El control (como un referí en un partido de fútbol) no debe notarse, no debe atraer la atención, ni parecer la finalidad de ser; no debe lucir (y por supuesto no debe ser) más importante que lo que controla.
La falta de control es uno de los problemas más acuciantes de nuestro país. Y no es un control en abstracto el que falta, sino un control verdadero que apunte a evitar que ocurran casos como los que seguimos viviendo. El control existe, sólo si las condiciones están dadas para que las cosas funcionen bien; esto es, si existe un ambiente de control. Los controles de alto nivel, los más efectivos, tienen que ver con el ambiente, la cultura y la educación. Los de más bajo nivel, en el otro extremo, tienen que ver con las alcabalas.
Un inversionista, por ejemplo, no compraría acciones de una empresa cuya estrategia de control se basara sólo en alcabalas; y no lo haría, pues a priori llegaría a la conclusión de que el ambiente de trabajo sería malo, policial y de temor; donde la creatividad y el empuje serían reemplazados por el miedo y el rechazo. Y en un ambiente así, no se pueden lograr los niveles de excelencia para ser competitivos. La “lectura” que se hace de una empresa o país cuya estrategia de control es la alcabala es siempre muy pobre y no da confianza. Lo que el inversionista va a esperar de la gente de un país debe tener algo que ver con lo que el Gobierno de esa empresa o país espera de su gente.
La situación en que estamos viviendo, sin duda, refleja falta de confianza por parte del Gobierno, en lo que se refiere al comportamiento esperado de la gente; en sus diferentes roles, como consumidor, como comerciante, como productor o industrial, y como banquero. Yo entiendo la desconfianza, y entiendo que puede ser recíproca, pero los controles de bajo nivel han demostrado no ser la solución para un país; más bien crean un estado policial que tiende a profundizar la desconfianza, y a que se busquen caminos alternos.
Aunque hay que reconocer que con la eliminación de la ley de ilícitos cambiarios y el repliegue en los controles de precios, se ha dado un paso importante en los hechos. Aunque no en el pensamiento, la mentalidad o en la ideología, que son los puntos críticos sobre los cuales se apoyan los procesos de cambio.
Los países de mayor presión tributaria, son los que tienen menores niveles de evasión. Y esto se debe básicamente a que la gente paga, no solo por temor a las penalidades asociadas, sino porque debe pagar; está mentalizada en que debe hacerlo. Y no habría controles suficientes para «pescar» evasores, si el criterio de la gente fuera no pagar. Algo similar puede aplicarse a nosotros; si el criterio de nuestra gente (en sus diferentes roles) fuera no cumplir, no habría controles suficientes para lograr lo que se pretende.
Más que controles policiales, es recomendable crear la actitud de la confianza, en que lo que se está haciendo está bien y es necesario. Posiblemente en un ambiente de garantías restituidas, y lineamientos claros que indiquen el comportamiento que se espera de la gente; y con una legislación específica que afecte directamente a quienes fallan, se consiga más de la gente que en forma coercitiva.
Premiar por lo bien que lo hace, versus castigar por lo mal que lo haces.
Comprobar, examinar, inspeccionar, revisar, dirigir, gobernar y comprobar. Todas cubren el significado de la palabra controlar. Pero eso es el diccionario, y más que palabras, lo que nos hace falta son hechos, y principalmente resultados.
Las alcabalas son parte del ambiente de control, una parte muy baja y muy débil, pero son una parte. La alcabala debe administrarse bien; pocas, bien distribuidas, con finalidades específicas, y como complemento de elementos estructurales de control más fuertes, que estén dentro del sistema como parte del proceso de negocio.
Los esquemas de control basados en alcabalas, o sea en puestos de revisión, han demostrado tradicionalmente que son débiles, tanto desde el punto de vista de los resultados, como de la moral de la gente que los ejerce. Además, técnicamente hablando, concentran toda la energía en un punto, que trata de cubrir la mayor cantidad de casos posible, pero que sin duda no son todos. La experiencia muestra que a la hora de un control las excepciones son mayoría y que, al no estar contempladas, comienza la discrecionalidad, al tratar de asimilar una situación nueva a una cubierta por el control.
Otra desventaja de la concentración, es que con evadir la alcabala ya se superó el control, y los procedimientos asociados no prevén estos casos, pues no pueden prever todos los casos. En resumen, los controles de este tipo son localizados y la intensidad se da sólo en ese punto. Cuando la acción se aleja del punto, pierde intensidad.
Generalmente se compensa la pérdida de intensidad con la colocación de una nueva alcabala; Pero en la medida que proliferan las alcabalas, pierde intensidad el control como conjunto, y es reemplazado por discrecionalidad. Y no puede ser compensado con tecnología. El esquema de alcabalas no tiene compensación posible para grandes masas de sujetos a ser controlados; puede ser usado solamente en poblaciones pequeñas de sujetos de control, por períodos cortos y para pocos parámetros de revisión. Es además ineficiente cuando la diversidad de aspectos y parámetros a ser controlados es grande.
Controles versus libertad, ése es el dilema. Si miramos a los negocios y a las empresas, podemos tomar experiencia de cómo se maneja la estrategia de control en un ambiente de globalización y de diversificación, donde los controles deben estar inmersos en el sistema, y donde la cultura de la organización es un factor decisivo. Se comprobó que era imposible controlar de la manera antigua, a una diversidad de transacciones, en diversidad de locaciones, con diversidad de actividades de negocio.
En los casos de los controles de precio y cambiario, se está haciendo más énfasis en el aparato de control y castigo, que en la creación de un ambiente de prevención, donde cada quien tome conciencia de sus responsabilidades. Es posible que un manejo de la política monetaria, en conjunto, con incentivos de la inversión (nacional y extranjera), produzca beneficios más directos sobre las reservas internacionales, que el nadar “pescando” evasores.
Es posible que una estrategia de incentivos produzca mejor efecto sobre los precios y el abastecimiento que la cacería de acaparadores. El único y verdadero control es el que funciona. Debe intentarse un tipo de control que haga que la alcabala sea innecesaria, que haga que la gente coopere, y que sea beneficioso para todos.
En general, si el costo del control es alto, en términos de lo que controla, no es el adecuado; en nuestro caso, el costo es desgastante, prestigio, logística y administración, es más alto que cualquier ventaja en dinero que pueda haber. Y no hay ninguna ventaja en un cambio de actitud, pues va a ocurrir todo lo contrario.
Controles
Sin duda, las alcabalas tienen su razón de ser; pero está comprobado que el control no puede basarse en ellas. Son un componente de bajo nivel que no adiciona suficientes grados de control como para apoyarse en ellas. Son como en el fútbol, aquel jugador que «arrastra la marca».
- Una estrategia de control para un almacén, basada en rejas, candados, castigos y vigilantes, es más vulnerable que aquella basada en normas, procedimientos, incentivos y tecnología.
- Una estrategia de control para pago de cheques basada en control previo, control a través de los que firman y control posterior, es más vulnerable que una basada en presupuestos de compras y desembolsos, y en delegación formal de autoridad.
- Una estrategia de control para los precios de bienes y servicios basada en precios máximos y en inspecciones, es más vulnerable que una basada en apertura de importaciones e incentivos para bajar precios.
- Una estrategia de control interno basada solo en auditores (internos/externos), es mucho más vulnerable que una basada en redes de control, presupuestos, y mecanismos de compensación.
- Y así se puede seguir…
Tips
- El control existe sólo si las condiciones están dadas para que las cosas funcionen bien, si existe un ambiente de control.
- La lectura que se hace de una empresa o país cuya estrategia de control es la alcabala es siempre muy pobre y no da confianza.
- Lo que el inversionista va a esperar de la gente de un país debe tener algo que ver con lo que el gobierno de esa empresa o país espera de su gente.
- Los países de mayor presión tributaria son los que tienen menores niveles de evasión.
- Si el criterio de nuestra gente fuera no cumplir, no habría controles suficientes para lograr lo que se pretende.
- Los esquemas de control basados en alcabalas han demostrado tradicionalmente que son débiles, tanto desde el punto de vista de los resultados, como de la moral de la gente que los ejerce.
- Otra desventaja es que con sólo evadir la alcabala ya se superó el control.
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Lo que no fue noticia (y debería serlo)
- Que el tema de la sobreconstrucción en Las Mercedes ya no tiene cómo revertirse, porque las torres están allí, las terminadas, las que están avanzadas, y los terrenos que ya están despejando para construir. El riesgo es que de “efecto Manhattan” pasen a ciudad fantasma… porque será difícil que esos más de 300.000 metros cuadrados de oficinas a estrenar, puedan ocuparse en los próximos 5 a 10 años… y eso, solo si hay cambios profundos; que no están a la vista.
- O que persiste la duda sobre si los venezolanos en el exterior estarán dispuestos a actualizar sus datos en una página web que pudiera ser usada en otro momento, en contra de ellos mismos. Están en el exterior justamente para escapar de esos miedos, en fin… es un tema para pensar y hacer cálculos realistas sobre las verdaderas posibilidades de una elección. Si en primarias existen esos miedos, imagínense en una elección real.
- Ni que el uso de la IA se está convirtiendo en un diferenciador crítico para la valoración de empresas. Ya está ocurriendo en mercados sofisticados, y pronto alcanzará mercados regionales como Argentina y Brasil… y más tarde, pero seguro, llegará a mercados pequeños e incipientes como el nuestro.
- Tampoco que Venezuela debería mirar con atención el caso de Argentina tratando de defender su moneda de un colapso que solo puede postergarse un poco, pero no mucho más. Defender la moneda local en cualquiera de los dos países es una estrategia equivocada… no tendrá éxito. Y al revés, Argentina debería mirar con cuidado el caso venezolano donde ya, al menos, se admitió que tener y transar dólares no es un delito. Venezuela debería legalizar el uso del dólar, y dejar que el bolívar alcance su verdadero valor. Y Argentina debería, al menos, legalizar la circulación del dólar.
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