Don Quijote y Sancho Panza cabalgan en una noche oscura, pero despejada, cuando en la distancia escuchan ladridos de perros. Con su imaginación desbordada, testimonia convencido, se trata de una batalla épica, y sin dudarlo, se lanzó al galope para enfrentar a los «enemigos». Sancho, desconcertado, intenta contenerlo sin éxito.
Llegan a una venta, y descubren con asombro, a unos cachorros aullándole a la luna. Decepcionado, persistió en convencer a Sancho de que, en realidad, estaban escuchando los gritos de gigantes transformados en caninos por la magia de un hechicero malvado. Éste, cansado y desorientado, dejó de lado las fantasías de su amo y se dirigió a descansar. Pero Don Quijote, fiel a su locura, continuó buscando aventuras por doquier.
«Es una señal de que avanzamos», dijo Don Quijote al resignado Sancho Panza mientras buscaban villanos, adversarios y aventuras por las secas llanuras castellanas. Con su locura como guía, estaba atento a los múltiples sonidos, ecos y resonancias que despertaban su instinto de cuidar rebaños y posesiones.
“Gruñen por los predios del pueblo, y aúllan improperios a un régimen que cada día los complace menos”, reflexiona quien suscribe. El castrismo está más atento a las exigencias de Irán y las órdenes de La Habana, en lugar de resolver los problemas más urgentes, como la alarmante situación de sueldos, salarios y pensiones. El régimen lucha contra el desbarajuste de la moneda y el caos económico que ha creado, pero ignora el hambre, la miseria y el pesimismo de quienes deberían ser su prioridad.
Los ciudadanos no son ingenuos ni pendejos, saben cómo viven los jerarcas, comparando sus carencias, angustias y preocupaciones. No les importa el mito y la ficción de las sanciones, porque tienen apetencia y necesitan soluciones reales. No comprenden pretextos de quienes se han comprometido a saciar estómagos y cuidar de la salud. Los que alardean defenderlos, han fracasado; recibiendo envíos y noticias de quienes se han ido a otras latitudes; lo que permite cotejar.
Un país no funciona si maestros y soldados tienen bolsillos y sistema digestivo vacíos. No están acostumbrados, aunque se sometan al diario crujir de sus vientres y los de sus familias debido a la represión.
No podemos hacer oídos sordos ni creer en farsas. Jamás las contrariedades serán resueltas por quienes mantienen contenciones religiosas, militarizadas o políticas ilógicas e irracionales. El oficialismo y sus beneficiarios no son «chiítas» ni «cubanos de todos los días».
Aunque el refrán dice «perro que ladra no muerde», a veces muerden, aunque solo sea por miedo.
@ArmandoMartini
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