Lejos de pensar en superhéroes de tinta y papel, de ahondar en su peso, en poderes especiales o el color del disfraz, en quién es el candidato perfecto para defenestrar al actual desmadre gubernamental y conducir a Venezuela,que tanto sufre; hay que darse cuenta de que el tren de las próximas elecciones, dudosas, llenas de incertidumbre, “negoceadas”, “culipanderas”… sí, esas, a esas me refiero, a las amañadas, “ce-ene-esistas”, engañosas, sebosas, aguajeras, “inhabilitantes”, carnavalescas…, en fin, rocambolescas pero esperanzadoras, puede ser el último que veamos en mucho tiempo. ¿Luego de 2024 para qué Maduro va a necesitar montar elecciones presidenciales? Y olvídense del revocatorio, eso no existe en la vida real. El revocatorio es un espejismo de los sedientos, moribundos que deambulan en los desiertos de la inocente virginidad política (yo pensé que se podía y me desvirgaron).
¿Quién es él, ella o elle?
No lo tengo tan claro. Pienso que los actores de la oposición de vieja data han sido víctimas de la realidad política venezolana, con un gobierno que desde que se aprobó la reforma constitucional con la posibilidad de gobiernos continuos sin límite de periodos, y prolongados los mismos un año más, hasta llevarlos a 6 años, con la excusa de la inclusión de la figura del referendo revocatorio que no ha servido para un cipote (repito), se sabía que se iba a eternizar en el poder, y que derrotarlo se convertiría en algo más difícil que las pruebas hercúleas.
Víctimas son los actores de vieja data de la oposición de las trampas, negocios, alianzas, blanduras, efervescencias, frugalidades, ambigüedades, resquebrajamientos, difamaciones, embustes y también verdades propias de la fricción y el desgaste de 23 años de desengaño y frustraciones. Son 23 años de persecuciones y jaleos sin alternancia, con presidios, sobornos, calumnias, adulteraciones tramoyescas, borrones, manchones, pies de página, falsificaciones, tachaduras, enmiendas y demás retortijones estomacales producto del empastichamiento digestivo que mantiene a la democracia venezolana en terapia intensiva. Así que entre ellos, no hay ninguno que pueda levantar la mano para decir que está libre de pecado y en consecuencia, lanzarle un peñonazo en la frente cual David a los Goliats que “conmalviven” con ellos.
¿Me quieres decir que ninguno sirve?
Todo lo contrario: cualquiera sirve. Ponerse a discutir si Capriles cuando era chiquito le quitó la chupeta a Leopoldo (que gracias a Dios está bien lejos) o que María Corina es una esto y lo otro, que Bernabé es un tal cosa porque se aprovechó de…, que “nosequien” le tumbó la novia a nosecual cuando estaban en la universidad, o que éstos son falsa oposición y esta es la verdadera, es una estúpida estupidez. Sucumbir a la tentación del señalamiento es precipitarse por los acantilados que se muestran a cada dubitativo y prudente paso que demanda la situación. Mientras el gobierno va en Ferrari a la fiesta y a la orgía, la oposición camina vendada por la cuerda flojita y babosa.
De tal manera, que no me presto para ese chocante e inconveniente juego de apuntar el índice y luego bajar o subir el pulgar; conmigo no cuenten para eso. Es momento de acuerdos dentro de las distintas, variopintas y discordadas fuerzas de la oposición (y me refiero a toda, todiita). No existe una falsa oposición ni una verdadera. Existen fuerzas de oposición que han operado políticamente de determinada manera; y que, de acuerdo a los resultados obtenidos, pareciera que se han pelado estrepitosamente no una, no dos, sino varias veces. Tanto es así, que aquellos que no participaban en elecciones porque era “convalidar al régimen”, ahora andan en campaña (como debió ser desde el principio). Eso sí, ya que hicieron campañas activas contra el voto como herramienta de lucha política del ciudadano y promovieron la abstención, ahora que se aprieten el cinturón y reversen, en la medida de lo posible, el daño. El país necesita de la máxima participación posible, ni un voto menos.
La buena noticia es que todos y cada uno de ellos representa un cambio de modelo que se aleja del actual hacia la democracia y el apuntalamiento de condiciones económicas para la producción y el desarrollo, unos en mayor grado que otros, pero todos lo representan.
Maduro está boqueando en las encuestas, ¿cierto?
Están asustados con el tema electoral. Soy de los que piensa que este es realmente el último tren para volver a la democracia. Si escuchamos con cuidado lo afirmado por Lula en la Cumbre Suramericana para relanzar la Unasur, y que en lo práctico se transformó en el relanzamiento de Maduro en el ruedo internacional, la cosa es de temer. Lula afirmó que cada país tiene derecho a darse su propio modelo político refiriéndose a Venezuela. Lo preocupante es que el modelo que está plasmado en la Constitución es la democracia, la separación de poderes, el Estado de Derecho y de justicia, la prevalencia de la Constitución, y demás principios democráticos bastante deteriorados en la realidad venezolana. Lula no se refería al modelo plasmado en la Constitución, sino al modelo actual, al fáctico, al estado de cosas existentes. No voy a pasar a calificar a Lula, para no perder nuestro tiempo, querido lector.
También señaló que “a Venezuela se le reclama lo que no se le reclama a Arabia Saudita”. Se deja ver que Lula está de acuerdo con el comportamiento del gobierno de Maduro & Co., eso se sabe, pero utiliza de placebo a un país que jamás conoció la democracia, que culturalmente tiene costumbres muy distantes de las nuestras, temas de género, de acceso a la educación, de concepción de libertad y su rol en la vida humana. Hay que recordarle al señor Lula que Venezuela fue una, si no la más sólida democracia en Suramérica mientras el Pacto de Puntofijo gobernó el país. Al mismo tiempo que en Brasil Sócrates se abría el pecho con la palabra “Democracia” en cada partido, frente a miles de personas, acompañado del resto de los corinthianos, para luchar contra la dictadura; Venezuela entraba a una década de socialización y masificación de los servicios públicos, de inclusión y construcción del estado de bienestar, de la mano de grandes hombres como Betancourt, Leoni, Carlos Andrés Pérez, Caldera con todo y sus errores, entre otros.
¿Por qué si están boqueando electoralmente atacan a Capriles?
Un verdadero bochorno, el gobierno nacional, óigase Maduro & Co., tienen la responsabilidad de cuidar y proteger a la oposición. Esto da una idea del estado psicológico en el cual se encuentran. La patada en el trasero que le propinaron a Capriles, en realidad nos la están dando a todos los venezolanos, a la democracia, a la libertad, a nuestro futuro. No es la primera y no será la última.
Pd. La abstención o abstinencia electoral es jugar a favor de Maduro & Co.
Maduro, El Aissami, y el resto de Maduro & Co., sobre todo los diputados, no se pierdan la caricatura “Súper Mostacho” por lapatilla.com
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