cuyos puntos de ingreso son resguardados por la policía israelí, pero es administrada por el Habiz, una institución islámica jordana.
El Habiz insiste en que la Explanada es un sitio exclusivamente musulmán, y denuncia los intentos israelíes por «judaizarla».
Del sueño a la realidad
Cualquier incidente puede convertirse en «una bomba atómica», advierte Beer. «Es una mezcla de religión y política (…) Una explosión allí puede hacer todo saltar por los aires».
Yitzchak Reuven, encargado de comunicación del Instituto del Templo, acusa a los palestinos de atizar «la controversia sobre el Monte del Templo» y de ser responsables de la frecuente violencia con las fuerzas israelíes.
Pero no aclara qué debe ocurrir con los sitios santos musulmanes cuando se construya el Tercer Templo.
No figura en los planes de las organizaciones que trabajan en su construcción, y todas afirman que es imposible construirlo en otro lugar que no sea la Explanada.
«Este es el sitio que Dios eligió», afirma Reuven. «Es un sueño, pero el regreso de los judíos a Israel era un sueño y luego se hizo realidad»
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