Los encargados de formular políticas económicas en todo el mundo se han esforzado por frenar el aumento de la desigualdad, una tendencia que ha impedido el crecimiento económico, impulsado victorias electorales populistas y puesto en peligro la democracia liberal. Por lo tanto, se temía de manera generalizada y comprensible que los trabajadores no calificados sufrieran profundamente a consecuencia de la crisis de COVID-19 y, más recientemente, del shock de los precios de la energía tras la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia. Sin embargo, en ambos casos, el impacto ha sido relativamente benigno.
Tras el impacto inicial de la pandemia a principios del 2020, las economías y el crecimiento del empleo se recuperaron con fuerza. Gracias a la robusta recuperación, en conjunción con los programas gubernamentales de apoyo de gran alcance, la desigualdad de ingresos se redujo según la mayoría de las formas de medida, esto ocurrió especialmente en Estados Unidos, a raíz de las importantes transferencias de efectivo a los hogares, pero también sucedió a lo largo de toda Europa, donde el apoyo gubernamental a los ingresos fue más moderado.
Sin embargo, antes de que terminara la recuperación de la pandemia, llegó otro shock: Rusia lanzó su invasión a gran escala de Ucrania y los precios de la energía se dispararon. Pero no todos los shocks de los precios de la energía son iguales. Si bien en el pasado estas situaciones fueron impulsadas principalmente por los precios del crudo (los cuales alcanzaron su máximo inmediatamente después de la invasión, pero están hoy en día en niveles similares al del precio promedio anterior a la guerra), en la actualidad el gas natural es el principal problema. Pese a que los precios del gas natural han bajado desde su pico posterior a la invasión (el cual ocurrió en el verano de 2022), dichos precios siguen situándose en niveles 2 a 3 veces más altos en comparación con el promedio anterior al año 2021.
Esto no es un problema para Estados Unidos. Por el contrario, en su calidad de (pequeño) exportador neto de gas natural, Estados Unidos se ha beneficiado del shock de los precios de la energía, ya que sus términos de intercambio han mejorado (los precios de exportación han aumentado más que los precios de importación). Como resultado, el país, en la sumatoria, puede consumir más.
Pero si bien los altos precios del gas han hecho que Estados Unidos se enriquezca un poco más, han empobrecido sustancialmente a Europa. A consecuencia de que Europa importa la mayor parte de su gas natural, los consumidores y las empresas siguen pagando considerablemente más por la energía en comparación con lo que pagaban antes de la guerra, y las condiciones comerciales de la eurozona se han deteriorado, lo que supone una pérdida de ingresos cercana al 2% del PIB.
Debido a que el crecimiento salarial va a la zaga de la inflación, los salarios reales han caído bruscamente en toda Europa (se han mantenido más o menos constantes en Estados Unidos), creando la impresión de que la desigualdad ha aumentado. Pero los valores promedio pueden ser engañosos. Al fin y al cabo, el crecimiento salarial no es necesariamente consistentemente el mismo en los distintos grupos de ingresos, y la tasa de inflación, medida por el índice de precios al consumidor, no refleja las diferencias en las fluctuaciones del costo de la vida a lo largo de la distribución de los ingresos.
Tanto entre los distintos países como dentro de cada uno de ellos, los hogares ingresos más bajos tienden a gastar una mayor parte de su presupuesto en energía en comparación con los hogares que tienen ingresos altos. En Rumanía, uno de los países más pobres de la Unión Europea, la energía y la alimentación representan el 25% del gasto total en consumo, frente al 13% en Alemania, país que es mucho más rico. Al mismo tiempo, el quintil inferior de la distribución de los ingresos en Alemania gasta más en energía no relacionada con el transporte (8%) en comparación con el quintil superior (5%). Esto significa que, cuando los precios de la energía suben, la tasa de inflación oficial podría subestimar el grado en el que los hogares más pobres pierden poder adquisitivo.
Pero otras fuerzas podrían contrarrestar el aumento en los costos de energía. Por ejemplo, los hogares más pobres tienden a alquilar, en lugar de poseer, sus viviendas, y los alquileres han aumentado más lentamente que el nivel general de precios.
Tales efectos no necesariamente contrarrestan por completo el aumento de los precios de la energía. Si se mide el impacto de la inflación en hogares con distintos niveles de ingresos, ajustando dicho impacto a los patrones de consumo de cada grupo, se encuentran algunos casos en que la tasa de inflación efectiva para el cuantil de ingresos más bajo es varios puntos porcentuales más alta que para el cuantil más rico. Este fenómeno es especialmente frecuente en los países más pobres.
Pero también hay casos en los que los hogares de ingresos han sufrido una menor pérdida de poder adquisitivo que los hogares más ricos. Este es el caso de Alemania, donde la propiedad de la vivienda es menos común, y Francia, país donde el precio de la energía se ha mantenido bajo para los hogares. Si se tiene en cuenta que estos dos países representan una parte significativa de la economía de la eurozona, la diferencia promedio entre las pérdidas de poder adquisitivo sufridas por los hogares más ricos y los más pobres en la eurozona es pequeña.
Además, en Estados Unidos y en algunos países europeos, los salarios están aumentando más rápido en el extremo inferior de la distribución de los ingresos, lo que en Estados Unidos se ha denominado como “compresión salarial inesperada”. En Alemania, los salarios de los empleados no cualificados aumentaron en alrededor de un 8% a lo largo del último año, mientras que los especialistas o ejecutivos sénior obtuvieron aumentos que en promedio fueron inferiores al 2%.
Los observadores no se equivocan al destacar las penurias que la pandemia y la guerra de Ucrania han ocasionado a muchos de los países y hogares más pobres, algunos de los cuales lucharon por mantenerse calientes este pasado invierno. Pero las cifras promedio y las afirmaciones que contienen generalizaciones no toman en cuenta las diferencias importantes a lo largo de los distintos grupos de ingresos, por último, pero no menos importante, no toman en cuenta el aumento desproporcionado en ganancias con respecto a los ingresos de quienes se encuentran en la parte inferior de la distribución.
Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos
Daniel Gros es director del Institute for European Policy-Making de la Bocconi University.
Copyright: Project Syndicate, 2023.
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